Memorables momentos de dragones en el cine

En honor al estreno de “Cómo entrenar a tu dragón 2”, damos una mirada a algunos grandes momentos protagonizados por estos monstruos alados.

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Tienen escamas, vuelan, son increíblemente resistentes, escupen fuego y están presentes, de alguna forma u otra, en las mitologías de la mayoría de las grandes civilizaciones de la historia. Los dragones son la criatura fantástica definitiva, y han estado presentes en el mundo del cine desde hace décadas.

Aprovechando el estreno de su más reciente aparición en la pantalla grande en el filme animado de DreamWorks Cómo entrenar a tu dragón 2, hacemos un recuento de algunos de los momentos más memorables del cine, reciente y no tanto, que incluyeron a estas grandiosas criaturas de fantasía.

Uno de los primeros grandes momentos de batallas con dragones en la historia del cine sigue siendo, más de 60 años después, uno de los más espectaculares.

La Bella Durmiente, estrenada en 1959, fue un cambio notable en el estilo de animación de las películas de Walt Disney, pasando del familiar estilo a medio camino entre realista y caricaturesco de sus primeros filmes a algo mucho más estilizado. El mundo y los personajes están plasmados de una forma que los hace parece en cierta forma sacados de una pintura de la era medieval. Aunque muchos en su momento no se mostraron de acuerdo con el nuevo estilo, es innegable que le da al filme un acabado memorable, y pocas escenas del filme son tan espectacularmente memorables como su inolvidable clímax.

Con ayuda de las tres hadas madrinas de la princesa Aurora, el príncipe Phillip escapa de la guarida de la temida hechicera Maléfica y se apresura a ir al castillo donde la princesa duerme sumida en una maldición de la que solo puede despertar con un beso de verdadero amor. Tras una impresionante secuencia en la que Maléfica rodea de espinas el castillo, el príncipe se encuentra cara a cara con la villana, que se transforma en un gigantesco dragón capaz de escupir fuego. Armado solo con una espada y su escudo -y la ayuda de las hadas-, Phillip le hace frente.

La elección de colores, la composición de las tomas y el juego de luces y sombras se combinan en una de las escenas más perfectas y emocionantes del cine animado.

Aunque el momento de dragones más recordado de la saga Harry Potter sin duda es aquél en que el mago interpretado por Daniel Radcliffe elude a un gigantesco monstruo volador en El Cáliz de Fuego, el momento en que un dragón hace un escape triunfal de las profundidades del banco mágico en la entrega final de la saga, salvando a nuestros héroes en el proceso, es uno de los grandes momentos de la larga saga.

Es Hermione (Emma Watson), por supuesto, quien tiene la idea, cuando los tres protagonistas se ven rodeados en uno de los lugares más seguros de todo el mundo mágico, de liberar a la gigantesca bestia y volverla contra sus captores. Rompiendo sus cadenas y montándolo, Harry, Ron y Hermione no tienen más que sostenerse mientras la bestia incinera a sus perseguidores y arrasa con todo a su paso hasta llegar a la libertad que no ha probado en quién sabe cuánto tiempo.

El dragón en sí, lleno de heridas y pálido por los años que pasó en la oscuridad, es un impresionante logro de efectos generados por computadora que se siente tangible, un efecto que no todas las criaturas hechas por ordenador logran. Y esa toma del dragón volando sobre Londres es uno de esos raros y curiosamente satisfactorios momentos de la saga en que el mundo normal y el mágico se intersectan.

¿Juega usted videojuegos? Si lo hace de forma regular, probablemente alguna vez ha llegado a toparse con la saga God of War y sus impresionantes batallas con gigantescos monstruos. ¿Alguna vez se preguntó cómo sería God of War en el cine? Bueno, mientras Hollywood se tarde en adaptar las aventuras de Kratos, uno puede conformarse con los grandiosos duelos mitológicos de Beowulf, el sangriento filme animado de Robert Zemeckis que, casualmente, termina con una impresionante batalla entre el protagonista y un dragón.

Aunque la animación de los personajes humanos dista de ser perfecta -algunos movimientos se ven demasiado rígidos, como Beowulf corriendo en los primeros segundos del vídeo-, Zemeckis aprovecha magistralmente la libertad que da el género de la animación, haciendo volar su cámara imaginaria alrededor de la acción de manera espectacular, y llevando la batalla desde los cielos hasta debajo del mar y de vuelta al aire.

Detalles como la forma en que el dragón respira fuego bajo el agua, el antinatural color dorado del dragón y la gran banda sonora de Alan Silvestri que acompaña a la acción le dan a esta batalla de mitología una imprescindible sensación de grandiosidad.

Mucho se ha debatido, y probablemente se seguirá debatiendo, sobre la necesidad de partir El Hobbit, la emblemática novela de J.R.R. Tolkien que precede los acontecimientos de su trilogía El Señor de los Anillos, en tres películas en vez de adaptarla solo en una o como máximo dos.

Y mientras es cierto que la segunda parte de la trilogía cinematográfica de Peter Jackson, La Desolación de Smaug, tiene muchos defectos propios de una historia tan estirada, eso no le quita nada de mérito a la excelente escena en la que, como Bilbo, nos encontramos cara a cara con el temido dragón que da título al filme.

El suspenso antes del encuentro es alimentado de forma grandiosa con los relatos sobre el poder y la crueldad del personaje que se reparten a lo largo de las dos películas, y lo mejor del prolongado clímax acaba siendo el duelo verbal entre Smaug y Bilbo, no muy distinto al duelo de intelectos entre el hobbit y Gollum en el filme anterior. Smaug en sí es un gran logro: en manos menos capaces, un dragón hablando hubiera sido algo ridículo, pero el excelente trabajo de los artistas de animación combinado con la amenazante y extrañamente seductora voz alterada de Benedict Cumberbatch resultan en un gran villano.

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