Drogas controladas: tema incómodo, pero real

Es un tema incómodo, pero aunque lo escondamos bajo la alfombra, los antidepresivos son una realidad que mejora la calidad de vida de muchos. La otra cara de la moneda: un mercado negro que refuerza el consumo en menores que los usan como droga de relax.

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“Fui al consultorio del psiquiatra. Me estoy tratando y me recetó estos medicamentos para estar mejor”.

Esta no es precisamente una frase que escuchemos con absoluta normalidad comentar a alguien sin sorprendernos. Porque, claro, no es como si alguien dijera “fui al doctor porque me engripé y tengo alergias”.

Hablar de salud mental todavía es un tema difícil de encarar, porque no se ha podido sacar del imaginario social el prejuicio de que el psiquiatra es “el doctor de los locos” y el especialista a quien solo deben acudir las personas con graves problemas mentales.

Son pocos los que se plantean la idea de que solo es una cuestión de “no sentirse bien emocionalmente” y que el malestar de la mente es tan necesario de atender como un dolor de muelas, por lo que cualquier persona puede acudir a un profesional especialista en psiquiatría sin tener que pasar por el incómodo juicio de valor ante los ojos de la sociedad, que lo considera “un trastornado”.

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Ahí es donde normalmente entra en escena la cuestión de los medicamentos controlados, que, como su nombre lo indica, deben ser administrados bajo supervisión de un profesional.

Una encuesta realizada por el Observatorio Paraguayo de Drogas de la Secretaría Nacional Antidrogas sobre la prevalencia del consumo de drogas en jóvenes escolarizados entre 12 y 18 años revela que, de 22.135 jóvenes escolarizados encuestados, el 6,1% declaró haber tomado tranquilizantes sin prescripción médica alguna vez en la vida. La misma prevalencia tanto para varones como para mujeres. Es decir, es un tema de doble filo, porque por un lado son medicinas muy necesarias para el bienestar de un significativo sector de la sociedad y, por otra parte, es peligroso que estas medicinas caigan en manos de menores o adultos que las usen irresponsablemente, manipulando su organismo y produciendo malestares emocionales que quizá no existían.

El hecho de que nadie quiera hablar abiertamente del uso extendido de los ansiolíticos y antidepresivos en la sociedad, que son recetados por médicos para un importante sector de la población que los requiere realmente por una cuestión de salud, revela la enorme hipocresía social existente, pues, mientras nos preocupamos por ocultar el incómodo tema y fingir que nadie se medica, hay niños y adolescentes que a nuestras espaldas están experimentando con sus amigos con estas pastillas, que obtienen en muchas ocasiones del botiquín del hogar.

Al doctor Charles Rodas, psiquiatra y psicoterapeuta analítico, además de docente universitario especializado en México y España, le sorprende mucho que el tabú aún sea un factor tan fuerte en la sociedad, pues el malestar social revela la necesidad que existe de estos medicamentos para mejorar la calidad de vida de millones de personas.

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“Recuerdo que en el año 1990 participaba en un evento internacional y el título de los periódicos de la ciudad de Montevideo decía 'Quinientos mil montevideanos abusan de los ansiolíticos', pero el título estaba equivocado, debería decir: ‘A pesar del malestar social, solo 500.000 montevideanos usan ansiolíticos’”, describió el doctor para demostrar cómo la problemática de los ansiolíticos se enfoca desde una perspectiva alarmista y equivocada, cuando en realidad el problema es justamente estigmatizar tanto estos medicamentos, pues así el prejuicio de la población aumenta y hace que nos olvidemos de problemas reales, como el hecho de proteger a los más pequeños de la exposición a esta medicación.

El especialista en psiquiatría considera que es preponderante para el aumento del tabú la gran “hipocresía social” que existe, porque todos niegan que consumen medicación; sin embargo, “la vida moderna, la sociedad crea fármacos para que nos reintegremos rápido al trabajo, para que suframos menos, para que otros sufran menos, pero ocultamos su uso y, a la vez, se los consigue en las farmacias sin receta. Es muy contradictorio”, opinó el psiquiatra.

No obstante, destacó que poco a poco también hay gente que admite más su uso, así como, muy lentamente, también se va perdiendo el temor al hecho de consultar con un médico psiquiatra.

Uno de los más grandes preconceptos que la gente tiende a tener es que una persona es “muy joven” para consumir tal o cual ansiolítico y que al ser mayor ya estaría ”sufriendo las consecuencias” de consumirlos.

Pero el doctor Charles Rodas explica que el problema no está exactamente en las medicinas, sino en “la medicalización de los conflictos personales y sociales en la sociedad a través de las llamadas neurociencias o psiquiatría biológica, que invade también a la psicología”.

