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César Ovilio Gómez Rivero, un uruguayo residente en Argentina y nacionalizado en España, fue el centro de un polémico caso cuando se descubrió que había formado parte de una red criminal que robó mapas incunables (impresos entre los años 1453 y 1500), además de otros documentos de gran valor histórico, de países como España, Italia, Uruguay y Argentina.
"El ladrón de mapas" se titula el libro publicado este noviembre en Uruguay por el periodista y escritor Andrés López Reilly, quien saca a la luz este tema varios años después de un suceso escasamente conocido en Paraguay.
Sin embargo, nuestro país no quedó exento del mapa delictivo de Gómez. Sus intenciones de apoderarse de antiguos documentos lo condujeron hasta el Archivo Nacional de Asunción, uno de los más importantes de la Cuenca del Plata, que este hombre visitó un par de ocasiones con la recurrente solicitud de obtener un carnet de investigador, pero, al parecer, el caso no fue hecho público por las autoridades nacionales.
En octubre de 2007, emergió su historia a la luz pública cuando descubrieron que dos mapas, de la edición incunable de 1482 de la Cosmografía de Ptolomeo, desaparecieron de la Biblioteca Nacional de España, en Madrid; entonces, resonó el nombre de un tal César Gómez Rivero como el presunto culpable. Solo una de estas obras fue valuada en 110.000 euros (lo que al cambio actual superaría los 700 millones de guaraníes).
Además, se presumía que este hombre pudo haberse alzado con 19 páginas de libros pertenecientes a la Sala de Cervantes. Ya con el escándalo encarnizado, empezó una ardua investigación de autoridades de varios países y la Interpol comenzó a buscarlo.
Los robos que se llevaron a cabo en Italia y la puesta en venta de una de las primeras versiones originales de un libro del autor argentino Jorge Luis Borges lo conectaron con el italiano Marino Massimo De Caro y el argentino Daniel Pastore, quienes habrían sido sus socios en dicho esquema.
Ese mismo mes, octubre de 2007, Gómez se entregó en Argentina y devolvió algunos de los archivos que robó de España. Allí abrieron un proceso en su contra y, aunque en Europa solicitaron su extradición para juzgarlo, esta petición fue negada.
Posteriormente, en 2012 se supo que más de 1.500 valiosos libros habían desaparecido de Italia. Este robo habría sido perpetrado supuestamente por el italiano De Caro, quien fue director de la biblioteca Girolamini de Nápoles, además de ser el presunto cabecilla del grupo que integraba Gómez.
Según se supo después, Gómez usaba unas cuchillas de afeitar, que guardaba en su estuche para lentes, con las cuales cercenaba los libros históricos y extraía solo los folios que eran de su interés.
El periodista López Reilly sostiene en su libro que Gómez, más conocido como “el negro” o “el uruguayo”, fue acusado de sustraer actas del Cabildo pertenecientes al año 1595 del Archivo Nacional de Asunción.
Entonces, es de suponer que existen rastros palpables de su visita a nuestro país. Sin embargo, ir tras las huellas del famoso ladrón de mapas no fue fácil, tanto así que al principio parecía tratarse de un cuento o un fantasma interesante; un ente que más tarde fue tomando forma de a poco...
El escándalo internacional había salido a la luz en 2007, cuatro años después de que este visitó Paraguay, en 2003 y, hasta ese momento, nadie se había percatado de ningún faltante en el Archivo Nacional de Asunción, pero como había un documento que vinculaba "al negro" con esta dependencia nacional, la Fiscalía llamó a declarar a Ramón Rolandi, entonces director del Archivo, teniendo en cuenta que dicho carnet contaba con su firma. “Fue una situación no tan agradable”, manifiesta el exfuncionario hoy al recordar aquella situación.
Sin embargo, Rolandi sostiene que, cuando se descubrió el caso, se abrió un expediente, luego de que el entonces director de Patrimonio, Ricardo Careaga, haya ordenado que se haga una búsqueda aleatoria referente a lo que el uruguayo consultó.
El exencargado del Archivo cree recordar que no se encontró ningún faltante y considera que a Gómez solo le interesaba la cartografía, razón por la cual presume que, al no hallar los mapas de su preferencia, guardados en los añosos estantes nacionales, no se alzó con nada.
