El dolor derriba la ignorancia

“Muchas veces el dolor hace que vos rompas las barreras de la ignorancia”, reflexiona José León, quien sufre de epilepsia como secuela de un derrame cerebral que tuvo años atrás. A él, la marihuana le dio un alivio que las pastillas no, afirma.

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José era un chico “normal” hasta que un derrame cerebral cambió su vida. El episodio dejó como secuela la epilepsia. Desde entonces, demasiada alegría o demasiada tristeza pueden derivar en que haya actividad anormal en la corteza de su cerebro y sin previo aviso, los músculos de su cuerpo se contraigan violentamente dando paso a lo que se conoce como una convulsión.

José ya no era un chico sano, era un sonámbulo que cargaba con una carterita a cuestas en las que guardaba sus pastillas para las convulsiones. Salir con amigos era un desafío que implicaba que lo busquen de su casa, que lo devuelvan hasta allí y que la mayor parte del tiempo fuera incapaz de mantener una conversación como una persona “normal”.

Así lo recuerda sentado en un bar de Asunción, acompañado de un grupo personas que como él, forman parte de la organización Quiero Ser Legal (QSL), que impulsa la legalización del auto-cultivo de marihuana para uso recreativo y medicinal.

“Muchas veces el dolor hace que vos rompas las barreras de la ignorancia”, dice después de contar los periplos que pasó por hospitales de aquí y de Brasil en busca de una mejoría a su condición. “Además del neurólogo tenía que consultar con un psiquiatra porque el medicamento para curar mis convulsiones me generaban cosas que hacían que tenga que tomar ansiolíticos. Uno no pierde nada por probar”, insiste y asegura que si se guiara por la cultura popular, él estaría muerto por la cantidad de marihuana que consumió.

Cuenta que cuando se enteró de los posibles efectos de la planta sobre su enfermedad, decidió probar e investigar todo lo que podía sobre el tema. Pasó así por la manteca y luego por el aceite. Hoy se mantiene con ello y asegura que no necesita pastillas. Dice que esa planta que hoy es ilegal a él le devolvió la cordura.

Ese es uno de los motivos que llevó a José a encabezar QSL, organización a la que asesora el abogado Juan Alberto Köhn Gallardo. Uno de los principales puntos es el autocultivo, explica, porque creen que esa es la forma de cortar el nexo con la mafia.

Como ejemplo, menciona José, para obtener unos pocos mililitros de aceite se necesita aproximadamente un kilo de planta, además de que se necesitan determinadas partes de la planta y en condiciones específicas.

El psiquiatra Agustín Barúa Caffarena refuerza está hipótesis al plantear que mientras no se pueda hablar con franqueza de la marihuana, mucha gente queda expuesta al narco, a la mafia, a lo ilegal. Caffarena, que conoce de los efectos medicinales, plantea que se debe hablar de la marihuana, más allá del uso medicinal. Para él, esta planta interpela a la sociedad y su mirada “moralista, puritana y de doble estándar”, para la cual está bien tomar cerveza (una droga lícita que en el siglo pasado fue ilícita), pero está mal fumar un porro.

“¿Qué pasa si no podemos decir abiertamente? Sostenemos la lógica narco, queda todo para lo clandestino y entonces queda todo para la mafia”, dice.

Hoy, el uso de la marihuana de forma terapéutica es una realidad para mucha gente, gente que como José, busca alivio, y busca que alguien atienda sus reclamos.

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