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En este punto, dice el doctor, el problema se da cuando “el modelo de hombre desaparece y se asimila este al modelo animal”. Es decir, el médico asume directamente que el malestar emocional del paciente surge del mal cerebral “y no de las relaciones deshumanizantes en la familia y la sociedad”.

Es decir, se considera que el problema está en algo químico y físico y no que se debe a un conflicto social que se debería enfrentar y solucionar.

El doctor reconoce que en el rubro médico hay un exceso de uso de medicación en todas las edades, “porque el profesional médico no tiene conocimientos en psicoterapia y entonces abusa de la medicación incluso en los niños”, explica.

No obstante, para el profesional es una cuestión de mitad y mitad. “Los seres humanos somos dependientes de las relaciones y también de los remedios, por eso al recetarlos hay que educarlos en su uso temporal y de los efectos de su uso a largo plazo, tales como dependencia y síndrome de abstinencia”, enfatizó el médico.

Otra de las preguntas en torno al debate es: ¿Hasta qué punto algunas personas necesitan realmente consumir ciertos “estabilizadores de ánimo” y hasta qué punto la gente los está usando con una dependencia que ya puede ser perjudicial? A esto, el médico responde que hay “una ceguera o ignorancia en la psiquiatría actual de ver trastornos bipolares por todos lados”. Un factor preponderante, dice, también es la presión de la industria farmacéutica, lo que deriva en que el doctor proporcione a los pacientes una “polifarmacia”, con graves riesgos para la salud física, como la obesidad, la alteración de azúcares y lípidos, etcétera.

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Otro aspecto un poco más enmascarado del uso de los ansiolíticos tiene que ver con el que se proporciona a pacientes que van a consulta con el clínico por malestares físicos como la migraña.

Al ser consultado a qué se debe que se administren drogas controladas para malestares como estos que deberían ser comunes, el médico explica que “la presencia de componentes psicológicos, no orgánicos, en las dolencias actuales son muy altas, y el médico general no está preparado para abordar esto. A veces no tiene tiempo por la presión de la agenda de consultas y otras porque no le interesa, entonces se usa los tranquilizantes para paliar la ignorancia”, reconoció el doctor Rodas, al tiempo de añadir que “el abuso de estas medicinas es un grave problema de salud pública y la acción perjudicial de los médicos es importante”, admitió el psiquiatra.

Otra de las clásicas preguntas es: ¿Cuál es la diferencia entre un ansiolítico y un antidepresivo?

El especialista en psiquiatría explica que la ansiedad “es un estado de tensión interna que se expresa en la mente y el cuerpo”. Para esta condición, “los ansiolíticos o tranquilizantes son efectivos, pero su uso crónico crea dependencia en forma de tolerancia, lo que quiere decir que cada vez deben de consumir más para el mismo efecto. Luego viene el síndrome de abstinencia, en el que si el paciente abandona el uso se presentan molestias”, cuenta el profesional.

Pero, por supuesto, no es necesario llegar a este extremo, y todo se puede evitar con una consulta periódica y un control exhaustivo de la medicación por parte del médico, a quien se debe obedecer exactamente en cuanto a la forma de administración.

“Los antidepresivos actuales de segunda generación son buenos ansiolíticos y mejoran el estado de ánimo. En la práctica los usamos también para ansiosos crónicos”, explica el doctor.

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Dos de los medicamentos más comúnmente recetados por los profesionales y, según nos cuenta el médico, tienen un uso extendido en la sociedad.

“La paroxetina es un antidepresivo de alta potencia ansiolítica y los usamos en ansiedad aguda como el estado de pánico o en las depresiones con contenido ansioso”, dice el médico, quien explica que esta medicación es efectiva pero tiende a aumentar el peso.

Por otra parte, el clonazepam es un ansiolítico que se usa como inductor del sueño “o para iniciar el tratamiento de estados de pánico en su primer mes y luego vamos dejando solo antidepresivos”, señaló el profesional.

Ahora, ¿pueden los estabilizadores de ánimo ayudar al cerebro a segregar ciertos químicos que nos son necesarios cuando no los producimos naturalmente? Y, ¿en qué casos es realmente correcto utilizar estos compuestos?

El psiquiatra explica que la primera opción siempre debe ser buscar la manera de segregar estas sustancias químicas positivas para la salud naturalmente. “Reír, bailar, estar en contacto con la naturaleza, hacer actividad física, etcétera. Por supuesto, en caso de que sea necesario porque el organismo está atravesando por un momento de crisis en que no produce estas sustancias, allí entra a tallar la función específica de los medicamentos psicofarmacológicos”, puntualiza.

