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De uno de esos pequeños momentos de gloria del amor, Belén Franco Barni puede dar testimonio pues recibió la muestra de afecto más grande e invaluable que existe: su esposo le donó un riñón.
Ella tiene 38 años y desde su adolescencia padece una enfermedad renal. Fue sometida a tres trasplantes de riñón, cada uno de ellos significándole un alto riesgo. Sin embargo, este es solo el inicio de su historia.
El primer amor de Belén fue Juan Carlos, a quien conoció en el colegio. Según relata, nunca imaginó que tiempo después esta bella relación sería más que un recuerdo de su juventud.
Al terminar la secundaria iniciaron los problemas de salud de Belén. En ese mismo tiempo ella y Juan Carlos finalizaron su relación, lo que se sumó a la serie de cambios que estaba experimentando. Sus planes, su rutina y sus actividades cambiaron en un 100%, pero dentro de todo su familia y sus amigos trataron de mantenerla y animarla a llevar una vida normal. “Él se iba a visitarme al sanatorio, como cualquier otro amigo, nunca dejamos de hablar”, señaló.
Pasaron los años, Belén y Juan Carlos mantuvieron una linda amistad, en la que él siempre le brindó su apoyo. Tuvieron otras relaciones, estudiaron, trabajaron, cada quien por su parte. Pero no todo era color de rosas. La salud de Belén iba de rachas positivas a negativas y mucho tiempo fue de esta forma. Fue trasplantada en dos ocasiones, pero debido a su padecimiento hizo que los riñones que recibió vuelvan a fallar.
La primera donadora fue una tía materna y el segundo donador fue cadavérico, una persona que no conocía. Con estos procedimientos logró algo de estabilidad siguiendo al par un tratamiento riguroso.
Pero poco tiempo después de los trasplantes, la salud de Belén se volvió a poner delicada solo que en esta ocasión tenía una persona más a su lado luchando con ella: Juan Carlos, su amor de juventud con quien retomó su relación luego de años de estar separados.
Esa amistad que los mantuvo unidos se transformó en un gran amor. Convirtieron la chispa en llama y decidieron que querían estar juntos. “Siempre fuimos muy amigos, siempre nos cuidamos y apoyamos”, contó Belén.
En octubre de 2005 pese a todo pronóstico, sellaron su amor con su matrimonio. Meses antes los médicos le habían expresado a Belén que su panorama no era muy bueno. Básicamente le dijeron que no le quedaba mucho tiempo. “El doctor me dijo que no había mucho que hacer”, recordó.
Un pronóstico poco favorable y las esperanzas rotas no desalentaron su amor, pues de igual forma Juan Carlos le propuso matrimonio ya que él tenía fe de que juntos podían superar cualquier prueba. “Él decidió jugarse por mí”, expresó ella.
Muchas fueron las dificultades a las que se enfrentó la pareja. Juan Carlos estudiaba medicina mientras que Belén terminaba su carrera de psicología. Sus fuerzas decayeron en varias ocasiones, pero siempre mantuvieron la fe y por sobre todo se mantuvieron unidos.
Poco después de su boda, en busca de mejores oportunidades, la pareja viajó a España. Allí Belén accedió a un mejor tratamiento pero luego de unos meses tuvo que volver a Paraguay pues, la agresividad de su enfermedad la hizo necesitar un tercer trasplante de riñón.
Lejos de su esposo, las esperanzas de Belén se vieron nubladas. Pasaba el tiempo, enfermaba más y no habían donantes. Este fue el momento en que Juan Carlos se ofreció a darle uno de sus riñones.
En principio Belén no quería aceptar la propuesta de su marido. Insistía en agotar instancias, pero se les acababa las opciones y no vislumbraba otra alternativa. Luego de pedirle a Juan Carlos que cumpla con unas condiciones – las que por motivos personales no las mencionó- aceptó que le done el riñón.
Tal vez en uno de los actos más nobles y colmados de amor, Juan Carlos se sometió a una serie de estudios para saber si era apto como donante. Resultó ser que era la persona “más compatible” que podía dar un órgano a Belén.
El día del procedimiento ingresaron ambos al quirófano, asustados pero felices, porque sabían que cualquiera fuese el resultado, habrían cumplido con las promesas que se hicieron cuando pronunciaron sus votos matrimoniales.
Felizmente el trasplante salió bien y Belén pudo seguir con su vida junto a su familia. Como fruto de su amor fueron padres de un niño, llamado José María.
Belén cuenta que su existencia es significativa gracias a todo el amor que recibe de la gente. No solo de su esposo, quien le dio parte de él para que siga con vida, sino de toda las personas que la rodean. Manifestó estar agradecida con Dios por haberle dado la oportunidad de contar su historia y que a través de la misma, otros se inspiren y sigan luchando.
“Las cosas pasan por algo, los caminos son perfectos y están prediseñados y todo lo que ocurra es para bien”, reflexionó.
