Filmes sobre videojuegos que se salvan

Aunque la mayoría de las adaptaciones de juegos de vídeo al cine son considerados malos filmes, hay algunos que realmente se merecen más crédito que el que se les da.

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En los últimos años la tecnología de los videojuegos ha avanzado hasta el punto de permitir a los juegos asemejarse a películas interactivas, con la capacidad de contar historias tan emocionantes, complejas o importantes como las del séptimo arte, pero con un lenguaje totalmente distinto a pesar de lo mucho que varios desarrolladores intentan emular el lenguaje cinematográfico ahora que pueden.

Sin embargo, el cine ha estado prestando de los videojuegos desde hace décadas, cuando los vidoejuegos -al menos en su mayoría- aún no habían madurado lo suficiente para asemejarse en lo visual al mundo real. Y la mayoría de estas adaptaciones, desde "Super Mario Bros." hasta "Max Payne", fueron generalmente recibidas con resultados negativos por crítica y fans, y con razón.

Sin embargo, entre todos los fracasos hay algunas películas que valen la pena, sea como verdaderos ejemplos de buenos trabajos o diversión sin sentido. En ocasión del estreno de "Need for Speed", damos un vistazo a aquellos filmes sobre videojuegos que sí aportaron algo positivo al sub-género.

Sí, yo también me confundí al principio. El año que vio el estreno de Street Fighter también vio una película con el título Street Fighter II. Pero no se trata de una secuela de aquel indescriptible filme protagonizado por Jean-Claude Van Damme, sino una adaptación animada japonesa del videojuego Street Fighter II, el que convirtió a la saga de Capcom en una fuerza mundial.

Con el protagonismo centrado en el trotamundos Ryu y su rival Ken, la alianza policial entre el militar estadounidense Guile y la agente de Interpol Chun Li, y la amenaza del imparable Byson y su organización criminal, con apariciones de casi todo el elenco de peleadores, el filme sirve como una buena guía a las historias de cada peleador.

De alguna manera, la película logra hacer que los coloridos y caricaturescos personajes de los juegos resulten creíbles en un entorno “realista” sin quitarles sus poderes y movimientos más icónicos o sus apariencias particulares. A eso se añade un excelente trabajo de animación, con peleas muy fluidas y bien presentadas, y se convierte en una combinación ganadora. Aunque el pre-concepto a estas alturas ya debería haber desaparecido, es mejor reiterar que no por ser animación es para niños; hay contenido sexual –suave pero presente, incluyendo algún que otro desnudo- y bastante violencia, más notablemente en un sorprendentemente crudo encuentro entre Chun Li y Vega. Pero es una de las dos películas en esta lista que no dudaría en calificar como buena; si no la ha visto aún, debería.

Con despropósitos como Super Mario Bros., Double Dragon y Street Fighter previamente lanzados al cine, la trayectoria del entonces naciente subgénero de adaptaciones de videojuegos al cine comenzaba por lo bajo. Y aunque muchos podrán considerar que el siguiente embajador del ocio electrónico en el celuloide no supuso un gran salto hacia adelante, la verdad es que Mortal Kombat es un producto bastante sólido, entretenimiento sin cerebro pero efectivo.

Esta película de Paul W. S. Anderson -a quien volveremos a ver en esta lista- era mala en la forma precisamente correcta. Un argumento ridículo -meramente una excusa para juntar a los personajes en un lugar y hacerlos patearse entre sí- y actuaciones que van desde lo indescifrable hasta lo deliciosamente exagerado, intercaladas con más de una pelea memorable, como no podía ser de otra forma y algunas decisiones estéticas muy acertadas. Esa pelea de Johnny Cage con Scorpion en un páramo infernal hace que se perdone el desastroso Reptile computarizado.

También era sorprendentemente fiel a la magra historia del juego y a la apariencia de algunos de sus personajes más emblemáticos; claro, Raiden, Sonya o Shang Tsung no se veían como sus contrapartes digitales, pero Scorpion, Sub-Zero y Liu Kang estaban calcados, lo que para un joven fan del juego era más que suficiente. Y ahí está el verdadero acierto del filme: sabía lo que quería ser, tenía a un público específico en mente, y con eso en mente dio bastante en el blanco. Solo imaginemos que la secuela nunca ocurrió.

Sí, Paul W. S. Anderson de nuevo, con otra adaptación de un exitoso y sangriento videojuego, en este caso la saga de títulos de horror y supervivencia Resident Evil, que por entonces ya era una de las más influyentes exponentes de su género.

Llegada cuando los zombis no eran tan sobrecogedoramente omnipresentes en la cultura pop -o incluso en los videojuegos- como lo son ahora, la película de Anderson introducía varios elementos originales, incluyendo a la protagonista, Alice (interpretada por Milla Jovovich) en lo que por lo demás era una recreación más o menos fiel del argumento del primer juego: una mansión aislada sirve como pantalla para una instalación científica donde un virus capaz de devolver a la vida a los muertos como máquinas de matar se sale de control.

Como el caso de Mortal Kombat, la película contrarresta un guión pobre y actuaciones de madera a fuerza de algunas escenas lo suficientemente creativas y memorables, como el pasillo láser, que incluso fue llevado a uno de los videojuegos.

Hubiera sido interesante ver una adaptación de Doom, el juego pionero del género “first person shooter”, o juegos de disparos en primera persona, más fiel a los elementos sobrenaturales del material de origen en vez de intercambiarlos por simple ciencia ficción; después de todo, ¿cuándo fue la última vez que vimos a marines espaciales tiroteándose con demonios del Infierno en la pantalla grande en vez de los alienígenas de siempre?

Pero aún con esa tremenda oportunidad perdida, la adaptación protagonizada por Karl Urban y Dwayne Johnson es un decente clon de “Aliens” con monstruos interesantes y sangre a raudales.

Y eso sin mencionar una escena que probablemente se constituye en la adaptación más literal y directa de un estilo de juego al cine, una secuencia casi ininterrumpida de varios minutos en el que vemos el mundo a través de los ojos del protagonista cuando va recorriendo los pasillos eliminando monstruos arma en mano. Por unos minutos, Doom fue la adaptación más fiel de un videojuego al cine jamás hecha.

Hasta el momento, en mi opinión Silent Hill es la mejor adaptación hollywoodense de un videojuego. Toma el argumento del recordado título de terror de 1999, sobre un padre buscando a su hija en un pueblo envuelto en una maldición diabólica, rodeado de una niebla maligna infestada de monstruos, y más allá de cambiar la identidad y el género del protagonista, es más bien fiel, y por momentos genuinamente aterrador.

El filme del francés Christophe Gans ostenta un diseño de producción espléndido, capturando la atmósfera inherentemente inquietante y opresiva del juego de Konami de forma excelente, en especial durante los primeros minutos en los que Rose (Radha Mitchell) deambula por el pueblo maldito de Silent Hill. Tanto al recrear criaturas como los desesperantes espectros pequeños y carbonizados del juego como al crear sus propias criaturas –el monstruo del baño de la escuela es un ejemplo estelar-, el diseño de las criaturas es igualmente excelente, acompañado por una banda sonora con colaboración del propio compositor del juego, Akira Yamaoka, que porta entre otras canciones la hermosa y a la vez inquietante Alessa’s Harmony.

El filme comienza a perder fuerza a medida que el argumento se va complicando y los secretos de Silent Hill se van revelando, pero nunca deja de ser entretenido y un retorcido deleite visual para quienes no se dejan amilanar por la violencia en la pantalla. La secuela de esta tampoco existió.

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