En ese marco, Vicente Arrúa, actual encargado del Archivo Nacional de Asunción, tras tomar conocimiento del caso también -en un primer momento- coincide con Rolandi en suponer que Gómez pudo fracasar con su objetivo. Inicialmente, asegura que las actas del Cabildo ya estaban en muy mal estado desde esa época (2003), razón por la cual era bastante probable que solo haya accedido a copias.
Ramón Rolandi no supo decir quién estaba a cargo de la investigación en el Ministerio Público, ni recordaba con exactitud la fecha en la que César Gómez Rivero visitó su dependencia, por lo que la búsqueda fue más complicada.
A una semana de rastrear algún documento que pruebe la veracidad de esta historia, si no fuera por la declaración de Rolandi y algunos cabos sueltos, era como si César Gómez nunca hubiera pisado tierra paraguaya, puesto que casi todas sus huellas estaban borradas del plano o tal vez el ladrón de mapas fue muy cauto para no dejarlas.
En la Fiscalía no hallaron rastro documental alguno de la investigación y, en lo referente a las veces que entró o salió del país, tampoco hay coincidencias con ninguno de sus nombres ni de sus documentos en el sistema migratorio, además de no existir en la web ni los archivos alguna nota periodística de la época capaz de certificar que el caso haya sido mediático en el territorio nacional.
Gómez Rivero llegó hasta la mencionada dependencia paraguaya con el cabello claro y enrulado. Se presentó como investigador de una universidad, acompañado de dos personas, frente al entonces director del Archivo, Ramón Rolandi Torres, a quien solicitó que le otorguen una credencial con ese título.
“Casi no consultaron nada, era más bien una visita de sondeo y de tratar de conseguir un carnet de investigador. Le explicamos que acá no estilábamos a dar ese tipo de documentos, que no era nuestra política, pero él siguió insistiendo. Entonces hicimos una reunión y decidimos darle una constancia, que yo firmé”, confiesa Rolandi.
El ladrón de mapas habría alterado este documento y posteriormente lo presentó como un carnet de investigador. “Evidentemente que él transformó eso, porque nosotros le dimos una constancia”, enfatiza.
La importancia de este tipo de papeles reside en que, para ingresar a bibliotecas importantes y acceder a escritos muy añejos de gran valor, se requiere de una identificación especial, similar a la obtenida irregularmente por Gómez.
En el 2003, el uruguayo fue a la Casa de Lavalleja, ubicada en Montevideo, donde exhibió “una credencial” del Archivo Nacional de Asunción, pero lo curioso es que en este papel su identidad era distinta, puesto que le agregaba el apellido Bullrich. Eso hace sospechar que el mismo tuvo que haber estado antes en Paraguay.
En ese lapso sustrajo varios libros antiguos de la Biblioteca Nacional de Montevideo. “Uno de ellos era El Arte de la Lengua Guaraní, escrito por el sacerdote de la Compañía de Jesús Antonio Ruiz de Montoya y publicado en 1724. Se trata de una de las obras fundamentales que permitió que este idioma, hoy oficial en Paraguay, adquiriera estatus literario”, señala el escritor Andrés López Reilly en su libro. El objetivo era vender estas obras a coleccionistas en el mercado negro.
El uruguayo logró falsificar varias identificaciones: en Paraguay se hizo llamar solo con un nombre y apellido: César Gómez, apañado por un ficticio número de cédula: 30831-29-1. Además, obtuvo la otra credencial mencionada, a la que le agregó el apellido Bullrich, dato también fraudulento.
Otra prueba de ello es que en una biblioteca de Uruguay apuntó su domicilio en Punta del Este, en la calle Gorlero 429, apartamento 002, una dirección irreal. En una denuncia policial manifestó que su residencia se encontraba en la Avenida de los Molinos Nº 6 esquina Concepción del Uruguay, ubicación también falsa.
En cuanto a su aspecto real, era calvo pero acostumbraba a usar pelucas en cada dependencia que visitaba, si bien aquí en Paraguay lo recuerdan con el cabello claro y enrulado. La funcionaria de un sitio en Uruguay lo describió con una peluca afro.
Tras unas semanas de laberintos innumerables de “nada”, la solicitud de datos en la Dirección de Patrimonio, dependiente de la Secretaría Nacional de Cultura, da frutos. Fue posible comprobar que en dicha institución elaboraron el expediente sobre el hurto de documentos valiosos en el Archivo. Allí estaba adjunto el oficio fiscal que solicitaba datos para avanzar con la investigación. ¡Al fin datos exactos!
