Sitiados por “rey de la soja”

Productores del distrito de Carlos Antonio López, en el departamento de Itapúa, están a punto de perderlo todo y viven desesperados por el acoso de una empresa del poderoso Grupo Favero, que le reclama deudas que fueron abultadas.

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Como buen hombre de campo, no le gusta demostrar debilidad. Quizás por el esfuerzo de evitar quebrarse mientras cuenta la situación por la que está viviendo desde hace meses es que sus ojos enrojecen, aunque la emoción termina por ganar y las lágrimas brotan, escapando a su control.

- “30 años trabajando ahí y ahora, en un minuto, perder todo”, dice.

La voz se le quiebra, dificultándole continuar con su exposición, por lo que para algunos segundos para tomar una bocanada profunda de aire.

Ahora sí, continúa.

Fernando Weyh llegó a Paraguay en la primera mitad de la década de 1980, dejando atrás su Brasil natal. Como tantos otros inmigrantes que llegaron a esta tierra, lo hizo con la esperanza de encontrar un futuro mejor para la familia que en aquellos días estaba empezando a formar.

Consiguió comprar algunas hectáreas de tierra en Carlos Antonio López, un distrito del departamento de Itapúa, ubicado a unos 400 kilómetros de Asunción. Dejó atrás todo lo que tenía y se lanzó a una “aventura” en una zona sobre la que conocía muy poco.

Cuando llegó, lo que hoy es conocido como Colonia Tirol era un lugar prácticamente inhóspito en el que grandes extensiones de lo que podría ser fértil campo estaban cubiertas por montes. Utilizando algunos bueyes que consiguió comprar y con sus propias manos comenzó a abrir caminos y demarcar parcelas para sus cultivos.

Desde hace algunos años, decidió dedicarse a la producción de granos. Para ello tiene a su nombre una propiedad 114 hectáreas, a las que suma otras 220 que alquila.

Como es habitual en el agronegocio, Fernando decidió acudir a la financiación de un silo. El trato, común entre productores, consiste en que la empresa propietaria del silo otorga semillas, insumos, herramientas y a veces hasta dinero en efectivo para el inicio de cada zafra. A cambio, los productores deben entregarle a ese silo la totalidad de su producción. Las ganancias para los labriegos llegan de la diferencia entre el valor de su producción y lo que deben pagar a sus financistas.

Al igual que la gran mayoría de sus vecinos, Weyh decidió hacer negocios con el Agrosilo Santa Catalina S.A., una empresa que forma parte del conglomerado denominado Grupo Favero y que tiene como uno de sus principales accionistas al brasileño Tranquilo Favero, el mayor productor de soja del Paraguay; y que tenía hasta el año pasado como presidente al yerno de éste, René Leonidas Zittel.

La cuestión era casi rutinaria. Al inicio de cada zafra, los productores acudían al silo para solicitar los insumos correspondientes e iba pagando conforme llegaban las épocas de cosecha. Nada demasiado fuera de la común, incluso a pesar de las millonarias sumas que se manejan dentro de este negocio.

Sin embargo, las cosas comenzaron a tornarse un tanto más turbias desde hace algunos meses. Al igual que varios de los colonos de Tirol, Fernando comenzó a recibir la visita de representantes del Grupo Favero que llegaban para reclamar deudas que los productores tenían con ellos. Claro que Weyh era consciente de que había compromisos pendientes, pero lo que aquellos hombres le estaban reclamando era varias veces mayor a lo que él realmente debía.

Sentado frente a su casa, acompañado por su esposa, Weyh recuerda y reconoce haber firmado varios documentos que le fueron llevados por Vanilso Klieber, un funcionario de Santa Catalina que hacía las veces de nexo entre el silo, y por una escribana. La firma de los documentos se dio en varias oportunidades bajo presión y siempre los papeles eran completados por el representante de la empresa del Grupo Favero.

Según Weyh, existirían varios cheques supuestamente endosados por él, pero que en realidad tendrían firmas falsas y cuyos montos nunca recibió. Además, asegura que existen documentos que ahora son utilizados para reclamar una abultada deuda que él nunca firmó.