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Esto, según el especialista, se debe a la rapidez con la que vivimos, las exigencias de la vida y los estimulantes, ya sean legales y no, que alteran el estado de ánimo. Es por eso que todo se debe hacer con el seguimiento de un especialista. De lo contrario, es peligroso.

Si bien se tiene el preconcepto de que el psiquiatra es un “coctelero” que solo te receta medicamentos, el doctor Charles Rodas es de la política de que primero se deben resolver los conflictos a nivel emocional y social. “Las personas hoy manipulan su cuerpo como si fuera una máquina de experimentación y eso hace que aparezcan síntomas que semejan enfermedad mental y muchas veces ni siquiera lo son”, dijo el experto.

Vencer la ignorancia. ¿Qué responden los especialistas al famoso prejuicio sobre que el que se medica con antidepresivos es “loco”?

Rodas se limita a decir que esto se trata simplemente de ignorancia. “Cuanto más rápido cambia la sociedad, menos podemos tener hábitos y no podemos establecer relaciones duraderas, por lo que somos más sensibles a las pérdidas. La depresión es simplemente la respuesta humana a la velocidad de los cambios en la sociedad”, explica el psiquiatra, al tiempo de argumentar el motivo principal por el cual se debe vencer el prejuicio de sentir temor a asistir al consultorio del psiquiatra. “Los locos solo vienen a la consulta traídos por sus familiares, el que reconoce que se encuentra mal y pide ayuda es el cuerdo”, enfatizó el doctor.

En conclusión, una realidad innegable para el especialista es que en la sociedad actual en que vivimos es cada vez más necesario el uso de ansiolíticos. “Sin ninguna duda, porque el modelo social productivo está centrado en la producción a través del trabajo y no respeta los espacios en que el hombre se humaniza. La familia, el trabajo, todo se precariza, se vuelve inestable y cambiante y eso genera ansiedad”, explica el doctor.

Graciela Barreto, directora del Observatorio Paraguayo de Drogas de la Secretaría Nacional Antidrogas, nos brindó datos interesantes sobre un estudio comparativo realizado con otros países, que muestra que ya desde hace años somos uno de los líderes del “ránking” de mayor consumo de tranquilizantes sin receta médica.

“Tristemente, los adolescentes entre 14 y 16 años son consumidores asiduos sin receta médica. Lo peor es que cuando le preguntábamos cómo consiguieron su primera pastilla decían que encontraron en la casa”, contó Barreto.

Para la directora es urgentemente necesario “llevar la línea sobre el tema de la automedicación peligrosa”.

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“La contradicción está en que estamos hablando de una sustancia que para cierto tipo de población hace falta, porque son medicamentos que actualmente ayudan muchísimo a combatir cuadros clínicos de ansiedad y depresión”, explica la funcionaria.

Justamente por eso es tan importante para la Senad erradicar la comercialización en el mercado negro de este tipo de medicamentos. “Lamentablemente, hoy día en el interior se consigue hasta en la macatera estos tranquilizantes. Tenemos ciudades de frontera y zonas rurales que ya están expuestas al uso”, dijo la directora del Observatorio.

Las encuestas que maneja el observatorio dicen que seis de cada 100 menores escolarizados encuestados tomaron tranquilizantes sin receta médica. De esta clasificación, mayormente son las mujeres las que consumen más, por lo que se la conoce como “la droga de las mujeres”.

De estos jóvenes escolarizados encuestados, el 2% declaró que usa habitualmente ansiolíticos, que actúan sobre un sistema químico llamado GABA (ácido gamma-aminobutírico). Es un neurotransmisor ampliamente distribuido en las neuronas del córtex cerebral que desconecta de las tensiones.

Barreto nos cuenta que la Senad se basa en tres niveles de trabajo: la prevención del uso de drogas problemáticas (consumo de sustancias y tranquilizantes menores), el trabajo con grupos de adolescentes y docentes (en los que también es bastante alto el consumo) y las charlas con grupos de padres con los que difunden la información de la manera más práctica posible.

Otra área estratégica de la Senad es la Dirección de Control de Fármacos, que se encarga de ejercer un control a las asociaciones de químicos y farmacéuticos del Paraguay.

En esta dependencia se ejerce un control estricto de las recetas que llegan a cada farmacia por parte de personas que compran un medicamento controlado y se verifican las planillas de manera a que todas las ventas se hagan en el marco de lo legal.

Lamentablemente, existen muchas trampas e irregularidades en las mismas farmacias con respecto a la comercialización de medicación controlada.

