¿Dividendo o desperdicio?

El "bono demográfico" que posee hoy el Paraguay es un “atractivo” que se viene mostrando, a propios y a extraños, como un "gran atractivo". Sin embargo, el tema encierra también un lado extremadamente preocupante que requiere de urgentes políticas.

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Una definición sencilla dice que “bono o dividendo demográfico” es un fenómeno que se da cuando el volumen de la población en edad de trabajar, que se ubica entre 14 y 59 años, supera a la población dependiente (niños y ancianos).

Por ende, una mayor proporción de población en edad productiva representa menor carga para la sociedad y también es la que ayuda a impulsar el crecimiento económico, pues al estar trabajando, genera productos, ingresos y acumulación de capital.

Según datos de la Dirección General de Encuestas Estadísticas y Censos (DGEEC), en el Paraguay en 1950 la población comprendida en 0 a 14 años (infante en dependencia) representaba el 43,8% del total, la de 15 a 64 años (en edad productiva activa) representaba el 52,5% del total, y la población de 65 años y más representaba el 3,7% del total (población adulta mayor en dependencia).

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De acuerdo a las estimaciones y proyecciones de población, Revisión 2015, de la DGEEC, para el año 2012 pasaron a representar 31,9%, 62,5% y 5,6% respectivamente.

Así las cosas, la pirámide poblacional al año 2012 define a Paraguay como un país joven, cuya población está principalmente concentrada en la edad activa: de cada 10 habitantes, 3 tenían de 0 a 14 años, 1 tenía 65 años o más, y 6 formaban parte de la franja etaria de 15 a 64 años de edad, franja identificada como la potencialmente activa; más aún, de estas 6 personas, 3 estaban en el rango de 15 a 24 años de edad.

Estadísticas y Censos proyecta que hasta el año 2025, Paraguay “seguiría” con esta característica, por lo que, es innegable que hay una oportunidad concreta de bono demográfico que ha comenzado a materializarse, pero también hay que tener en cuenta otra serie de variables, como la reducción de la natalidad.

Nuestro país es una "ventana de oportunidad única e irrepetible", pero sin "estrategias claras", puede ser el mayor desacierto de la historia del Paraguay, advierte al respecto el joven abogado Rodrigo Medina, director ejecutivo de Acción Paraguay.

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Dice que si esta población joven no cuenta con formación académica y laboral adecuada para desarrollarse e insertarse en un empleo de calidad, se producirán grandes masas de subempleados, desempleados y, en algunos casos, de migrantes que dejan de aportar sus esfuerzos y conocimientos a la economía del país, aumentando la pobreza y la vulnerabilidad.

Medina advierte igualmente que el costo social de no aprovechar el bono demográfico será “muy elevado”, ya que en los próximos años el volumen de población que actualmente está en edad de trabajar envejecerá y disminuirá la generación de reemplazo. “Con lo cual habrá una alta demanda de sistemas de salud, seguridad social, cuidados y seguridad económica con estructuras familiares más reducidas”, enfatiza.

Añade que será una gran presión para el Estado, que deberá generar los recursos suficientes para proveer calidad de vida a las generaciones de personas mayores venideras, en especial a quienes no acumularon en su trayectoria laboral, a través de un empleo formal, un mínimo de años para acceder a una jubilación plena.

 

En opinión del joven profesional, hay una “deuda histórica” del Estado en cuanto a políticas públicas para la juventud. “Los jóvenes son mayoría en el Paraguay, casi el 60% de la población joven es menor de 30 años, pero tenemos 1.100.000 adolescentes y jóvenes fuera del sistema educativo y solo se invierte el 2,8% del PIB para este sector”, asevera.

No obstante, cree que el próximo gobierno tiene la “brillante oportunidad” de cambiar la tendencia. Acota que es urgente invertir en la infancia, adolescencia y juventud, con igualdad de género. Afirma que esto se debe traducir en políticas públicas a través de una mejora en la educación con énfasis en ciertos sectores, disminución de los riesgos asociados a la salud.

Asimismo, estima que las autoridades deben llevar adelante un “trabajo arduo” sobre las vulnerabilidades de los jóvenes, como los vicios y las drogas, oportunidades de acceso al mercado laboral en condiciones dignas y un modelo de desarrollo basado en actividades económicas que oferten puestos laborales formales, de calidad y bien remunerados.

“Así podríamos aprovechar nuestro bono demográfico, traer al país un crecimiento económico y una inserción en la economía mundial. Es decir, aprovechando nuestro dividendo demográfico, tendremos una base sólida para capitalizar la producción obtenida de la población joven a largo plazo”, sostiene.

En este contexto, Rodrigo Medina comenta que el Plan Nacional de Desarrollo (PND 2030) incluye cuatro acciones directas, y otras que sin contener mención explícita afectan a la juventud: 


• Promover la inserción laboral de jóvenes, la capacitación, la oferta de pasantías laborales remuneradas, el emprendimiento y la inclusión de jóvenes al mercado laboral formal para que tengan la oportunidad de desarrollar sus capacidades laborales y/o promover sus propios emprendimientos, con el fin de aumentar sus ingresos laborales. 


