El dios del manga

Vida y obras de una de las figuras más importantes e influyentes de la cultura popular japonesa, de la animación y la ciencia ficción en general.

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Esa titánica industria de entretenimiento tiene su origen en un hombre que comenzó a dibujar en sus cuadernos de la escuela, y que se convirtió en precursor de todo un estilo artístico, en una figura nacional del Japón y en alguien de cuya fructífera imaginación salieron personajes amados por millones.

Osamu Tezuka nació el 3 de noviembre de 1928, en la ciudad de Toyonaka, en la prefectura sureña japonesa de Osaka. Desde temprana edad, una vez que se mudó con su familia a la ciudad de Takarakuza, comenzó a acompañar a su madre al teatro; el elenco que actuaba en el teatro al que iba estaba compuesto exclusivamente de mujeres, y se especializaba en musicales románticos, y esas obras serían unas de las principales influencias en su arte.

Tezuka comenzó a explorar su vocación para el dibujo hacia los 7 años, llegando a meterse en problemas en clase varias veces por eso, luego de desarrollar un gran fanatismo por el cine de animación y personajes como Mickey Mouse y Félix el Gato. A los 9 años ya había producido su primera historieta, y seguía de manera fiel las tiras cómicas de los periódicos, al punto de pedir a sus padres que se suscriban solo para eso.

Cuando tenía 11 años, uno de sus cómics comenzó a circular entre sus compañeros de colegio, llegando incluso a manos de varios de sus profesores, y adquiriendo gran popularidad entre ellos. Hacia esta edad comenzó otra de sus pasiones, una que también influenciaría de manera notable su trabajo: el estudio de insectos. En los siguientes años no paró de dibujar y de preparar libros de dibujo sobre insectos.

Durante su juventud, Tezuka contrajo una enfermedad en los brazos, y su tratamiento acabó haciendo que se convenza de que quería ser doctor, por lo que se enroló en una carrera de medicina en la Universidad de Osaka, aunque, por supuesto, siguió dibujando. De hecho, fue durante sus años de estudio que lanzó su primer manga profesional, “El Diario de Ma-chan”, aún en formato de tiras cómicas de cuatro paneles. Sin embargo, en la época ese trabajo no pagaba precisamente bien, y el artista comenzó a dudar si debería dedicarse de lleno a sus dibujos o si debería concentrarse en la medicina; fue su madre quien lo sacó de la duda diciéndole que debía dedicarse a lo que más le gustaba hacer.

Estaba decidido: Osamu Tezuka sería un artista de manga antes que nada. De todos modos, se graduó de la Universidad con un título en Anatomía Humana, y más adelante emplearía su conocimiento médico en sus historias. Nunca ejerció profesionalmente la medicina.

MANGA-NO-KAMI SAMA

A los 18 años, tras ser convencido por otro dibujante, publicó su primer manga en formato de libro: “La Nueva Isla del Tesoro”, donde comenzó a aplicar las revolucionarias técnicas que lo convertirían el auténtico patriarca del manga como es actualmente: ávido fan del cine, y en especial de las películas animadas –se dice que vio los clásicos de Disney “Blancanieves y los Siete Enanitos” y “Bambi” decenas de veces–, Tezuka comenzó a alejarse del estilo de las tiras cómicas clásicas, presentando la acción en sus historias con una sensibilidad más cinematográfica, utilizando ángulos y “movimientos” más detallados que transmitían mejor lo que ocurría en secuencias de acción.

Con esto, a diferencia del estilo clásico, que el propio Tezuka comparaba con ver una obra de teatro, el artista podía jugar con los ángulos, dar una sensación de movimiento e inclusive crear suspenso, situaciones adrenalínicas, emplear primeros planos o “tomas” panorámicas, y demás recursos propios del cine para transmitir su historia de una forma mucho más potente.

No es lo único que prestó de Disney, ya que las películas que veía no solo influenciaron su forma de presentar la acción, sino también la estética de los dibujos: los ojos grandes, una de las características más universalmente reconocidas del anime en general, son un testimonio a lo grande que aún es la influencia de Tezuka, que se inspiró en los personajes de la casa de Mickey Mouse en ese y muchos otros aspectos.

El resultado fue revolucionario, e inmediatamente emulado por la surgiente generación de artistas de manga al mismo tiempo que continuado por el propio Tezuka que, prolífico como pocos, iría a producir en total más de 700 mangas, comprendiendo más de 150.000 páginas.

A “La Nueva Isla del Tesoro” seguirían “Metrópolis” (1948), una historia que Tezuka ideó en base al póster del clásico cinematográfico de Fritz Lang del mismo nombre, aunque el artista japonés jamás había visto la película; y “Jungle Taitei” (1950), literalmente traducido como “El Emperador de la Jungla” pero conocido en Occidente como “Kimba el León Blanco”. Irónicamente, Disney, la gran fuente de inspiración de Tezuka, entraría décadas después en una controversia relacionada con “Kimba”, debido a las notables similitudes entre el manga –y su posterior adaptación a anime– y la película “El Rey León” (1991); tales eran las similitudes que el actor Matthew Broderick, que puso voz al protagonista de la película, Simba, al principio estaba convencido de que el filme estaba directamente relacionado con la serie de dibujos animados que recordaba de su infancia.

