El artesano que sí tuvo tiempo

A cierta edad, es común renunciar a una esperanza. Don Víctor Cano es un artista que, después de los 70 años, no se rindió y aprendió un arte. Desde su silla en el hogar Santo Domingo, este oriundo de Luque nos cuenta su historia.

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El pasado 6 de agosto, publicábamos en la sección Crónicas Ciudadanas de ABC Color un relato de Sandra Añazco, quien junto a unos amigos fue hasta el hogar Santo Domingo, ubicado en avenida Sacramento 1.831 y Capitán Lombardo, frente a la salida principal del IPS.

En el hogar conoció a don Víctor Cano, un hombre de 74 años que se dedica a la manufactura de obsequios a partir de objetos reciclados.

Contactamos con don Víctor, quien nos contó parte de su historia. Él mismo reconoció que fue necesario omitir detalles porque sus vivencias dan para publicar un libro.

Víctor Cano fue portero del Colegio Nacional Marcial Samaniego de su Luque natal, durante 13 años. Luego, la directora de la institución educativa le comunicó que iba a pasar a retiro, por lo que debía buscar otro lugar.

“Anduve mucho. Y después decidimos ir a la campaña. Vendimos nuestra casa y fuimos para instalar un negocio. No nos salió, fue un error. Perdí a mi esposa y vine con las manos sobre la cabeza”, dijo.

Al recibir esta noticia, don Víctor fue hasta el hogar Gijón Róga, del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, en el año 2010, desde su inauguración. Allí, el hombre recordó que aprendió el arte del reciclado, aprovechando objetos en desuso para crear obras de arte. Al comienzo solo pintaba, pero luego fue adquiriendo la técnica.

Era un trabajo que a él y a algunos de sus compañeros les gustaba hacer.

“En realidad, la idea del hogar era que todos los abuelos hagan algo, lo que quieran hacer, ciertamente, para no estar ahí paraditos o todos sentados. Entonces, a mí me gustó y empecé a practicar lo que sabía. Anteriormente yo solamente pintaba”, dijo don Víctor.

Cuando se trasladó al hogar Santo Domingo, siguió haciendo lo que le gusta, ya trabajando sobre pedido. Si bien los ingresos aún son escasos, lo hace más que nada para ocupar su tiempo y por el amor al arte.

Recordó, entre risas y añoranzas, que durante su estadía en Gijón “adoptó un hijo”, que en realidad era un hombre 20 años mayor que él que estaba a su cuidado.

“Yo le llamaba hijo porque tenía 94 y yo 74. En broma decía que no le puedo adoptar porque es contra la ley. Falleció allá, tengo muchas cosas que decir sobre eso”, dijo Cano, reiterando que esta es una de las historias que podría contar en un libro.

Rememoró también su juventud y sus días de “papá del corazón”. Don Víctor tenía un hijo adoptivo a quien formó junto a la madre biológica del chico. Luego, ambos viajaron a Buenos Aires, Argentina, dejando solo a nuestro artista.

“Una vez vino ya un poco grande. Una sola vez y ya no vino más. Después me casé (con la mujer con quién viajó al interior) y tomé otra nena. Hijo propio no tengo. Ella se casó y fue a Itauguá a vivir con el esposo. Tengo un hermano en Ciudad del Este y otro en Capiatá”, relató.

Ahora, don Víctor dice que Dios le mostró el lugar donde tiene que vivir, donde comparte con los suyos, pese a que a algunos no les gusta. Si bien reconoció que sus necesidades principales están cubiertas, apeló a la ciudadanía por “un poco de pintura, la que le sobre” para darle color a sus obras.

Antes de cortar la comunicación, don Víctor les dijo a los jóvenes a modo de mensaje que no hay nada que no se pueda hacer y que hay que tener voluntad para hacerlas. Les instó a estudiar y a dar lo mejor, diciendo siempre la verdad, porque la mentira, como dice la frase, “tiene patas cortas”.

Así fue cómo don Víctor Cano, a sus 71 años, decidió aprender un oficio y no formar parte de la estadística. Hoy en día, espera a todos los visitantes que quieran ir a admirar su obra.

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