• Lograr la inclusión socioeconómica de jóvenes a través de un modelo de intervención social que permita el desarrollo personal y comunitario a partir del acceso a ayudas económicas a estudiantes para educación, formación y capacitación laboral, prioritariamente a los jóvenes en condición de pobreza y vulnerabilidad. 


• Fortalecer la participación de los jóvenes en las políticas públicas, desde un enfoque de descentralización y de trabajo en territorio, a fin de articular políticas de juventud y políticas públicas sectoriales con los organismos y entidades del Estado competentes para la atención de las necesidades de la población joven. 


• Incorporar oportunidades de formación y desarrollo de habilidades tecnológicas vía plataformas de aprendizaje en línea que promuevan la interconexión global. 


El "gran desafío" no está solamente en el activo demográfico, sino en políticas de Estado para formalizarlos, y en educación, trabajo decente, salud, sostiene -por su lado- el Dr. Pedro Halley Merlo, gerente de Prestaciones Económicas del Instituto de Previsión Social (IPS).

Señala que la actual generación de paraguayos y la que está  por venir están llegando en condiciones "totalmente diferentes", con una “carga tecnológica” 100 veces superior a las anteriores, y ya son “ciudadanos globales”.

Alerta que estas personas vienen con unos requerimientos educativos “absolutamente diferentes” de la educación formal vigente en nuestro país, que -quizás- ya no les va a servir. “Hay que preparar para ellos una educación diferente que ni imaginamos todavía, basado en la tecnología”, enfatiza.

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Sobre el punto, advierte señala que, si se pretende meter estos nuevos fenómenos dentro de la formalidad laboral y de la seguridad social que hoy conocemos, “vamos a fracasar con ese bono demográfico”.

Agrega que la formalidad laboral que hoy se conoce consiste en “trabajo decente”, que implica ocho horas laborales, contrato escrito, seguro social, un empleador, aguinaldo, vacaciones, etc. “La modalidad laboral que esta gente va a exigir no es la clásica que hoy existe. Va a trabajar desde su casa, se van a asociar para trabajar como microempresas altamente tecnológicas, pero sin relación de dependencia”, indica.

Halley alerta que la formalidad que hoy conocemos se va a acabar en 15 años, más o menos. De hecho -dice- hoy ya existen trabajos en los domicilios, y eso es un gran desafío para la seguridad social.

“La Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) señala que en materia de salud, por ejemplo, ya ha comenzado a cambiar, donde la medicina está singularizada, en el sentido de que no se le da a todos la misma droga, y gracias a la tecnología médica establece que a cada asegurado se le de una composición precisa”, resalta.

Señala que eso mismo va a ocurrir en el sistema de pensiones, porque no es lo mismo la historia laboral de aporte de una persona y de otra, que ya no van a tener los mismos beneficios, la misma edad de retiro o la misma tasa de restitución.

En esa misma línea, menciona otro problema que “no se ve mucho”: el acelerado envejecimiento de la población mundial, donde el concepto que se introduce es el “envejecimiento activo”, en un mundo con personas de la tercera edad, que se retiran a los 60 años, pero viven hasta los 80 y 85 años. “Esto hace que los sistemas de pensiones no sean sostenibles en el tiempo”, advierte.

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Por otra parte, -prosigue- el costo de la salud que se le tiene que dar a cada vez más a franja etaria se duplica cada 10 años. “Si hoy un adulto mayor cuesta al sistema US$ 10.000 al año, en 10 años costará US$ 20.000, en 30 años US$ 40.000, y así sucesivamente el costo aumente exponencialmente”, dice.

Halley comenta que Paraguay tiene un envejecimiento activo bastante elevado, dado que hoy existen 700.000 adultos mayores (con 60 años y más; 10% de la población total), de los cuales solo 110.000 tienen seguridad económica, y 590.000 nada tienen, pero dependen de que Tekoporâ les de G. 400.000 mensuales, o que algún pariente les sostenga, “y eso es tercera edad abandonada”.

El alto funcionario de la previsional indica igualmente que, según la pirámide poblacional tradicional, actualmente en la base hay mucho jóvenes, edad media y pocos adultos, que en países que ha pasaron por este proceso, y por donde nuestro país también va a transitar dentro de 15 ó 20 años, se vuelve como un cántaro: Baja la tasa de natalidad, baja la tasa de mortalidad en los adultos mayores, y se engrosa la edad media (no productiva).

Ante este gran desafío del actual bono demográfico, Halley sugiere que los próximos gobiernos generen políticas públicas para incorporar a esa gran masa que, a su vez, vienen con sus nuevos desafíos, para que no terminen siendo una carga en su vejez.

El funcionario concluye que es urgente que los paraguayos aprendamos a mirar estos temas “más allá de un periodo presidencial”, o de la transición de dos gobiernos.

“Tenemos que hacer un pacto social en educación, salud, trabajo, seguridad social, etc., tal como lo hicieron países como Uruguay y España, con el fin de establecer y mantener un eje estratégico invariable de un gobierno a otro”, subraya Halley Merlo.

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