En 1952 nacía de sus manos “Tetsuwan Atom”, que iría a ser conocido en el resto del mundo como “Astro Boy”. Un ícono de la cultura pop identificable en casi todo el mundo, “Astro Boy” era la futurista historia de un robot creado por un científico que buscaba reemplazar a su hijo fallecido en un accidente; capaz de volar y con muchas otras sorprendentes habilidades, el robot se convierte en un paladín de la justicia.

El manga tuvo un fuerte impacto en Japón, pero la popularidad del personaje no alcanzaría niveles mundiales hasta que se beneficiara del resultado de la pasión de Tezuka por la animación. Inspirado por su amor a la animación occidental, el artista sabía que jamás podría contar con los recursos para realizar producciones animadas de la envergadura de los filmes de Disney, extremadamente costosos de realizar, por lo que se las ingenió para crear un sistema más económico, reciclando expresiones faciales, poses y movimientos que podían ser reutilizados, lo que significa que el proceso no solo se abarataba, sino que también se agilizaba considerablemente.

Con ese conocimiento formó el estudio de animación Mushi Productions y realizó una adaptación animada de “Tetsuwan Atom”, que se estrenó en Japón en 1963, y más tarde ese año fue adquirido por la NBC estadounidense para su transmisión en Norteamérica, donde recibió el nombre de “Astro Boy”; al igual que la estética del manga tendría una influencia permanente, lo mismo se dio con el anime; se puede decir, pues, que Osamu Tezuka es el progenitor de ambas ramas del entretenimiento japonés, y que ni uno ni el otro serían lo que son ahora sin él.

Pero Tezuka, competitivo en extremo, siguió produciendo ingentes cantidades de personajes e historias de todo tipo, género y para todo tipo de público, incluyendo más series de aventura similares a “Astro Boy” y relatos mucho más profundos, filosóficos o de temática adulta.

Entre sus trabajos destaca “Ribon no Kishi”, que en España se conoció como “La Princesa Caballero”, un manga dirigido más a un público femenino, que se convirtió en otro de los trabajos de gran popularidad de Tezuka a nivel internacional; la historia tenía por protagonista a la princesa Zafiro, quien se veía obligada a fingir ser un hombre para poder heredar el trono de su reino e impedir que el mismo caiga en las manos de un cruel duque.

La adaptación animada de ese manga hizo historia al ser el primer anime realizado en color. Esta serie, al igual que “Astro Boy”, gozó de gran popularidad en Latinoamérica -al igual que en gran parte del resto del mundo- durante décadas, y aún tiene una importante legión de fans.

En 1972 lanzaba el que sería uno más de sus altamente aclamados trabajos, “Buda”, la interpretación de Tezuka de la vida de Siddharta Gautama, la figura fundadora el budismo, y su viaje espiritual para convertirse en “el Iluminado” Buda. En 2011 el manga fue adaptado en una película animada.

Al año siguiente iniciaba otro de sus trabajos más conocidos: “Black Jack”, la historia de un cirujano que trabaja en la clandestinidad ayudando a personas necesitadas. Sus conocimientos de medicina fueron de gran ayuda al autor al momento de crear esta serie, que también contó con su adaptación animada, pero recién en la década pasada.

En 1967, Tezuka publicó el primer volumen del que llamó el “trabajo de su vida”, el manga “Hi No Tori”, conocido en Occidente como “Phoenix” (“Fénix”), un ambicioso proyecto que explora la búsqueda de la inmortalidad, representada en la forma del legendario Ave Fénix. Los doce volúmenes que componen la saga transcurren en varios períodos de tiempo, desde la pre-historia hasta el lejano futuro, cada uno conteniendo una historia separada, aunque con ciertos vínculos sutiles con los demás tomos, varios de los cuales presentaban formas muy experimentales y singulares de mostrar los acontecimientos, técnicas que hasta estos días fascinan a fans y estudiosos.

El último volúmen publicado salió en 1988, pero “Hi no Tori” nunca tuvo una conclusión definitiva. Osamu Tezuka falleció el 9 de febrero de 1987, víctima de un cáncer estomacal. No dejó ninguna nota ni documento alguno sobre cuál sería el final de la serie.

Según escribiría Takayuki Matsutani, presidente de Mushi Productions, en un epílogo de una futura reedición de “Hi no Tori”, las últimas palabras del legendario artista fueron: “Se los ruego, déjenme trabajar”.

Dejó no solo personajes e historias inolvidables, sino todo un legado auténticamente imborrable. No hay artista que se dedique a la animación del estilo japonés o al manga, sean novatos dando sus primeros pasos o veteranos de fama internacional como Akira Toriyama o Naoki Urasawa, que escape a la influencia del que es conocido como el "manga-no-kami sama", el Dios del Manga.

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