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Nada de lo que le digan le podrá dar a Juan Carlos Marín el consuelo suficiente para entender algún día cómo es que su esposa, con 8 meses de embarazo, partió junto a su bebé, que era la niña más esperada por el joven matrimonio. Pensaban formar la parejita, junto a Thiago, su pequeño de entonces apenas dos años.
La casa estaba inundada en la dulce espera, y los controles médicos venían de maravilla, pero algo salió mal. Lo que tenía RossMary Morales era preeclampsia, pero Juan Carlos no se enteraría de esto hasta mucho después, cuando ya era demasiado tarde.
En ese momento, los doctores atribuyeron la presión alta y los dolores abdominales a simples malestares, y la trataron con calmantes. Cuando Juan Carlos o su esposa intentaban insistir y hacer preguntas, la respuesta era “hagan lo que les digo; el médico soy yo”.
Un sábado por la mañana, RossMary se sintió muy mal, y la llevaron de urgencia al sanatorio. Entró a terapia al amanecer y le realizaron una cesárea de urgencia. El bebé no resistió. Ella sí lo hizo, por 33 días en terapia intensiva, pero luego también partió.
El mundo se derrumbó para Juan Carlos, quien quedó solo con el pequeño Thiago. Por dos meses, casi se entregó a la tristeza, pero luego, al ver la sonrisa y las ganas de jugar en el rostro de su hijo, entendió que por él tenía que levantarse. Y así lo hizo.
Desde entonces han pasado dos años, durante los cuáles llegó incluso a instancias judiciales denunciando negligencia del nosocomio privado donde murió su esposa, pero hoy, su corazón está en paz.
En su trabajo de vendedor, conoció a una clienta. Ella tenía un tatuaje en el pie que lo dejó helado. Eran las iniciales R y M, las mismas que les pertenecían a su esposa fallecida y a su hija Micaela, a quien la vida no le dio tiempo de conocer, pero que amó enormemente.
No pudo resistir las ganas de preguntarle qué significaban las letras, y fue cuando se enteró de que Giovana (así se llamaba la clienta) también venía de una familia que había pasado por el dolor de la pérdida de un bebé, que se había convertido en su niño estrella.
“Me tomó mucho tiempo dar vuelta la página y rehacer mi vida. Tenes que sacar fuerzas de donde sea y salir adelante”, nos dice Juan Carlos, quien sin esperárselo, encontró en Giovanna Possoletti a una nueva compañera, con la que hoy, luego de superar muchos temores, volvió a apostar a la vida. Hace un mes recibieron a Giana Fiorella, su bebé arcoíris, después de la tormenta.
Los bebés arcoíris son aquellos niños que nacen sanos luego de que la madre pasó por una pérdida gestacional. Se les llama arcoíris porque su llegada trae una luz que pone fin a la dolorosa tormenta que se pasó con la partida del bebé anterior, al que se le denomina niño estrella.
El bebé estrella nunca dejará de vivir en el corazón de quienes lo amaron, y el bebé arcoíris no viene para suplantarlo, pero sí le trae a la mamá la fortaleza que necesita para volver a ilusionarse de nuevo.
En el proceso de Juan Carlos, tuvieron vital importancia las doulas de duelo, trabajadoras de una profesión que aún no está reglamentada pero que es fundamental para muchas familias en el acompañamiento emocional de una maternidad. Existen doulas que acompañan a la embarazada en el nacimiento, y también hay otra rama, las especializadas en duelo, que acompañan el dolor de la pérdida gestacional.
Juan Carlos cuenta que fueron dos mujeres de la Red de Doulas del Paraguay, Adriana y Daniela, quienes se acercaron a él. Si bien nunca fue muy afecto a hacer terapia, esta vez no rechazó la mano que le tendían. Ellas estuvieron pendientes de las horas más difíciles de Juan, y lo aconsejaban sin importar la hora en la que la tristeza atacaba.
Todos los sábados hasta el día de hoy, Juan Carlos y Thiago, quien ya cumplió cuatro años, van al cementerio a visitar a su mamá y a su hermanita.
Pero el sueño de este hombre, que se levantó completamente de las cenizas va un poco más allá. Quiere abrir una fundación sobre la preeclampsia, para que muchas personas que, así como él en su momento, no sepan de esta enfermedad, y puedan informarse a tiempo. “Quiero que esta fundación lleve el nombre de mi esposa”, mencionó Juan Carlos.
Como licenciada en obstetricia,y con un marido médico, a Patricia Naveira le ha tocado ayudar a traer al mundo a muchos bebés, y varias veces, salvarlos en situaciones difíciles. Es por todo esto que para ella fue aún más costoso aceptar que en su caso, no se pudo hacer nada.
