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El cáncer es una enfermedad que llega de la noche a la mañana a derrumbar todo un mundo, porque trae consigo el miedo a morir, de enfrentar lo duro del tratamiento, el dolor de la familia y el gasto que puede representar; pero como si todo esto no fuera suficiente, este mal cambia por completo la apariencia de las personas que lo padecen.
Para las mujeres representa, en este sentido, verse expuestas ante todos los prejuicios de la sociedad: ese temor de salir, el complejo de recibir miradas extrañas o lástima. Esto es lo que le tocó vivir a Eva Méndez cuando le diagnosticaron cáncer hace seis años. Entonces, prometió que si lograba superar esta despiadada batalla ayudaría a otras personas en esta misma situación a sentirse más acompañadas.
En febrero de este año, los médicos le informaron que quedó libre del tumor. Con su objetivo de cumplir la promesa que un día hizo, emprendió un gran proyecto que lleva como nombre “Mi primera peluca”, que se lleva a cabo en Alto Paraná.
Durante este mes de abril, la campaña se llevó a cabo en un colegio privado de Ciudad del Este en el noveno grado, en el marco del proyecto Manos Solidarias, que trabaja con la fundación Apostar por la Vida. Ana Ramos, madre de dos niñas que donaron su cabello, cuenta que la experiencia fue muy emocionante para su familia.
“Mis dos hijas donaron su cabello y yo no les dije nada; ellas estaban emocionadas por sumarse. Incluso me preocupé por cómo iba a quedar una de ellas con el pelo corto, porque nunca se cortó así. Pensé en que se entresaque, pero ella dijo: ‘Qué importa si es para ayudar, total va a crecer otra vez después’. Así que se cortó todo”, manifestó.
Reconoció que no fueron muchas las alumnas que se sumaron a la iniciativa. “Las razones son varias, puede ser porque no todas tienen una larga cabellera o quizás por miedo a la apariencia. También tiene que ver con lo que uno vive en sus familias. Puede ser que hayan tomado esa decisión porque siempre vieron que nosotros colaboramos en las actividades de la fundación que ayuda a personas con cáncer. Para mí fue muy emocionante que ellas hayan decidido donar su cabello”, acota.
Eva cuenta que conoció el Instituto Vicmar, de la señora Marta Martínez, que costeó todo el gasto, incluyendo un viaje a Brasil para capacitarse en fabricar pelucas. “Hoy día damos cursos de pelucas y las pelucas que hacen las alumnas son donadas a los pacientes con tratamiento de quimioterapia de la fundación Apostar por la Vida, con la que trabajamos conjuntamente a beneficio de los pacientes”, manifiesta.
“Por fin voy a volver a salir con mis hijos de paseo”, “ahora sí volveré al súper como me gusta comprar”, “por fin volveré a ser yo misma”, son algunas de las expresiones de las mujeres que reciben estos obsequios que formarán parte de sus nuevos rostros para continuar enfrentando el cáncer. “Esto es lo que te impulsa a seguir”, añade Eva.
En ese contexto, Lucía Lisboa, psicóloga oncóloga, quien trabaja con la fundación Apostar por la Vida, explica que respecto al cáncer siempre es la mujer la más afectada psicológicamente y señala que parte de un tratamiento integral se basa no solo en la quimioterapia sino también en ayudarla a que se sienta más segura, lo que incluye la estética.
Pese a todo, Eva confiesa que es más fácil conseguir la donación de cabello, con lo cual está muy agradecida, que la mano de obra. Esto se debe a que la gente debe capacitarse en el área de peluquista para poder elaborarlas.
“Una peluca totalmente natural cuesta más de G. 2 millones, por dar un ejemplo, y solo se consigue en Brasil. El curso que damos para confeccionar las pelucas está 2.800 reales allá, sin embargo, lo que nosotros ofrecemos es de manera gratuita (tanto las pelucas como el curso para hacerlas)”, señala.
En ese contexto, enfatiza que en los primeros días de mayo se gradúa un grupo de mujeres que aprendió a hacer pelucas y las entregarán a pacientes que están en espera de las mismas.
No obstante, lamenta que solo se van a recibir nueve personas de las 25 alumnas que inscribieron. "No todas siguen hasta el final. La mayoría tristemente apenas aprende a hacer la cortina, que es lo primero que se aprende, y ya salen. Algunas peluqueras solo quisieron aprender la cortina para hacer alargues de cabello y lucrar ellas mismas", relata.
Para cualquier persona es todo un desafío desprenderse de algo que puede ser tan importante en su imagen como su cabellera, es ponerse en la piel de una mujer que está padeciendo de cáncer y decidir tener un nuevo look, sin saber si le quedará bien o mal, renunciando a algo que parece ser superficial pero que importa, con el único objetivo de ayudar a quien pasa por una difícil situación como lo es luchar por su vida.
“Lo más emocionante es entregar la peluca y que esa persona te diga: '¡Qué lindo! Ahora sí me pueden visitar, ahora sí puedo compartir otra vez con mis hijos, con mi familia'. Porque te cuento que cuando tenés cáncer ni a las reuniones ya no te querés ir. Muchos preconceptos y prejuicios tenemos que enfrentar. Entonces, las personas que reciben esto se sienten muy feliz y más completas, me dicen”, concluye Eva Méndez.