De la chacra al Defensores

Seguramente no es la única, pero la historia de Dionisio Mereles, defensor del Deportivo Santaní, merece un reconocimiento especial. De chico trabajaba en la chacra con su padre, soñaba ser futbolista profesional y con mucho sacrificio llegó a la meta.

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La vida siempre pone pruebas, cada uno se traza metas y para vencer siempre hay que tener el valor de la perseverancia y las ganas de no rendirse ante las adversidades que nos presenta el día a día.

Fiel prueba de ello es Dionisio Mereles Ovelar, quien cumplió su gran sueño y orgulloso cuenta su historia, sus vivencias y todo lo que le costó escalar hasta el lugar donde está. De niño, en Belén (departamento de Concepción) él soñaba con ser un futbolista profesional, jugar en un estadio de Primera y que su nombre fuera relatado por radio y televisión.

Soportando diversas dificultades, lejos de su familia, muchas veces con la soledad como única compañía, Dionisio pudo salir adelante, no se dejó vencer por nada y hoy vive de la profesión de futbolista.

Actualmente es jugador de General Díaz, pero está jugando a préstamo en el Deportivo Santaní, equipo recién ascendido y que es una de las gratas revelaciones tras las dos primeras fechas del torneo Apertura.

Dionisio cuenta que era de los chicos que se escapaba de su casa para ir a jugar fútbol en la canchita de su pueblo. “A veces tenía que cuidarle a mi hermanito, pero igual le dejaba y a escondidas me iba a jugar. Desde chico era así”, cuenta entre risas el zaguero de 28 años.

A diferencia de muchos niños de ahora que solo se dedican a estudiar y a entrenar, en su infancia, Mereles tenía que trabajar y ayudar a su familia. “Me levantaba a las 4:00 de la mañana detrás de mis padres para hacer las cosas. Primero me iba a vender leche por el pueblo, tenía que ir como 3 kilómetros. A esos de las 7:00 o las 8:00 tenía que llevarle la matula (comida para llevar al trabajo) a mi papá y ahí ya me quedaba a trabajar con él. Hasta ahora tengo callos cuando carpía y me siento muy orgulloso de eso”, contó el defensor del Águila cedido a Santaní.

Su inicio fue justamente en Belén, luego fue seleccionado para jugar por un club llamado Nanawa, que quedaba en la ciudad de Concepción, a unos menos 20 kilómetros de donde él vivía. Confiesa que muchas veces no tenía dinero, “hendy (situación difícil) era legalmente en esa época” y por ello en varias ocasiones iba en bicicleta, “ni ahí como las bicis de ahora, era la antigua bicicleta y no era con cambio”, aclara. “Tenía que recorrer 20 kilómetros de tierra colorada. Además para sobrevivir y seguir entrenando trabajó en un restaurante como mozo, limpiador ere erea (de todo)”, confiesa.

Luego de jugar por la selección de Concepción, Mereles sentía la necesidad de ir más allá de jugar en su ciudad o su departamento. Fue invitado por su hermano mayor Isidro Mereles para probar una aventura por el fútbol capitalino.

Vino a probar a Tacuary, donde estuvo en la Reserva y sin muchas oportunidades decidió ir a jugar en la Primera C, en Atlántida. Aunque ahí si tuvo participación, la situación era difícil y entró a trabajar en una conocida empresa de venta de empanadas (Don Vito). “Vendía empanadas, limpiaba la cocina”, cuenta. Cuando ya estaba por abandonar su sueño, pues las oportunidades eran cada vez menores en el fútbol y ya había decidido volver a Concepción, hasta que llegó un amigo y lo llevó a probar en General Díaz. Quedó seleccionado, estuvo un buen tiempo en Reserva y tras un buen tiempo, Julio Javier Doldán lo hizo debutar.

De ahí prácticamente no soltó la titularidad y estuvo muy cerca de ascender con El Águila, que perdió en el repechaje ante el 12 de Octubre. Al año siguiente fue a Sol de América por pedido de Carlos Jara Saguier, quien dirigía el unicolor en ese entonces con figuras como Iván González, Wilson Pittoni, Esteban Ramírez, “Pájaro” Benítez, entre otros.

No tuvo la posibilidad de debutar, si de ir como suplente y decidió volver a General Díaz, que lo volvió a prestar después al 3 de Febrero, club con el que oficialmente debutó en Primera División y otra vez bajo la dirección técnica de Jara Saguier. Nuevamente volvió a lo que ya era su casa, el club luqueño del kilómetro 12.

Con mucha continuidad, “Jony”, como lo conocen sus allegados, logró ascender a Primera con el Águila, consiguiendo hazañas como ganarle a los grandes e incluso jugar la Copa Sudamericana del año pasado. Mereles recuerda aquella épica jornada en que General Díaz, vestido de naranja ese día logró vencer a Olimpia en unos de sus primeros partidos en Primera.

Todos recuerdan el llanto del zaguero, pero hasta ahora nadie supo el motivo de su desconsolado llanto. “La gente cree que yo ese día lloré porque le ganamos a Olimpia, pero te cuento la verdad: Yo tenía ya el tobillo destrozado, apenas me paraba y ya no teníamos cambio, encima tenía que aguantarle al 'Tanque' Ferreyra, que estaba en su mejor momento. Sinceramente el dolor era demasiado intenso que me hacía llorar en el partido. Encima lo que definitivamente me quebró fue cuando escuché a mi madre. Seguro van a decir cómo la iba a escuchar, bueno te explico, cuando era chico yo me iba a jugar fútbol por ahí a escondidas y mi mamá me llamaba con un silbido particular, sí o sí tenía que irme a casa o sino iba a ligar. Bueno, en el estadio escuché ese silbido y era como signo de apoyo de parte de mi mamá, no pude controlarme sinceramente la emoción me ganó y no aguanté las lágrimas”, comentó sobre lo sucedido aquella histórica jornada en Sajonia.

El zaguero cuenta que de niño le hizo una promesa a su madre, que era la de ser un futbolista profesional y que saldría en los programas deportivos, para lo cual ya practico de muy chico. “Recuerdo perfectamente como si fuese ayer. Me levantaba con mi mamá muy temprano a ordeñar a la vaca y yo le decía que iba a ser jugador y que me pregunte cosas como periodista, incluso simulaba con una cámara. O sino a veces me ponía frente al espejo y va practicaba como hablar con la prensa... Capaz sean macanadas pero son cosas muy lindas que uno recuerda. Por eso mi mamá cuando me ve jugar se pone a llorar porque cumplí mi sueño y mi promesa”, confiesa muy emocionado el defensor de Santaní.

Sobre su condición económica actual, cuenta que “no gano demasiada plata pero no me puedo quejar, el fútbol me dio mucho”, asegura. Ademas dijo que todo lo que ganó como futbolista lo ahorró para momentos complicados; ahora se compró un casa propia, para ello tuvo que vender su auto, pero está seguro que rápidamente lo repondrá.

Aunque recién comienza el torneo, Dionisio Mereles se ganó un lugar como titular en el sorprendente Santaní y sueña con que realizando una buena campaña pueda ir escalando hasta llegar a los clubes grandes. “Es la meta de todo jugador. Le prometí a mi hijo que aún no nació que me vería algún día jugar en un club grande, para eso uno se mata día a día en la prácticas y ojalá pueda seguir cumpliendo sueños y promesas”, sentenció.

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