Su embarazo, nos cuenta, fue totalmente planificado. A las 37 semanas y media, tuvo un desprendimiento de placenta sin explicación médica. “Estaba esperando nomas ya a entrar en trabajo de parto. Un sábado a la mañana se me endureció la panza, creí que eran contracciones, pero no se relajó más, y ahí supimos que algo estaba mal. Fue fulminante lastimosamente. Fue una pérdida muy traumática”, recuerda la mujer que entonces tenía 30 años. Si algo hubiera podido cambiar en ese momento, en el hospital, Paty dice que hubiera pedido una doula de duelo esté con ella. Pero la tuvo recién al salir del hospital, cuando llegó a su casa y unos familiares le presentaron a Dani, quien desde ese momento se convirtió en su doula de duelo, acompañándola en los pasos más difíciles de su proceso emocional.
“Ella fue mi soporte y mi primer punto de contención, aunque lo ideal para mi es que la Doula de duelo esté en los primeros instantes y luego seguir terapia con la psicóloga perinatal”, comenta nuestra entrevistada.
Por fortuna, su bebé estrella no abandonó a Patricia, y le dio las fuerzas suficientes para aprender a vivir con el dolor.
Hoy, a sus 32 años, y luego de suficiente terapia con su sicóloga perinatal, Paty pudo por fin cumplir el sueño de tener entre sus brazos a su bebé, que no era el primero, pero era su bebé arcoíris.
“Mi segundo bebé nació el 9 de marzo. Después de 9 meses volvimos a buscar y nació sin problemas”, cuenta Patricia, al tiempo de agregar que su doula cumplió un rol invaluable para ayudarla a canalizar sentimientos como el enojo, y mitigar emocionalmente los sentimientos negativos.
“Es un dolor que el que no lo vive no lo puede saber, por mucho que intenten ponerse en tu lugar. En otros países como Canadá y el Reino Unido, el trabajo de la doula está mejor complementado con la pérdida gestacional, en nuestro país es nuevo y como que no se entiende bien la función. La pérdida gestacional en nuestro país aún es un tabú”, opina la madre, quien sueña con que algún día, en el sistema de salud de nuestro país esté incorporado un equipo de médicos, sicólogos y doulas para cada parto.
Hay otro factor que Paty también considera una materia pendiente: el parto humanizado y respetado. “Hoy día en hospitales públicos de nuestro país, a una mamá, que acaba de perder a su bebé la ponen en la misma sala que otra con el bebé llorando. No las ponen lo suficientemente lejos para que puedan tener la tranquilidad que necesitan”, lamenta Patricia, para reflejar un poco de la necesidad que se tiene de una visión más humana en la tarea del alumbramiento.
“En otros países hay salas de duelo gestacional donde la madre incluso tiene la posibilidad de despedirse de su bebé”, cuenta la mujer que, a raíz de todo lo que le ocurrió, investigó suficientemente sobre la problemática.
Si Patricia tiene que definir qué es lo más necesario para al menos encaminarse a un sistema de salud que brinde un mejor trato a las madres que han sufrido pérdidas gestacionales. Ella dice que lo primero es “hablar del tema, y entender que cualquier pérdida gestacional, sin importar el tiempo del feto, es algo real. Nuestros hijos sí existieron. Por más que el bebé no haya llegado a estar contigo, la conexión con él se da”, manifiesta Patricia.
Otro factor de fundamental importancia para ella, y que refleja lo que todas las madres que han sufrido pérdidas desean, es que el Ministerio de Salud tenga un protocolo de duelo.
“Esto no existe en la actualidad, sería ideal que tuviéramos salas de momento para despedir a nuestros hijos, porque si el duelo no es bien procesado, al volverse a embarazar probablemente ese niño no tenga el mejor ambiente de crecimiento. No basta con que el niño nazca, tiene que nacer sano”, expresa Paty.
Existe mucha gente a la que le disgusta la etiqueta de “bebés arcoíris”, pero para Patricia y otras madres que han vivido esta situación, usar este nombre es la única forma de visibilizar el dolor que fue y la esperanza que viene.
“Gracias a la denominación bebés arcoíris, se forma una comunidad donde una se identifica y no se siente tan sola”, reflexiona Patricia.
Adriana Jiménez, doula de parto y doula de duelo en formación, miembro de la Red de Doulas del Paraguay, antes que nada nos explicó el significado de la palabra doula.
La doula es una mujer que acompaña a otras mujeres durante el camino a la maternidad. Su labor fundamental es dar soporte, tanto físico como emocional, durante el embarazo, parto y el puerperio. Su formación abarca conocimientos sobre la fisiología del embarazo, el trabajo del parto, el parto y puerperio, la puericultura, la lactancia y la educación prenatal, enfocándose en el aspecto emocional, en el bienestar general y en las necesidades de la madre. No es parte del personal sanitario.
