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En 1937, Walt Disney estrenaba el primer largometraje animado de todos los tiempos, el revolucionario “Blancanieves y los Siete Enanitos”, dando nacimiento a décadas de dominio hegemónico del panorama del cine de animación por parte de la casa de Mickey Mouse. “Blancanieves” se basaba, por supuesto, en el cuento popularizado en todo el mundo por los alemanes Wilhelm y Jacob Grimm.
Nacidos con unos 13 meses de diferencia, los Grimm –Wilhelm nació en 1785 y Jacob en 1786– son famosos como los encargados de llevar a la popularidad cuentos folklóricos que recolectaron por toda Alemania y sus alrededores, en su afán de preservarlos como parte irremplazable de la cultura germánica. Decenas de cuentos fueron recopilados por los hermanos en tomos que se difundieron en todo el mundo, y hasta la fecha han sido traducidos en una centena de idiomas.
Muchos de estos cuentos –juntos con otros populares relatos similares como “Pinocho”, “Alicia en el País de las Maravillas” y “Peter Pan”– fueron llevados al cine por Disney en las décadas que siguieron al estreno de “Blancanieves”, décadas en las que el pionero estudio de animación de Walt Disney se transformaría en un imperio mediático con total e indiscutido dominio de la animación en Hollywood y en todo Occidente.
“Cenicienta”, “La Bella Durmiente”, “Rapunzel” y “La Princesa y el Sapo” también recibieron adaptaciones, y en el caso de “Blancanieves” y las otras dos primeras, se convirtieron en íconos tan universales del subgénero de los cuentos de hada que por mucho tiempo tocaron la imaginación de millones de niños con su versión de las historias de los Grimm, que en realidad no eran tan inocentes como Disney las presentaba.
Lo cierto es que los cuentos originalmente publicados por los Grimm tenían muchos de los elementos didácticos y morales que Disney luego trasplantaría en sus películas, pero también contenían mucho simbolismo psicológico, subtextos sexuales y un tono mucho más oscuro, cruel y violento que lo que se podría ver en un filme animado de la “era dorada” de Disney.
La versión original de “Blancanieves” publicada por los Grimm incluía una escena al final de la historia, durante la boda de Blancanieves, en que su madrastra es obligada a bailar usando zapatos de hierro al rojo vivo, eventualmente muriendo. En sus versiones originales, la epónima princesa de “La Princesa y el Sapo” no besa al batracio, sino que lo arroja con fuerza contra una pared; y la relación entre el príncipe y la joven de imposiblemente largos cabellos en “Rapunzel” es claramente sexual.
Fueron los propios hermanos Grimm quienes, en futuras ediciones, retiraron gran parte del material más violento y el contenido sexual de sus cuentos, poniéndose como blanco al público infantil.
Pero al igual que el dominio absoluto de los largometrajes animados por parte de Disney no duraría para siempre –actualmente la casa del ratón enfrenta en Occidente la dura competencia de rivales como DreamWorks, además de la gigantesca industria del anime japonés que hace décadas viene ganado terreno en todo el mundo e inclusive ya le ha ganado un premio Oscar a Disney–, su monopolio sobre los cuentos de los Grimm tampoco fue eterno, y eventualmente otros miembros de Hollywood comenzaron a atreverse con versiones radicalmente distintas a las popularizadas por las películas animadas.
La primera de estas películas fue “Por Siempre Cenincienta”, que si bien no apuntó precisamente a un tratamiento más “oscuro” de la historia de Cenicienta, sí fue por un enfoque algo más realista. Esa película de 1998, protagonizada por Drew Barrymore, ambientaba la trama en la Italia renacentista y hacía partícipes a figuras históricas como el legendario pintor e inventor Leonardo Da Vinci, que hacía las veces de “hada madrina” de la protagonista, mientras que los acontecimientos del filme en sí son narrados por una mujer a los propios hermanos Grimm, como revela la secuencia inicial del filme.
