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Los luthiers, artesanos de la música, se encargan de elaborar instrumentos, arreglarlos y calibrarlos. Fabián Riveros es uno de ellos. Tiene un taller en el centro capitalino donde nacen guitarras eléctricas hechas por sus propias manos.
Eso que hoy lo mantiene y se convirtió en su estilo de vida, empezó con su afición a la música y una compra fallida, que lo condujo por caminos que cambiarían su vida.
“Yo empecé a tocar guitarra y un día me compré una que no funcionaba bien, le llevé a alguien que no pudo arreglarla y después me di cuenta de que la guitarra tenía problemas de construcción. De fábrica se hizo mal, entonces empecé a indagar y me gustó, por eso tomé el trabajo. De hecho yo no sabía de nadie en aquel entonces que se dedique a esto”, relata.
En el 2006, estudió electrónica y en el 2008, se fue a estudiar a Buenos Aires para ser luthier. “Yo empecé reparando, cambiando componentes, testeando, dando solución a cosas que estaban rotas, después tomé el curso de construcción”, agrega.
Fabián hace guitarras eléctricas desde cero: manda traer la madera de Estados Unidos, la modela de acuerdo a lo que el cliente solicita y las pinta. Ese trabajo le lleva cerca de un mes.
Ahora está probando construir una con madera de palet, con el objetivo de reciclar. Afirma que no sabe si funcionará pero le tiene fe a su reciente experimento. “Por ejemplo, a la gente de Cateura le ayudé a hacer una guitarra eléctrica para su gira con Metallica y salió bien, así que ahora espero que esta salga bien”, refiere.
Explica que el objetivo de reciclar es buscar abaratar los costos porque resulta muy elevado traer la madera del exterior.
Confiesa que la ventaja de hacer la guitarra desde cero consiste en la capacidad de jugar con el diseño porque la gente normalmente busca algo personalizado.
“Cuando viene un cliente y me pide una copia de una marca conocida, yo le digo: ‘se vende en tal parte, andá comprá de ahí’, porque la gente cree que le va a salir más barato mandar hacer y la verdad es que le puede llegar a salir el doble, porque el objetivo de mandar hacer es que sea justamente un instrumento a medida”, puntualiza.
Cuenta que fabrica aproximadamente una guitarra por año debido la escasez de pedidos. “Acá la mayoría de las personas están acostumbradas a la marca y como muchos de los que elaboran instrumentos no son especialistas, hacen así nomás entonces no hay como mucha confianza de que en Paraguay se fabrique productos buenos, pero creo que hay gente muy capacitada que cada vez mejora más”, añade.
Comenta a modo de anécdota que hace poco tomó un curso para construir guitarras clásicas en Luque y supo que sus maestros no saben ejecutarlas. “Entonces les pregunté: ¿cómo probás si funciona? Me dijeron que si viene alguien y toca, ya saben que lo hicieron bien. Para mí es más fácil porque sé ejecutar el instrumento”, subraya.
En cuando a la posibilidad de dar cursos para elaborar guitarras se mostró abierto, pero sostiene que requiere de mucho tiempo y práctica trasmitir este conocimiento. “Si le voy a enseñar todo lo que sé, va a llevar cuatro años”, aclara.
Carlos Gonzáles trabaja hace 20 años arreglando instrumentos musicales, principalmente en la parte técnica, pero fue músico desde mucho antes, hasta se puede decir que por herencia. Su padre Roberto Gonzáles Álvarez tiene 78 años y sigue cantando, la mayoría de sus hermanos también tiene una inclinación hacia este arte.
Él tampoco se quedó atrás: es músico, trabajó por mucho tiempo en un estudio de grabación y en ese lapso vio cómo los instrumentos se fueron descalibrando y algunos dejaron de funcionar, entonces como eran contados los técnicos de guitarra y había solo un fabricante, tuvo que ingeniárselas. “Toda la experiencia que tuvimos en otro ámbito nos lleva a esto, nos hicimos por experiencia propia”, sostiene.
“Ser músico instrumentista te da esa posibilidad de ponerte en el lugar del músico, porque de eso se trata el tema de la calibración: ver la comodidad del instrumento porque el músico se expresa a través del instrumento, entonces el instrumento tiene que estar bien calibrado y para eso necesitás conocer el mecanismo”, acota.
No obstante, con gran humildad a pesar de sus años de experiencia, considera que le “queda grande la investidura de luthier. Me siento menos comprometido cuando me llaman técnico”, destaca.
“Él arma el mueble (Fabián Riveros) y nosotros hacemos la parte eléctrica, a veces él no necesita de mi trabajo, trabajo con él o con los músicos nacionales sobre pedido. Desarmamos lo que quieras: la guitarra, le cambiamos todo lo que hay mis dos hijos trabajan conmigo y mi señora administra. Es un negocio familiar”, entiza.
Dice que el trabajo en este campo va bien y en aumento porque “gracias a dios el paraguayo es muy musical”. “El ambiente musical se hizo muy dependiente de los amplificadores, de los sonidos electrónicos, entonces todos los instrumentos tienen que venir con un amplificador para que el sonido pase por la consola. Antes se le ponía el micrófono enfrente a la guitarra y ahora eso pasó a ser parte de la guitarra, cada vez es más sofisticado, pero la gente no perdió el valor al arte manual”, expone.
Su clientela se hace solo de voz en voz, de la promoción que le hace la gente que alguna vez le encargó algún trabajo y escasamente a través de las redes sociales. “Imaginate si promocionamos esto lo que va a hacer”, bromea Carlos, quien hasta ahora sigue tocando en bandas musicales.
Ivan Deayves Ramírez es un joven que también se encuentra en el grupo de colegas que trabaja en conjunto en la reparación de instrumentos y parlantes. En ese sentido, Carlos Gonzáles indica que la especialidad de este se basa en los equipos valvulares, que durante un tiempo quedaron obsoletos.
“Se reemplazaron por transitores, se hicieron más compactos, pero la gente se quedó con el recuerdo del sonido. Los grandes éxitos se grabaron casi siempre con equipos valvulares, entonces ese sonido ahora la gente está rescatando entonces se están volviendo a rescatar equipos valvulares y aquí sorprendentemente este muchacho siendo joven tiene una gran capacidad, inclusive fabrica equipos”, indica.
Deayves apunta también a abrir su taller propio para seguir trabajando de cerca con este grupo de artesanos del sonido.
Fabián y Carlos aseguran que son pocos los que en el centro de Asunción trabajan en el menester de elaborar y reparar instrumentos musicales, mencionan además a Eduardo Báez, Jorge Valdovinos, Diego Barboza y Arturo Maidana, quienes completan el círculo que encierra a este “mundo impresionante” como lo describe Carlos Gonzáles.
Se puede notar, al escucharlos hablar, el espíritu de camaradería que existe entre ellos, a veces trabajan en conjunto otras se pasan clientes, con bastante humildad y con arduo trabajo están día tras día en sus talleres contribuyendo a que la música nacional suene mejor.