Paz Valentina: un alivio

Tras años de desconsuelo, noches sin dormir y miles de lágrimas derramadas, el corazón de Liz Marlene Vera encontró alivio. El hombre que disparó la bala fue condenado, y ella planea reencaminar su vida, con el recuerdo de Paz Valentina como impulso.

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Liz Marlene Vera Serna sonríe a ratos, tratando de ser amable con los periodistas. Incluso hace bromas; intenta de todo corazón distraerse de su tristeza, de ese dolor que, asegura, jamás se borrará.

Para muchos, el año 2012 puede parecer muy lejano. Pero, para Liz, el tiempo quedó congelado en esa víspera de Navidad. Congelado en la pequeña figura de su única hija, Paz Valentina, que esa noche, después de las 12, salió al patio a jugar con su perrito. Mientras escuchaban la infantil risa, que alegraba los días del joven matrimonio, ninguno de los padres pudo imaginar que el ensordecedor sonido de ese disparo, que oyeron desde dentro de la casa, había caído sobre la niña, acabando con su vida.

A partir de ahí, todo fue una eterna serie de flashes. Sucesos en los que Liz no podía escuchar lo que los demás a su alrededor le decían. Ella hubiera dado todo por despertar, y que le dijeran que solo había sido un mal sueño.

Pero la realidad se presentaba cruda ante sus ojos. La luz de sus ojos se había apagado. El único consuelo que le quedaba para aliviar mínimamente su desgarrado corazón era luchar, si es necesario hasta el último día de su vida, para hacer justicia.

El engorroso proceso judicial que vivió en los más de tres años que pasaron desde la muerte de Paz es muy extenso de contar. El en ese entonces acusado, un taxista de nombre Jorge Prisco Ledezma Ortiz, pasó por largos procesos judiciales que se fueron dilatando, hasta que llegó un momento en el que Liz consideró levantar la causa, decepcionada por la ausencia de justicia.

Finalmente, el día menos pensado, tras semanas de audiencias, las noticias publicaron una información que permitió a Liz Marlene dar un pequeño bálsamo a su corazón y reencausar su vida.

Tras investigar numerosos elementos probatorios, un tribunal halló culpable a Jorge Prisco y lo condenó a cinco años de prisión, bajo la figura penal de homicidio culposo.

Mientras se dictaba la sentencia, Liz estaba en el Tribunal. Confiesa que no sabe cómo pudo estar en presencia del hombre que arrojó esa bala que rompió su corazón. Incluso, nos cuenta que el ahora condenado se acercó a ella y le pidió perdón. Aunque le temblaron las piernas, ella le respondió: “Que todo quede en manos de Dios”.

“Decir que estoy 100 % conforme con la condena sería mentir, pero a la vez, pienso que ni si le dan 100 años de cárcel este dolor que yo siento no va calmar y tampoco me van a devolver a mi hija. Más bien, esta condena es en memoria a ella y de todas las víctimas anteriores de fallecieron a consecuencia de una bala perdida, y nunca recibieron justicia”, dijo Liz Vera.

Liz cuenta que, desde que inició el proceso judicial, y hasta el día de ayer, no pudo volver a dormir una noche entera. “Trabajaba a medias, mi vida estaba descompaginada”, dice.

Durante los años que sucedieron a la muerte de Paz Valentina, Liz encontró el camino para no mantenerse en ese fondo que había tocado. Creó la campaña de concienciación Navidad sin balas, se puso como meta salir de la obesidad y lograr una vida saludable que le permita ser madre de nuevo. Ingresó incluso a un programa de televisión donde logró un importante descenso de peso, y tiempo después quedó embarazada, pero tristemente, el embarazo se interrumpió.

“Los médicos me pidieron que no continúe ilusionándome con la idea de ser madre, y a consecuencia de la depresión, volví a subir de peso. Aún así, siempre conservo una pequeña esperanza de ser madre. Pienso que el poder de mi fe es más grande que lo que pueda decir la medicina”, expresó Liz Marlene.

El respaldo que nunca le falla es el de su esposo, que la apoya incondicionalmente. “Yo soy la cara visible, pero detrás de mí él sufre mucho”, menciona.

Si bien el momento que le toca vivir no es sencillo, y debe comenzar de nuevo a ponerse metas para superar el sobrepeso y encaminar su vida, Liz aún desea que su historia sirva como lección para que nunca más una madre tenga que llorar a su hijo a consecuencia de una bala perdida tirada irresponsablemente

“Espero que las personas aprendan de una vez que disparar al aire es un delito. No solo destruís la vida ajena, sino tu vida misma, tu familia”.

Como un último homenaje para la pequeña Valentina, esta semana Liz reunirá a niños del barrio, vecinos y familiares cercanos en la gruta que la familia construyó en el sitio donde cayó la bala. Desde ese lugar, todos lanzarán globos al cielo para darle una alegre despedida a la niña.

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