“La Doula de duelo acompaña, si lo desea la madre/familia, a pérdidas en todos los trimestres del embarazo e incluso las que se dan lamentablemente después el nacimiento. Acompaña respetuosamente durante el proceso del duelo que surge a raíz de una pérdida tan sensible”, nos cuenta Adriana.
Lastimosamente, en nuestro país no existen datos precisos sobre las muertes de bebés antes de nacer o poco después de nacidos. En base a su experiencia, Natalia explica que es difícil saber cuántos casos existen realmente, ya que “las pérdidas de bebés y la muerte en general culturalmente en Paraguay aún son temas de gran tabú”.
Pero existe una estadística general, por medio de la cual se sabe que una de cada tres mujeres se enfrenta en el transcurso de su vida a la pérdida de un bebé.
En cualquier caso, Adriana opina que el ideal es que la Doula de duelo trabaje en conjunto con un profesional de psicología, ya que los roles se complementan.
El corazón de la madre que ha tenido una pérdida gestacional nunca olvida el amor que sintió por ese niño, por lo que, al llegar un nuevo bebé al hogar, el corazón maternal se comparte y se agranda. “Es exactamente igual a tener varios hijos. Superar el duelo no es olvidar al bebé estrella, sino dar a este bebé un lugar especial en la vida de la madre y la familia”, dice nuestra entrevistada.
También hay que entender que el embarazo después de una pérdida es emocionalmente muy diferente a un embarazo sin antecedente de pérdida.
La llegada de otro bebé vuelve a despertar en las madres sentimientos de esperanza y amor, que son motores que necesita para volver a levantarse.
No hay un duelo igual al otro y, por lo tanto, sobrellevar también es un proceso individual para cada uno. Incluso entre madres y padres, hay maneras muy distintas de pasar por el duelo y llegar a la aceptación final.
Lo más preocupante para los terapeutas que trabajan con estos casos, es la falta de puesta en debate sobre estos temas. “No se habla de la problemática, por lo que es una situación que muchos padres la viven en soledad, y eso repercute de maneras muy fuertes en la salud mental de estos seres humanos”, explica Adriana.
En contrapartida, una mamá/familia que ha podido trabajar bien con el duelo, se torna también más fuerte.
“Es inmensamente importante pasar por el duelo y cada una de sus etapas, porque esto lleva a la madre/familia al punto de poder dejar ir a este ser querido sin olvidarlo”, dice Adriana.
Todo lo que nos causó dolor, siempre nos causara miedo, y por supuesto este será el caso de las madres que intenten un nuevo embarazo. “Es inevitable que pase por la mente de la mamá el temor de que vuelva a ocurrir la dolorosa experiencia, pero en la medida que todo vaya transcurriendo bien, la mamá irá recuperando seguridad paulatinamente”, cuenta la experta.
También en este embarazo posterior la doula puede acompañar a la madre. El acompañamiento amoroso por profesionales médicos y una doula de duelo puede hacer una gran diferencia para superar la experiencia de una pérdida.
La recomendación más importantes es entender que todos estos sentimientos, por más desesperantes que parezcan, están dentro del parámetro de lo normal.
“Los padres que han a travesado un duelo, es de esperar que sientan ciertas inseguridades en algunos momentos, que solamente con la nueva experiencia irán sanando hasta sentirse mas seguros”, menciona la entrevistada.
Rosarito Franco, psicóloga perinatal con orientación en el período comprendido entre la concepción, embarazo, el parto y el postparto, nos brindó un encuadre desde la mirada de la salud mental sobre la pérdida de un hijo.
“La muerte de un hijo durante el embarazo, el parto o pocos días después del nacimiento constituye un proceso contra natura, no hay inscripción psíquica para este dolor”, nos dice la profesional.
El duelo perinatal es un proceso que requiere de una gran sensibilidad ya que, aunque no siempre la muerte gestacional trae consigo un duelo patológico, “la invalidación social de esta pérdida convierte el dolor en un tabú, sobre todo cuando se trata de abortos tempranos”, explica.
Es en estos casos cuando la intervención psicoterapéutica se vuelve el medio más eficaz para cerrar heridas y tramitar la pérdida que si no se canaliza correctamente, se corre el riesgo de caer en patologías, llegando incluso este hecho a ser precursor de diferentes trastornos psicológicos.
El doctor Guillermo Ramalho, ginecóloco, nos refirió su su perspectiva científica, explicándonos que la expresión bebé arcoíris, si bien es una forma de representar la belleza del nacimiento de un niño luego de una perdida, “no borra la tormenta y sus daños”.
Para el médico, la vivencia de una pérdida no se olvida, y el nuevo nacimiento no pasa por una recuperación, “sino mas bien por vencer el miedo de que vuelva a suceder”.
Recuperarse, dijo sin embargo, no es esconder el pasado, si no con su legado enfrentar el presente sin miedo, con fe y esperanza.