Insiste en que reconoce tener deudas con el Grupo Favero y que por ello solicitó en reiteradas oportunidades que la firma le proveyera el extracto de su cuenta, a fin de conocer el sustento de la misma y encontrar la forma de pagar. Algo que el silo le negó siempre.

De hecho, tiene hasta un extracto de años anteriores que demuestra cómo cumplía siempre a la hora de honrar los compromisos asumidos con el silo.

Fernando no es el único productor afectado por esta situación, aunque es de los pocos que se anima a hablar y de los pocos que se animó a denunciar ante la Fiscalía la situación. “Peleo y no me presentan. Tuvo que recorrer a otro lado, busqué un abogado para poder defenderme porque voy a quedar en la calle che ra’a”, afirma.

“Treita años trabajando ahí y ahora, en un minuto, perder todo. No tengo miedo che irú”, indica al equipo del diario a ABC Color que llegó hasta la zona luego de tener conocimiento sobre la situación.

No muy lejos de la casa de Fernando, vive Marino Raiter, quien al igual que se vecino llegó a tierras paraguayas hace 30 años, cuando la zona era inhóspita y tuvo que levantar todo lo que tiene con esfuerzo y sacrificio.

Marino mantuvo una relación comercial casi exclusiva con el AgroSilo Santa Catalina S.A. entre 2012 y 2015. La buena relación con la firma le permitió en 2013 comprar una propiedad financiada por Santa Catalina, quedando esta como garantía hipotecaria.

Nunca tuvo problemas hasta que entre mayo y junio del año pasado representantes llegaron a reclamarle una deuda de US$ 28 millones, que él desconocía. Sí, tenía compromisos con ellos pero ni con los intereses llegaba a esa suma.

Le mostraron un reconocimiento de deuda que tenía su firma y de su esposa, pero que él nunca había firmado.

Solicitó en reiteradas oportunidades que el silo le mostrara los documentos de su extracto para tratar de arreglar la cuestión. Algo que siempre le negaron. Por ello decidió presentar una denuncia ante la Fiscalía, cayendo la causa en manos del fiscal Eduardo Cazenave, quien ordenó el allanamiento de la sede central de Santa Catalina en Los Cedrales, departamento de Alto Paraná.

Durante ese procedimiento se incautó el reconocimiento de deuda que le habían mostrado a Marino y fue sometida a una pericia caligráfica. Los resultados fueron tajantes: las firmas habían sido falsificadas. En ese documento él y su esposa reconocían una deuda de más de US$ 12 millones.

Solo en el caso de Marino, que ahora tiene embargada su producción y parte de su propiedad, habría existido un fraude de US$ 24 millones.

En una nueva serie de procedimientos, se incautaron además alrededor de una decena de pagarés que fueron sometidos a una nueva serie de pericias por parte de la Fiscalía. Solo uno de ellos presentaba las verdaderas firmas del matrimonio Raiter, los demás habían sido adulterados. ¿El valor total de los documentos falsificados? US$ 23 millones.

Antonio Marques Mombach y Afonso Jaco Heineck son otros dos productores que se vieron afectados por el esquema que supuestamente producía documentos de contenido falso para abultar sus deudas con la firma.

En el caso de Antonio, su deuda se multiplicó varias veces; mientras que Afonso estima que en realidad no solo no debe nada al poderoso grupo Favero, sino que incluso tendría saldo a su favor de alrededor de US$ 1 millón.

En medio de los reclamos presentados por los productores, en el interior del Agrosilo se dio una serie de cambios en altos mandos administrativos, que habrían sido la respuesta a las irregularidades detectadas.

El 16 de noviembre pasado, los productores (entre ellos Fernando Weyh) presentaron una denuncia ante la Fiscalía de Santa Rita contra personas innominadas por la supuesta producción de documentos de contenido falso. El caso quedó en manos del fiscal Eduardo Cazenave.