Belén y Juan Carlos son una pareja excepcional, sus caminos se unieron en el momento y lugar correcto. Su historia merece ser contada pues nadie que la conozca queda implacable ante ella. A pesar de los miles de obstáculos que sortearon y los miles de desafíos que tendrán a futuro, ellos celebran hoy (y todos los días) la buena fortuna de haber coincidido y por sobre todo, el de ser compatibles.
Con relación a la celebración del Día de los Enamorados y atendiendo de que no todas las historias de amor son conmovedoras e inspiradoras, el psicólogo Ramón Torres brindó algunas impresiones al respecto.
“La verdad, el día de los enamorados es una fecha absolutamente comercial. De igual manera, es una buena ocasión para recordar razones que hacen que mi pareja, el amor de mi vida, es importante para mi”, indicó el profesional.
Señaló que todo el marketing y la publicidad que se hace sobre esta celebración confunde y ejerce presión, por lo que un beso, una caricia, o un abrazo lleno de amor parezca no bastar para demostrar lo que se siente por la otra persona.
Torres remarcó que las relaciones sentimentales siempre tienen sus desafíos y pruebas, y que pocos encuentran el verdadero amor en la vida, porque nadie nos enseñó a amar. “Lo simple y común es enamorarse. Eso sí nos pasa a todos”, señaló.
En otro punto definió lo que es enamorarse y lo que es amar. Enamorarse es un proceso emocional y químico que la mayoría siente cuando conoce a alguien que se torna una persona “única y especial”. Este proceso no es para siempre, en promedio dura 3 años. “Cuando ese impulso químico se acaba, es cuando se puede construir el amor. Ese es el paso que a muchos le complica la vida, porque enamorarse es fácil, pero amar es otra cosa”, recalcó.
También habló sobre el miedo al compromiso. “Tenemos una o dos generaciones que ha visto a sus padres divorciados y en gran conflicto, razón por la que ahora todo es más complicado para relaciones firmes y comprometidas”, subrayó.
Según sus expresiones los adultos que optan por quedarse solteros fueron aquellos que no tuvieron un ejemplo de amor de pareja estable en su vida. “Más que un miedo al compromiso es temor a fracasar”, subrayó
¿Es posible que el amor dure toda la vida? Para el doctor el amor duradero sólo se construye entre dos personas que quieren amar. Destaca que el único camino para lograr que una relación dure es amarse a uno mismo y aceptarse. “Cuando yo me amo profundamente y soy feliz conmigo existe una gran posibilidad de que pueda hacer feliz a otro, que ojalá tenga el mismo deseo de ser feliz a mi lado”, agregó.
El doctor también dio algunos consejos de como construir una relación de pareja sana. Comentó que el primer paso es tener una comunicación abierta, sin juicios ni culpas. “Aprender a conversar es clave en toda relación”, expresó. Otro sugerencia para cimentar el amor es dar libertad. “Las personas se deben desarrollar individualmente y querer estar voluntariamente en la relación. No se puede obligar a otro a amar”, argumentó.
También habló de ser sinceros, empáticos y por sobre todo, recordar siempre que las relaciones son cosa de a dos, en la que cada uno debe poner de su parte, de lo contrario es probable que se fracase. Como conclusión indicó que lo más importante de todo es que cada ser humano necesita encontrarse consigo mismo, aceptarse y amarse profundamente.
La historia de Juan Carlos y Belén pudo ser diferente. La donación de su esposo permitió que Belén siga con vida y pueda formar su familia. Esta invaluable muestra de amor fue posible gracias a que Juan Carlos se inscribió como donador.
La legislación paraguaya establece que un donante vivo puede ser aquel que sea pariente consanguíneo, por adopción hasta el cuarto grado, o cónyuge del receptor. El hecho de que los esposos hayan sido compatibles es una cuestión que solo se puede atribuir a la suerte.
En nuestro país muchas personas están a espera de recibir un trasplante. Esta es una realidad a la que la sociedad no puede seguir ajena y para la que se deben tomar acciones inmediatas.
El Instituto Nacional de Ablación y Trasplante (INAT) promueve campañas de concienciación para que las personas donen sus órganos. El doctor Gustavo Melgarejo, presidente de la institución, recordó la importancia de la donación y la calificó como una gran muestra de amor ya que es darle a otra persona la posibilidad de seguir viviendo. También señaló que en Paraguay donar es aún un tema tabú, que se debe seguir debatiendo y generando conciencia.
Asimismo, recordó que se está trabajando en la reglamentación de la Ley Anita, que busca establecer la donación obligatoria de órganos a partir de los 18 años, excluyendo a aquellas personas que dejen constancia expresa de estar en contra.
En nuestro país actualmente ocho pacientes esperan un corazón, siete un trasplante hepático, 111 de córneas y 126 de riñones.
Un donante puede beneficiar a ocho receptores: dos córneas, un corazón, dos pulmones, un hígado, dos riñones, entre otros.