Cirilo Burgos: sueños de clarinete

Desde pequeño, la vida lo llevó a afrontar situaciones difíciles. Con solo 9 años viajó de Caaguazú a Luque para empezar a forjar un sueño que hoy –con 23– se empieza a cumplir. Una vida de riesgos, sacrificios, talento y esperanza.

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La vida de Cirilo Burgos es la de un pequeño héroe que tuvo una infancia difícil. Oriundo de Santa Rosa de Mbutuy, pequeño distrito de Caaguazú, con solo 9 años perdió a sus padres. Desde allí, su destino –así como el de sus nueve hermanos– se pintó del color de la incertidumbre. “Todos éramos chicos: mi hermano menor tenía un año y cuando papá y mamá no están en la casa es muy difícil que una familia se mantenga bien. Salimos todos prácticamente repartidos los diez hermanos. La situación era difícil”, recuerda.

Proveniente de una humilde familia, el sacrificio de Cirilo y sus hermanos era constante. Solo para llegar a la escuela, por ejemplo, debían recorrer 7 kilómetros, con los pies descalzos.

Pero la vida del pequeño y los suyos comenzó a cambiar. Luego de trabajar en una estancia, posiblemente fue su patrón –él no está muy seguro–quien decidió destinarlo, junto a cuatro de sus hermanos, hasta las Aldeas Infantiles SOS de Luque. “Fue así que llegamos a Luque, a la Aldea, donde nos brindaron todo el apoyo. Nos unimos cuatro hermanos más, porque los otros eran mayores y ya no podían ingresar”. Así es como encontró un hogar y pudo retomar los estudios, ya lejos de su pueblo.

En la aldea infantil, Cirilo descubrió una llama que no se volvió a apagar en su alma: la música. “Al llegar, en 2000, me encontré con que la comunidad tenía una banda folclórica con chicos que tocaban flauta dulce y guitarra. Ahí empezó mi curiosidad por la música. Me fui, me presenté y me dieron el primer instrumento: la flauta dulce”.

Poco tiempo después, la organización recibió donaciones de instrumentos. Allí descubrió el clarinete, su actual “instrumento principal”, como él mismo define.

El interés en la música creció cuando el maestro Luis Szarán ofreció un concierto didáctico con la OSCA. “Ahí fue que nació más el interés por la música y por el clarinete, porque vi cómo tocaban, la destreza que tenían, y me inspiró a estudiar”.

Allí descubrió en su vida una vocación musical que sigue vigente. Desde los 13 años emprendió una serie de viajes por todo el país, participando de seminarios y festivales junto a Sonidos de la Tierra.

De aquellos momentos, el músico no olvida las historias que compartía con sus pares en los campamentos musicales. “Era compartir los ensayos, las noches; siempre compartimos con otras delegaciones y escuchar cada historia de chicos y los sueños que tiene cada uno… eso te llena de emoción y ya quedan los recuerdos”.

El joven clarinetista celebra por estos días un logro que nunca esperó: ser uno de los cuatro finalistas –entre 355 nominados de 130 países– del premio Hernand Gmeiner 2014. El galardón internacional premia las historias de vida exitosas en Aldeas Infantiles SOS.

“Para mí, estar nominado ya fue un logro muy grande porque hay muchísimos egresados en Paraguay que son muy buenos en su ámbito profesional (…) Y, después, la felicidad de ir avanzando para la final. No te puedo explicar la sensación de felicidad”, comenta, emocionado.

Los dos finalistas con más votos on-line serán premiados con 5.000 euros respectivamente luego de un mes de votación, que se cumplirá el 22 de junio próximo.

Entre sus más profundos sueños, Cirilo apunta el de convertirse en un gran director de orquesta. De alguna manera, experiencia en liderazgo no le falta: ya a los 14 años se puso al frente del coro y de la banda de música en Aldeas Infantiles.

El repertorio de la orquesta que aún tiene a su cago incluye géneros como música paraguaya, clásica y jazz.

La disciplina y formación ocupan un lugar importante en su vida. Con solo 19 años obtuvo el título de Profesor Titular de Teoría de la música, mientras se graduaba con honores de la secundaria en la especialidad Electrónica Industrial-Técnica.

Actualmente, se desempeña como docente de música en el Conservatorio Municipal de Música, en Luque, institución de donde egresó.

Su tiempo también lo divide como voluntario de las Aldeas Infantiles SOS (“como forma de pago de todo lo que me hicieron, porque gracias a ellos soy lo que soy”, reconoce) y como profesor en el Conservatorio de Música de San Juan Bautista, Misiones, para lo cual debe viajar 200 kilómetros.

Cirilo vive actualmente en la ciudad de San Lorenzo junto a un compañero de vida que creció con él en las Aldeas. Sus hermanos biológicos, en tanto, se encuentran repartidos entre Coronel Oviedo y Buenos Aires. “Me apoyan siempre, me dan ánimo. Gracias a Dios, siempre celebran conmigo todos los logros”, expresa.

Si de ídolos se tratara, Cirilo nombra a Javier Aquino Maidana, el maestro que lo formó musical y humanamente, y al maestro Gustavo Dudamel, director de orquesta venezolano.

Entre sus proyectos, el músico prioriza concluir sus estudios, a pesar de las dificultades, y seguir colaborando con los niños de las Aldeas Infantiles SOS. “Yo conozco las historias de cada chico que está en las Aldeas Infantiles (…) La idea es seguir trabajando con ellos y cambiar la historia”.

Él es consciente de que nada es imposible, y ese es el mensaje que desea instalar. “Yo vengo de una familia muy humilde. A veces me imagino y hasta ahora no puedo creer todo lo que he logrado. Nada es imposible: tracen una meta y luchen cada día por eso. No importa si no pueden dedicarse totalmente a la música, pueden ser abogados o médicos… pero es cuestión de trazarse una meta y luchar cada día”.

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