Según esta información, la causa estaba a cargo de la entonces fiscala de la unidad penal Nº 6 Teresa Rojas, ahora ministra Anticorrupción. La carátula de la causa Nº 7683/7 era “César Gómez s/ hurto” y el pedido de datos por parte del Ministerio Público al archivo se hizo el 13 de noviembre de 2007.
Al consultar con la actual secretaria de Estado, explicó que recuerda el caso, pero -por los años que pasaron- no cómo terminó. Sin embargo, se comprometió en averiguar con la dependencia fiscal, a la que también acudimos, pero como la mayoría de los funcionarios son nuevos, hasta la fecha de esta publicación, aún no habían hallado la carpeta, según indicaron.
Lo concreto es que hasta ese momento no sabíamos con precisión en qué fecha estuvo el uruguayo en Paraguay, por lo que el expediente elaborado en la Dirección de Patrimonio y que finalmente encontraron contribuyó a que podamos buscar el registro original del Archivo donde se anotó Gómez Rivero.
Esta pista nos dirigió a la certeza de que César Gómez estuvo el Archivo Nacional de Asunción el 13 de junio de 2003, se anotó con el número de identidad 1196632, dato falso para variar, y consultó la Sección Historia Volumen 12 Nº 1, un material de 180 páginas.
El director de Archivo, Vicente Arrúa, sostiene ahora, tras ver el compilado de la Dirección de Patrimonio por primera vez, que se reportó la desaparición de los folios dobles 35 y 36 correspondientes al Libro del Cabildo de la Ciudad de Asunción, que justamente "el negro" había consultado en el Archivo Nacional de Asunción.
Lo más peculiar de esta historia, además de que Gómez Rivero se llevó dos actas originales del Cabildo, es el último dato migratorio oficial que se tiene de él. Tras ser procesado en Argentina en el 2007, nunca estuvo en la cárcel, solo guardó prisión domiciliaria pero sus bienes fueron embargados y tenía restricciones de salir del país, orden que violó cuando cruzó la frontera hasta Encarnación, el 14 de febrero de 2013 a las 08:21.
El hecho motivó que una funcionaria de Migraciones de Argentina sea procesada. En ese marco, nada más en noviembre del año pasado, un medio argentino rememoraba esta historia y aseguraba que no se volvió a saber de él.
¿Por qué regresó a Paraguay? Es una de las principales dudas que quedan sin resolver. Entretanto, quien ejerció su representación legal el abogado Fernando Soto, dice hoy a ABC Color que hace años no sabe nada de él y alega que no estuvo al tanto de la ocasión en que Gómez cruzó la frontera a pesar de las prohibiciones.
Además, añade que había recibido pedidos de extradición de Uruguay y España, pero nunca de Paraguay.
Sobre su destino actual se puede decir que regresó a Argentina, donde vivía, o tal vez se quedó en Paraguay. Dondequiera que esté, a sus más de 70 años, ha de seguir paseando cerca de lugares históricos ante la mirada indiferente de una generación que nunca oyó hablar de él ni había visto antes su rostro en los diarios.
En cuanto a la situación actual del Archivo Nacional de Asunción, Vicente Arrúa dice que la digitalización de la mayor parte de los documentos reduce las visitas y consultas en sala, lo que hace que se resguarden mejor los escritos de gran valor histórico y cultural.
Además, sostiene que ahora ya existen cámaras de circuito cerrado y guardias las 24 horas para evitar que se pierdan registros importantes por cualquier motivo, aunque reconoce que ningún sistema es invulnerable.
“En un 90% ya están todos digitalizados, pero si ahora viene alguien a preguntar por un documento que no está dentro de ese 10% restante nosotros primero vamos a digitalizar para pasarle en la versión digital. Esto es desde el punto de vista de conservación”, explica.
De igual manera, sostiene que durante alguna época el mecanismo de control y de preservación no era bueno. “La documentación era prestada a los usuarios para que estos pasen en frente a fotocopiar; eso es algo inadmisible, por la forma en que el que lo va a fotocopiar lo va a tratar”, acota.
En cuanto a los documentos que se llevó Gómez de nuestro país, todavía se puede ver las copias en la versión online de la Sección Historia, aunque los originales desaparecieron literalmente del mapa, pero a estas alturas resulta imposible precisar si visitó otras importantes bibliotecas ni si logró apoderarse de más valiosos documentos de nuestra historia.