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En todas las casa, oficinas, parques o plazas hay fluorescentes y focos de bajo consumo instalados, principalmente por esa característica: “el bajo consumo de electricidad”. La cantidad es incalculable. Sin embargo, en este contexto también vemos diariamente por las calles cientos de estos elementos tirados, quebrados y los vidrios esparcidos.
Sobre todo esto hablamos con Rubén Figueredo, quien es ambientalista investigador y presidente fundador de la Fundación Itá Enramada, una organización sin fines de lucro creada hace 20 años en la que se hace el proceso de recolección y administración de la “basura tecnológica”, como el propio Figueredo manifestó.
Figueredo señaló: “Nosotros hicimos una investigación y es incalculable la cantidad de fluorescentes que están en funcionamiento y nadie hace nada; solamente tiran, rompen y eso tiene un sustento científico que indica que no se debe romper”. Agregó que esta situación se da porque “en nuestro país el principal problema es el desconocimiento”.
La peligrosidad radica en que dicho elemento contiene polvo de mercurio (símbolo químico Hg), metal noble altamente tóxico para la salud del ser humano, que cuando explota ese polvillo se esparce por el aire y al inhalarse, este se interna en el organismo y como todo metal es difícil de que sea despedido; además es acumulativo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mercurio puede ser tóxico para los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel y los pulmones riñones y ojos. Además está presente en pilas, termómetros y barómetros, lámparas de cierto tipo, amalgamas dentales, algunos productos cosméticos y también farmacéuticos.
El mercurio, una vez que haya sido liberado en el ambiente, puede mezclarse con ciertas bacterias que en el proceso pueden transformarlo en metilmercurio. Este elemento a su vez se fija en ciertos organismos que hay en el entorno, lo que se denomina “bioacumulación”, por lo general los peces son los más expuestos están.
El ser humano puede estar expuesto también al mercurio en cualquiera de sus formas – elemental o metálico; inorgánico -en exposición por ciertos trabajos- y orgánico -vía alimentaria-; dependiendo de estas se ve el grado de toxicidad, pero las maneras más comunes de exposición es por la comida y la inhalación.
Los factores determinantes de la toxicidad son la forma en la cual se encuentre el elemento y con el que esté en contacto la persona; además de la dosis, la edad del ser humano y periodo de desarrollo, el tiempo al que estuvo expuesto y la vía.
Se manejan dos grupos vulnerables: el primero incluye a los fetos que si tienen una exposición intrauterina al metilmercurio pueden afectarles en la parte cognitiva, lenguaje y aptitudes motoras; el otro grupo incluye a las personas que se exponen sistemáticamente al elemento, por citar un ejemplo los pescadores. Todo esto, según la OMS.
Volviendo al caso de los fluorescentes o focos de bajo consumo, debido a que “no se ve el polvo cuando se rompe, cuando se cae y se rompe un fluorescente, la recomendación es retirarse del lugar donde se rompió por lo menos 20 minutos” para de esta forma evitar la inhalación del elemento químico, comentó.
En ese sentido, destacó Figueredo: “Lo recomendable es reciclar los fluorescentes”. Comentó que “hace 10 años una empresa privada trajo una máquina que puede reciclar gran cantidad de fluorescentes por hora, que está tirada y parada. No se pudo llegar a un acuerdo con la Municipalidad para procesar”.
Esta máquina -según explicó el presidente de la fundación- “absorbe el fluorescente, adentro hace la separación del metal (aluminio), el mercurio y el vidrio para convertirlos en materia prima reutilizable que después se vuelve a vender”.
“La recolección de basura selectiva debería ser una de las prioridades por parte de la Municipalidad” porque el aire que respiramos es de todos, no solo de unos cuantos, subrayó Rubén Figueredo. Además se puede agravar la situación cuando el químico llega a tocar el agua, pues el mismo se evapora con el líquido y cae nuevamente con las lluvias.
Así también Figueredo comentó que actualmente la organización ya cuenta con licencia de la Secretaría del Ambiente (Seam) para poder proceder a la cogida de pilas, fluorescentes y demás elementos tóxicos para su disposición final.