En 2005 se estrenaría un filme de fantasía que, curiosamente, no tendría por protagonistas a personajes de los cuentos recolectados por los hermanos Grimm, sino a los propios hermanos, reimaginados como embaucadores de poca monta que acaban topándose con un auténtico cuento de hadas.
Dirigido por el excéntrico realizador Terry Gilliam “Los Hermanos Grimm” tenía como protagonistas a Matt Damon como Wilhelm y a Heath Ledger como Jacob, quienes viajan por Alemania buscando pueblos que se creen afectados por maldiciones, brujas o demás engendros malignos, y luego los engañan fingiendo acabar con el mal. Sin embargo, acaban llegando a un ára que sufre de una muy real maldición y está poblada de auténticas criaturas mágicas.
El filme –que incluía en su elenco también a Monica Bellucci– tuvo un conflictivo rodaje debido a constantes enfrentamientos entre los productores ejecutivos y Gilliam, y el propio director se mostró desencantado con el producto final luego del estreno del filme. La película recibió críticas mixtas y fue un fracaso de taquilla.
Cinco años después se preparaba otra película que daba un giro más moderno y sexual a una historia de los Grimm. “La Chica de la Capa Roja”, estrenada en 2011, estaba basada en el clásico relato de “Caperucita Roja”, aunque se apartaba de los elementos más clásicos del cuento sobre la joven que se interna en un bosque para llevar alimento a su abuela, y debe enfrentarse a un lobo que devoró a la misma y se hace pasar por ella.
En la versión de la película –dirigida por Catherine Hardwicke, realizadora de la primera película de la saga “Crepúsculo”, y protagonizada por Amanda Seyfried–, la epónima chica de la capa roja es Valerie, quien vive en un pequeño pueblo rodeado de un denso bosque en el que habita un hombre-lobo al que los pobladores mantienen a raya ofreciéndole alimentos. Sin embargo, un día el lobo rompe la tregua matando a la hermana de Valerie, y el sacerdote cazador Solomon (Gary Oldman) aparece para intentar descubrir la identidad del lobo.
La película recibió muy duras críticas, con los expertos calificándola como un simple intento de combinar la fórmula de “Crepúsculo” con el clásico cuento, y atacaron al guión y las actuaciones, aunque la mayoría coincidió en destacar el buen hacer de Seyfried en el papel protagónico.
El año pasado se estrenó la taquillera “Blancanieves y el Cazador”, que reinterpreta el clásico relato como un épico filme de acción lleno de grandes batallas, más similar a franquicias como “El Señor de los Anillos” que a los filmes de cuentos de hadas de antaño.
En el filme, una poderosa hechicera –la actriz Charlize Theron– se hace con un reino tras matar al rey, y años después descubre que la hija del mismo, Blancanieves -interpretada por Kristen Stewart- amenaza su poder y que si devora su corazón, la reina será inmortal e invencible. Blancanieves logra escapar a un bosque maldito, donde es alcanzada por un cazador -Chris Hemsworth- enviado por la reina para capturarla, pero que acaba ayudándola, como también hacen un grupo de ocho enanos que encuentran en el bosque.
La película fue muy alabada por su elegante estética visal y su vistoso diseño de personajes y escenarios, aunque algo criticada por la actuación de Stewart y un guión por momentos poco inspirado.
Y con eso llegamos al presente, con "Hansel y Gretel" expandiendo el cuento de los hermanos Grimm y transformándolo en un filme de acción con aparentemente fuertes dosis de humor negro y violencia gráfica, con los hermanos transformados en despiadados y efectivos cazadores de brujas.
La tendencia está lejos de terminar, y se extiende no solo a cuentos de los Grimm. En 2010 se estrenaba una versión de "Alicia en el País de las Maravillas" dirigida por el icónico Tim Burton, un especialista en filmes oscuros y de tintes góticos. Además, en 2013 llegará "Oz el Poderoso", en el que el cineasta Sam Raimi le pondrá su toque personal a la historia de "El Mago de Oz" con una precuela, y el director Bryan Singer estrenará "Jack el matagigantes", otro filme de acción épica basado en un cuento de Hans Christian Andersen.