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“En mi cabeza, recuerdo una promesa que Edelio me había hecho en el último cumpleaños en que estuvo con nosotros”. Al otro lado del teléfono, la voz de don Apolonio parece quebrarse mientras recuerda que han pasado ya tres años desde la última vez que su hijo Edelio pudo compartir un cumpleaños con él.
Para un poco. Respira hondo y sigue hablando. En el fondo, se escuchan las voces de alguno de sus nietos que llegaron a saludarlo por su cumpleaños número 56. “De a poco está llegando la familia”, cuenta don Apolonio en guaraní.
Habla pausado, tranquilo, pero aún así no consigue esconder la aflicción que le oprime. No es para menos. Don Apolonio es el padre del suboficial de Policía Edelio Morínigo (26), quien se encuentra en poder del grupo criminal autodenominado EPP, una banda que comenzó a operar desde hace aproximadamente dos décadas y que estableció la zona norte de la Región Oriental del Paraguay como el epicentro de su accionar, en particular los departamentos de San Pedro y Concepción.
De hecho, Edelio fue capturado por los criminales mientras se encontraba de cacería con un grupo de amigos en una zona boscosa de la localidad de Arroyito, considerada uno de los puntos de mayor influencia del grupo criminal. Cuando los tomaron, los miembros del EPP decidieron soltar después de algunas horas a casi todo el grupo, salvo al suboficial y le advirtieron a sus amigos que no debían dar aviso a la Policía pues él se quedaría un poco más y luego también sería liberado.
De aquel día han pasado ya casi dos años. Para ser más precisos, han pasado ya 585 días desde la jornada en la que Morínigo cayó en manos de los criminales, que en aquel entonces ya tenían secuestrado al joven Arlan Fick. Además, el de Edelio rompe cada día su propia nefasta marca como el plagio más largo en la historia de Paraguay.
Así, el grupo criminal se anotaba algunos “récords”, por llamar de alguna manera al historial de delitos que llevan: por primera vez cometían un secuestro doble y era la primera vez en la que tomaban como rehén a un efectivo de las fuerzas del orden.
Con el paso del tiempo y la falta de respuestas, la ansiedad y la desesperación de la familia del suboficial crece, más aún si se tiene en cuenta que dos veces intentaron “canjearlo” por seis miembros del grupo criminal y que en ambas oportunidades amenazaron con ejecutarlo si el gobierno no cumplía con sus exigencias. La primera vez, no lo hicieron. Después de la segunda amenaza, no se supo más nada de Edelio, aunque la esperanza tomó nuevos bríos cuando el liberado Arlan Fick aseguró que seguía con vida y que habían pasado tiempo juntos. Las autoridades insisten en que informaciones de Inteligencia señalan que el suboficial sigue con vida. La única prueba de vida que dio el grupo criminal apareció ya hace ocho meses.
La conversación con don Apolonio se da por intermedio de su esposa, doña Obdulia. - “¿Cómo están don Apolonio?”, es la pregunta que surge, natural, al momento del saludo. Es mero protocolo, ya que en situaciones como esta es difícil responder con optimismo.
- “Estamos un poco bien”, responde doña Obdulia.
- “Mi familia vino a reunirse conmigo, aunque sea un almuerzo vamos a hacer porque no se puede hacer demasiado”, agrega don Apolonio.
Es el segundo cumpleaños que celebra sin Edelio, el suboficial que era de hecho el sustento de sus padres.
Don Apolonio recuerda que en su cumpleaños 53, fue la primera vez que el suboficial se hizo cargo de preparar la celebración por el día. En aquella oportunidad el festejo fue sencillo, pero llegó con una promesa: “El año que viene vamos a hacer algo más grande, con toda la familia”, le había dicho Edelio.
Sin embargo, meses después su hijo terminaría siendo secuestrado por el grupo criminal EPP y desde entonces ya no lo volvió a ver. “Siempre recuerdo lo que él me dijo, por eso mi consciencia no está tranquila. Está en mi pensamiento”.
Ha pasado más de un año desde la última vez que se tuvieron pruebas concretas de que Edelio siguiera con vida, aunque don Apolonio, como padre, mantiene viva la fe. “Dios es grande y siempre tenemos esperanzas de que vuelva algún día. Todavía no escuchamos de que esté muerto y nos dicen que está con vida, por eso esperamos que se dé el día en que esa gente mala le devuelva”, afirma.
Don Apolonio no niega que mantiene las esperanzas de recibir como regalo el regreso del quinto de sus 12 hijos. “Ápe arriero pórtepe”, es la respuesta que da cuando le consultamos sobre su estado de salud. Debería haberse operado de unos problemas de la cadera, pero decidió que sea su esposa, doña Obdulia, la primera en someterse a los tratamientos que necesitaba. “Ella siempre estuvo pendiente de mí y me tocaba preocuparme por ella”, sentenció.
La mesa se va formando de a poco y la conversación se da por terminada. “Gracias por acordarse un poco de mí”, finaliza. En la mesa, una silla vacía seguirá esperando el momento en que Edelio vuelva caminando por el camino de tierra roja que lleva hasta la casa de sus padres. Mientras tanto, el festejo seguirá siendo incompleto.
juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano