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En los últimos diez años, el aumento anual del presupuesto destinado por el Estado al combate de las drogas ha sido gigantesco. Entre 2006 y 2016 se presupuestó aproximadamente US$ 54 millones para la Secretaría Nacional Antidrogas, que año tras años incauta miles de toneladas de drogas, principalmente marihuana.
En 2015, entre marihuana prensada, picada y plantaciones, la Senad destruyó 5.314 toneladas de la hierba. Son miles de toneladas; sin embargo, no son nada teniendo en cuenta que hace un par de años el ministro de la Senad, Luis Rojas, dijo que Paraguay produce por año 48.000 toneladas de marihuana, lo que significa que en el último año se destruyó aproximadamente 11% de la producción.
El presupuesto fue creciendo, el número de hombres y las intervenciones también, pero ante las cifras la pregunta es cuánto dinero se necesita para terminar con al menos la mitad de la producción, o con toda, y si vale la pena embarcarse en el millonario emprendimiento de acabar con la planta.
Manuel Fresco, director del Centro Nacional de Control de Adicciones, explica que en el mundo entero existe un proceso de revisión de las políticas sobre drogas, sobre todo el cannabis. Se debate sobre las drogas en cuanto a la represión y a la demanda sanitaria que genera por las personas adictas a distintas drogas, tanto legales como ilegales.
Para el médico, es una locura la cantidad de dinero que se destina a la represión cuando en salud pública hay una serie de grandes necesidades. En el caso del Centro Nacional de Adicciones, en los últimos 10 años se presupuestó aproximadamente US$ 11 millones, ni siquiera el 20% de lo que se usa para la represión de las drogas.
Además, uno de los principales problemas que afronta el centro de adicciones, que cuenta con unas 30 camas para internaciones que no van más allá de los 30 días, es que casi la mitad de los aproximadamente 1.200 pacientes nuevos que reciben cada año van obligadas, por orden judicial.
“Muchos de estos pacientes que van por orden judicial no son propiamente adictos, no son dependientes. Entonces, en realidad, si vos pensás, si en algún momento se hace ilegal el alcohol y nosotros empezamos a atender gente que no es alcohólica pero se le pesca tomando un vino o una cerveza, entonces desgasta mucho el sistema”, explicó.
Ese es el punto crítico de la marihuana, el uso recreativo, explica, porque la ley permite la tenencia de hasta diez gramos pero no prevé que hay gente que pueda usar la hierba sin ser adicta. “Esa es la locura legislativa”, dijo el doctor.
“El problema con la marihuana es el uso recreativo, ese es el punto crítico de esta planta, que se utiliza como se utiliza la cerveza o el vino para consumo; la gente fuma para relajarse, para estar con la perrada, como cuando la gente se reúne a tomar cerveza, y ese es el punto crítico; digamos que ahora el Uruguay está siendo como un laboratorio mundial para ver qué pasa cuando uno puede acceder a la marihuana por vías legales para uso recreativo responsable”, explicó.
Para quienes usan de manera recreativa, una forma de cortar el nexo con todo el mundo narco es poder cultivar su propia planta, explica el abogado Juan Alberto Khön Gallardo, que asesora al movimiento Quiero Ser Legal, desde el cual impulsan la legalización de la planta. También madres y familiares de personas que sufren epilepsia refractaria hablan de la posibilidad del cultivo para poder producir el aceite que alivia los síntomas de la enfermedad.
Por ahora, el debate sigue, el gasto también y gente que no es adicta es obligada a seguir tratamientos que cuesta dinero a todos. Los planteamientos se trasladarán al Congreso dentro de poco, donde ya se está estudiando un proyecto de legalización del autocultivo.