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Sus ojos rojos, tal vez como consecuencia de trabajar todo el día bajo el acuciante sol de enero o quizás por el esfuerzo de evitar quebrarse, terminan llenándose de lágrimas mientras habla. Como buen hombre de campo, trata de mostrarse fuerte, irrompible, aunque la voz se le termina quebrando mientras cuenta su historia, inmerso en una mezcla de sentimientos como la desesperación y la tristeza.
“30 años trabajando ahí y ahora, en un minuto, perder todo”. Fernando Weyh llegó a Paraguay en 1984, dejando atrás su Brasil natal. Como tantos otros que llegaron a nuestro país, lo hizo bajo la esperanza de encontrar un futuro mejor para la familia que estaba empezando a formar en aquellos días. Hoy tiene dos hijos, ambos paraguayos.
Consiguió comprar algunas hectáreas de tierra en Carlos Antonio López, un distrito del departamento de Itapúa, ubicado a unos 400 kilómetros de Asunción. Dejó atrás todo lo que tenía y se lanzó a una “aventura” en una zona sobre la que conocía muy poco.
Cuando llegó, lo que hoy es conocido como Colonia Tirol era un lugar prácticamente inhóspito en el que grandes extensiones de lo que podría ser fértil campo estaban cubiertas por montes. Utilizando algunos bueyes que consiguió comprar y con sus propias manos comenzó a abrir caminos y demarcar parcelas para sus cultivos.
Desde hace algunos años, decidió dedicarse a la producción de granos. Para ello tiene a su nombre una propiedad 114 hectáreas, a las que suma otras 220 que alquila.
Como es habitual en el agronegocio, don Fernando decidió acudir a la financiación de un silo. El trato, común entre productores, consiste en que la empresa propietaria del silo otorga semillas, insumos, herramientas y a veces hasta dinero en efectivo para el inicio de cada zafra. A cambio, los productores deben entregarle a ese silo la totalidad de su producción. Las ganancias para los labriegos llegan de la diferencia entre el valor de su producción y lo que deben pagar a sus financistas.
Al igual que la gran mayoría de sus vecinos, Weyh decidió hacer negocios con el Agrosilo Santa Catalina S.A., una empresa que forma parte del conglomerado denominado Grupo Favero y que tiene como uno de sus principales accionistas al brasileño Tranquilo Favero, el mayor productor de soja del Paraguay; y que tenía hasta el año pasado como presidente al yerno de éste, René Leonidas Zittel.
La cuestión era casi rutinaria. Al inicio de cada zafra, don Fernando acudía al silo para solicitar los insumos correspondientes e iba pagando conforme llegaban las épocas de cosecha. Nada demasiado fuera de la común, incluso a pesar de las millonarias sumas que se manejan dentro de este negocio.
Sin embargo, las cosas comenzaron a tornarse un tanto más turbias desde hace algunos meses. Al igual que varios de los colonos de Tirol, don Fernando comenzó a recibir la visita de representantes del Grupo Favero que llegaban para reclamar deudas que los productores tenían con ellos. Claro que Weyh era consciente de que había compromisos pendientes, pero lo que aquellos hombres le estaban reclamando era varias veces mayor a lo que él realmente debía.
Sentado frente a su casa, acompañado por su esposa, Weyh recuerda y reconoce haber firmado varios documentos que le fueron llevados por Vanilso Klieber, un funcionario de Santa Catalina que hacía las veces de nexo entre el silo, y por una escribana. La firma de los documentos se dio en varias oportunidades bajo presión y siempre los papeles eran completados por el representante de la empresa del Grupo Favero.
Según Weyh, existirían varios cheques supuestamente endosados por él, pero que en realidad tendrían firmas falsas y cuyos montos nunca recibió. Además, asegura que existen documentos que ahora son utilizados para reclamar una abultada deuda que él nunca firmó.
Insiste en que reconoce tener deudas con el Grupo Favero y que por ello solicitó en reiteradas oportunidades que la firma le proveyera el extracto de su cuenta, a fin de conocer el sustento de la misma y encontrar la forma de pagar. Algo que el silo le negó siempre.
De hecho, tiene hasta un extracto de año anteriores que demuestra cómo cumplía siempre a la hora de honrar los compromisos asumidos con el silo.
Fernando no es el único productor afectado por esta situación, aunque es de los pocos que se anima a hablar y de los pocos que se animó a denunciar ante la Fiscalía la situación. “Peleo y no me presentan. Tuvo que recorrer a otro lado, busqué un abogado para poder defenderme porque voy a quedar en la calle che ra’a”, afirma.
“30 años trabajando ahí y ahora, en un minuto, perder todo. No tengo miedo che irú”, indica al equipo del diario a ABC Color que llegó hasta la zona luego de tener conocimiento sobre la situación.
El 16 de noviembre pasado, los productores (entre ellos Fernando Weyh) presentaron una denuncia ante la Fiscalía de Santa Rita contra personas innominadas por la supuesta producción de documentos de contenido falso. El caso quedó en manos del fiscal Eduardo Cazenave.
El representante del Ministerio Público ordenó el allanamiento de la sede central del Agrosilo Santa Catalina, ubicada en el distrito de Los Cedrales, departamento de Alto Paraná. Durante el procedimiento, se incautaron varios documentos que fueron denunciados como falsos.
Cazenave ordenó el peritaje de estos documentos y el análisis reveló que efectivamente las firmas que aparecen en varios papeles como las de uno de los productores y su esposa en realidad eran falsas. Como consecuencia de esto, se imputó a la escribana ante quien se firmó un reconocimiento de deuda de casi US$ 12 millones y que posee firmas falsas.
En uno solo de los casos denunciados, se ha detectado hasta el momento un fraude de aproximadamente US$ 23.500.000, cifra que podría aumentar considerablemente debido a que se encontraron cheques que fueron emitidos por Santa Catalina a nombre de los productores, pero que terminaron siendo efectivizados por otros.
De manera paralela a la denuncia de los productores, la firma inició una serie de juicios para cobrar deudas a los productores, consiguiendo rápidamente embargos contra propiedades de los mismos y utilizando documentos denunciados como falsos y que debían ser peritados. Como pocas veces, la justicia actuó de manera rápida para otorgar lo reclamado por los denunciantes, que en este caso se trata de uno de los grupos económicos más grandes y poderosos del Paraguay.
Luego de que se iniciara el inconveniente, la empresa del Grupo Favero cortó la financiación de los productores para la zafra 2016 y promovió acciones judiciales a fin de restringirles el acceso al sistema financiero. Todo para asfixiarlos económicamente.
Don Fernando ahora tiene embargada toda su producción y corre el riesgo de perder sus tierras, esas en las que lleva tres décadas trabajando. Para subsistir, junto a su esposa se dedican a la venta de productos lácteos. Mientras tanto, afuera, una cosechadora levanta el fruto de meses de esfuerzo y de los que no verá absolutamente nada.
juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano
Fotos: Roberto Zarza, ABC Color.