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Al final de la Segunda Guerra Mundial, Rusia y los Estados Unidos entraron en una puja por capturar o reclutar a todos los científicos armamentistas del régimen nazi que pudieran, lo que es lógico teniendo en cuenta el avanzado nivel tecnológico del armamento del Tercer Reich, incluso sin tener en cuenta revolucionarios avances como el devastador cohete V2.
Particularmente durante los últimos años de la guerra, cuando la marea comenzó a cambiar y las fuerzas aliadas comenzaron a ganar terreno haciendo retroceder a los alemanes, los investigadores alemanes idearon numerosos proyectos que iban desde lo extremadamente difícil pero realizable hasta lo cuasi-fantástico en su afán de desarrollar armas que pudieran cambiar de nuevo el rumbo de la guerra a su favor.
Este aspecto de la guerra incluso logró ingresar a la ficción de la época, más notoriamente en la figura del Capitán América, quien, como sabrán los que conozcan la historia del personaje a través de los cómics o quienes al menos hayan visto la película de 2011, era un joven neoyorquino de complexión débil convertido en un súperhombre gracias a un suero desarrollado por un científico alemán que huyó a los Estados Unidos por oponerse a los nazis.
Ahora, con el estreno de la nueva aventura cinematográfica del Capitán América, El Soldado del Invierno, en cines desde este viernes, damos una mirada a algunas “súper armas” ideadas por los nazis.
No habrán estado desarrollando un suero de súper soldado -hasta donde se sabe-, pero sí tuvieron algunas ideas muy locas: algunas no pasaron de proyectos inconclusos, algunas llegaron a los campos de batalla muy tarde para lograr un gran impacto en el conflicto -pero sirvieron de base para grandes avances tecnológicos en años futuros-, pero todas fueron o hubieran sido en su momento revolucionarias.
Probablemente el más inverosímil de los proyectos alguna vez ideados por los científicos del Tercer Reich fue un arma orbital concebida a partir de una idea aún más extravagante del físico Hermann Oberth en 1929.
La idea concebía la creación de una estación espacial con un gigantesco espejo cóncavo hecho de sodio metálico que pudiera reflejar la luz del sol en un rayo concentrado que podía ser dirigido a un punto específico de la Tierra, en teoría siendo capaz de producir el calor suficiente para tener efectos devastadores en ciudades enteras.
El concepto es muy similar al del arma empleada por el villano de la película de James Bond “Otro Día para Morir” (2002).
Si vio “Capitán América: El Primer Vengador”, probablemente recuerda una escena en la que el héroe destruye un tanque alemán ridículamente grande. Bueno, probablemente si los alemanes hubieran tenido más tiempo, esa escena no hubiera sido tan históricamente incorrecta.
Para 1942 Alemania ya tenía algunos proyectos de “supertanques” de enorme tamaño que pudieran transportar y disparar artillería pesada. El más grande de todos fue el Landkreuser P. 1500 Monster, un nombre más que apropiado. Esta titánica herramienta de destrucción iba a pesar más de 1.500 toneladas, con 48 metros de largo, 18 metros de ancho y más de siete metros de alto, con una tripulación de más de 100 hombres. Hubiera parecido menos un tanque y más una enorme mansión con múltiples orugas y gran poder de fuego.
Hablando de poder de fuego, su arma principal sería un cañón Schrewer Gustav de 800 milímetros, literalmente el arma de artillería más grande jamás disparada –diseñada expresamente para la destrucción de búnkeres y demás fortificaciones-, con proyectiles más altos que muchos de los tanques normales usados en el conflicto. A esa masiva arma se sumarían múltiples ametralladoras y dos cañones de 155 milímetros.
Por supuesto, el masivo tamaño del vehículo presentaba problemas lógicos como la dificultad que tendría en cruzar puentes y el daño que causaría a los caminos a su paso, lo que acabaron haciendo que el proyecto, junto con otros “supertanques” menores, fuera cancelado.
Ideado por los hermanos Horten, diseñadores de algunos de los más avanzados aviones de combate de la época, el bombardero Horten Ho 229 fue un producto de la necesidad de los nazis de un avión capaz de transportar una gran cantidad de explosivos a alta velocidad y a través de grandes distancias para llegar hasta los centros de comando aliados.
Dejando de lado cualquier superficie innecesaria, el Ho 229 era básicamente un planeador con un motor de propulsión, al que se añadió cañones cuando se determinó que su gran performance lo convertiría no solo en un buen bombardero, sino también en un gran caza. Simulaciones de combate contra otros cazas alemanes en 1945 demostraron que era capaz de un excelente desempeño. La forma en que las alas y el fuselaje eran una sola superficie, y la ausencia de propulsores grandes o alerones de cola lo habrían ocultado bastante bien de la tecnología de radares de la época.
Sin embargo, nunca pasó de ser un prototipo, y cuando estaba a punto de ser ensamblado originalmente fue capturado por las tropas estadounidenses. El bombardero estadounidense B-2 Spirit, introducido en los ’90 y notorio por ser muy difícil de detectar con radares, toma del Ho 229 la economía de superficies y la forma en general.
Dramáticamente apodada “Vampir”, la Zielgerat 1229 era un dispositivo que consistía de una mira especial para el rifle de asalto Sturmgewehr 44 acompañada de una linterna de luz de tungsteno con un filtro para luz infrarroja y su respectiva batería –que pesaba unos 13 kilogramos-, con una máscara especial que actuaba para convertir la imagen, permitiéndoles a los soldados portándolo disparar en la oscuridad.
A diferencia de los ejemplos anteriores, el “Vampir” sí fue introducido en la guerra, en especial en el frente del Este para su uso contra las tropas soviéticas, aunque recién para febrero de 1945, cuando la suerte de la guerra ya estaba en gran parte echada.
También se desarrollaron dispositivos infrarrojos similares para algunos tipos de ametralladoras fijas.
Imágenes:
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