Lourdes Santacruz, directora de Registro y Fiscalización de la Senad, nos revela que en los análisis documentales que realiza se encuentra muy frecuentemente con farmacias que remiten sospechosas “cantidades descomunales” de recetas de ciertos medicamentos controlados, como el clonazepam o el disomnilán.

Allí es donde entra en escena su trabajo, pues debe verificar minuciosamente la presentación del informe mensual de las farmacias, que remiten en planillas copias de las recetas de medicinas controladas que han vendido.

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Santacruz nos comparte una de sus experiencias en la labor, al recordar que el año pasado, durante sus controles se percató en un seguimiento sistemático de cuatro meses de que la farmacia en cuestión solo en el mes de mayo vendió 196 cajas de disomnilán, un fármaco hipnótico controlado.

Continuó el seguimiento y, en el siguiente mes, la misma farmacia le reportó la venta de 576 recetas de disomnilán. En ese momento, la alerta se encendió para la directora, que terminó de corroborar la irregularidad cuando al mes siguiente le reportaron 734 recetas, una cantidad extremadamente exagerada de medicación controlada.

“Fui apartando y controlando estas recetas y luego comprobamos que el número de cédula, por ejemplo, no coincidía con los datos del paciente que se tenían en las planillas. Tampoco coincidía la firma del médico con el registro de firmas del Ministerio de Salud”, explicó la directora.

“Así pudimos detectar la falsificación del contenido de estas recetas. De esa forma están operando para comprar supuestamente de forma legal de una farmacia y vender luego las pastillas en el mercado negro”, contó.

Muchas son las ocasiones en que involucran en vano incluso al médico, que en algún momento de su vida recetó un medicamento controlado, y las personas dedicadas a traficar en el mercado negro realizan innumerables copias de esta misma receta, falsificando firmas de maneras, al decir de la propia directora de fiscalización “hasta ridículas, porque ni siquiera se toman el tiempo de hacer una buena imitación de las firmas”.

En cuanto a los sellos de los médicos, esto es más preocupante aún, porque se pueden adquirir en cualquier lugar y ni siquiera te piden identificación para corroborar la identidad.

Es muy común en los operativos realizados por los agentes dedicados al desmantelamiento del microtráfico encontrar en los sitios de allanamiento, además de las típicas drogas ilegales, también cantidades considerables de pastillas de clonazepam, alprazolam y disomnilán.

“En el mercado negro, la venta se hace a G. 10.000 o a G. 15.000 la dosis (cada pastilla)”, cuenta la directora de Fiscalización. Por supuesto, con una receta legal y en una farmacia el costo de la medicación es mucho más reducido, pero en el marco de la ilegalidad se abusa al máximo con los precios para generar ganancias.

Santacruz explica que desde la Dirección de Registros se hace la fiscalización primero documental y luego, en conjunto con el Ministerio de Salud, se procede al control de las farmacias

La parte operativa y represiva la hacen los agentes de la División de Microtráfico, a través de incautaciones y allanamientos de drogas.

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Santacruz es honesta al decirnos que llegar a hacer un trabajo de incautación grande y darle un golpe contundente al mercado negro de los medicamentos controlados tomará aún mucho tiempo, “porque no es solamente intervenir una farmacia, no está solo ahí la problemática, sino en el comprador, en el que distribuye. Es toda una red”, manifiesta.

Es por eso que considera que una de las primeras salidas sería la conciencia, que debería comenzar, aunque suene trillado, por la casa. “Los responsables en el hogar son los padres o demás adultos. Estos son los que comúnmente dejan estos medicamentos al alcance de los menores y generalmente empiezan a consumirlos así”, dice la entrevistada.

La funcionaria de la Senad recuerda que la pena privativa de libertad por microtráfico es de 5 a 15 años, sin importar que se esté traficando cocaína, marihuana o tranquilizantes menores. Es decir, no disminuye la expectativa de pena porque la persona alegue que solo estaba comercializando una pastilla legal. “No hay diferencia si distribuís cocaína o si distribuís clonazepam; igual sos microtraficante”, aclara la entrevistada.

Además, quienes se dedican a falsificar recetas para obtener ansiolíticos se exponen a ser juzgados por el delito de producción de documentos de contenido falso, lo que supone la intervención directa de la Fiscalía.

Los sitios que se pueden definir como un auténtico “mercadillo” de circulación de ansiolíticos y antidepresivos son las penitenciarías. “Ahí es donde más tenemos esa lucha y, de hecho, las personas ya están presas por otros delitos, por lo tanto es difícil, pero en cada operativo se incautan numerosas pastillas”, cuenta Santacruz.

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