De manera paralela a la denuncia de los productores, la firma inició una serie de juicios para cobrar deudas a los productores, consiguiendo rápidamente embargos contra propiedades de los mismos y utilizando documentos denunciados como falsos y que debían ser peritados. Como pocas veces, la justicia actuó de manera rápida para otorgar lo reclamado por los denunciantes, que en este caso se trata de uno de los grupos económicos más grandes y poderosos del Paraguay.

En el caso de Marino, utilizan documentos que ya ha quedado demostrado que son falsos para exigir el secuestro del fruto de su producción. Todo a las apuradas y bajo sospechas de que existen fuertes presiones para separar al fiscal que lleva adelante la causa, al que de hecho ya recusaron, para intentar frenar la causa.

Luego de que se iniciara el inconveniente, la empresa del Grupo Favero cortó la financiación de los productores para la zafra 2016 y promovió acciones judiciales a fin de restringirles el acceso al sistema financiero. Todo para asfixiarlos económicamente.

José Costas, representante legal del Grupo Favero, dijo sentirse sorprendido por la denuncia presentada por los productores sobre la supuesta utilización de documentos de contenido falso para el cobro de millonarias deudas.

“Yo no sé de dónde sacan que los documentos son de contenido falso. Lo que nosotros estamos haciendo simple y llanamente es ejecutar una deuda que tienen con nosotros, después de haber largamente tratado de llegar a un acuerdo por las vías normales. Ya que no hubo respuestas, tuvimos que ejecutar en el tribunal”, comenzó diciendo Costas.

Costas cuestionó que si los documentos que se utilizan para la ejecución de la deuda son de contenido falso no se haya presentado ese argumento en los juicios. “En los procesos no hay nada”, agregó.

Sobre las constantes negativas al pedido de acceder a los extractos, tal como solicitan los productores para conocer la deuda total, el abogado indicó: “Nosotros no somos un banco. Los extractos que nosotros manejamos son extractos nuestros. Ellos como clientes o como productores deberían tener en orden su contabilidad, cosa que no tienen y quieren aparentemente valerse de nuestra documentación para negar la deuda”.

“Eso no es normal. Ellos nunca reconocieron su deuda. Nosotros tenemos documentos. Es una financiación normal que se hizo por la producción que lograron gracias al apoyo que le dio nuestro silo”, aseveró. “Quieren encontrarle una vuelta para no pagar”, acotó.

Dijo que en el caso del acta de reconocimiento con firmas adulteradas, la cuestión debería ser conversada con la escribana.

Reconoció que siempre existen problemas administrativos internos, pero que se busca la manera de mejorar y que ello no tuvo nada que ver con el reclamo de estas deudas.

Tranquilo Favero es oriundo de la zona sur del Brasil, nieto de inmigrantes italianos nació en el pequeño pueblo de Caxias do Sul, en el estado de Río Grande del Sur. Llegó a Paraguay a finales de la década de 1960.

Según declarara alguna vez en entrevista a ABC Color, vino para un paseo de fin de semana y decidió quedarse. Desde entonces empezó a convertirse en uno de los agroganaderos más importantes del país.

“Individualmente soy el mayor productor de soja del país. Nuestro grupo, que es básicamente familiar, está compuesto por nueve sociedades anónimas, de las que soy uno de los accionistas mayoritarios, y tenemos 1.500 funcionarios trabajando con nosotros”, había dicho en 2008, cuando le preguntaron sobre el apodo que le habían puesto: “El zar de la soja”.

Dentro del Grupo Favero, del cual es accionista mayoritario, el Agrosilo Santa Catalina S.A. es una de sus mayores empresas y con ella se ha convertido en el mayor exportador de oleaginosa del Paraguay, país que figura entre los mayores productores mundiales de este grano.

En los últimos años, numerosas han sido las denuncias realizadas por organizaciones sociales contra Favero por haberse supuestamente apropiado de manera irregular de tierras fiscales que deberían haberse destinado a la reforma agraria.

Fotos: Roberto Zarza, ABC Color.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

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