Analfabetismo y miseria

Datos oficiales indican que actualmente hay cerca de 280.000 paraguayos que no saben leer ni escribir, hecho que no deja de ser preocupante. Sin embargo, hay un aspecto mucho más alarmante: el “analfabetismo funcional”.

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Un trabajo realizado por la licenciada Carmen Arias Larroza, de la organización privada Investigación para el Desarrollo (ID), explora la variable “¿Sabe leer y escribir?”, captada en la Encuesta Permanente de Hogares del año 2017.

La pregunta se hace a la población de cinco años de edad y más, antes de preguntarle si ha asistido o está asistiendo a una institución de enseñanza formal. Las personas que se encuentran en este grupo, incluso, asistieron en algún momento a la escuela, pero nunca lograron asimilar ni aprender a leer y a escribir.

Según el análisis, este indicador “cobra relevancia” cuando se hace una clasificación de la población de 15 años y más, para medir el analfabetismo -Población con 15 años o más no sabe leer ni escribir, para analizar sus capacidades básicas para insertarse al mercado laboral o para conseguir un trabajo digno.

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Esto preocupa, considerando que Paraguay es uno de los países que puede considerarse beneficiario del Bono demográfico, ya que proporción de población en edad de trabajar (15 a 59 años) es superior a la proporción de población en edad dependiente, que representa la suma de los grupos de niños de 0 a 14 años, más la población adulta mayor de 60 años y más.

El trabajo señala que el indicador procesado, con sus respectivas categorías dicotómicas (sí y no), evidencia la presencia de unos 280.000 paraguayos de 15 años o más que no saben leer y escribir, los cuales pueden estar en situaciones de discriminación, desarraigo, pobreza, además de la exclusión social, por no poseer la capacidad de poder leer un documento, o mínimamente firmar, y por ende no podrá la capacidad de defender sus derechos.

Añade que las diferencias más notorias en la brecha por sexo empiezan a notarse desde el grupo de años y más. Agrega que la capacidad de leer y escribir ha sido importante en todos los tiempos, pero mucho más en la actualidad, en la que el mundo globalizado se maneja en un ambiente tecnológico muy avanzado.

Lo más alarmante de este grupo de población (15 años o más) es que existe un amplio porcentaje que está en edad activa (62,7%), es decir, la edad en que puede o debe trabajar para auto sustentarse. La pesquisa señala que la población que está en edad de trabajar es alrededor de 175.000 personas, y esta proporción es la que sufre a la hora de salir a la calle, ya que será muy difícil insertarse al campo laboral.

Si bien el índice de analfabetismo total (de gente que no sabe leer ni escribir) es relativamente bajo en nuestro país, hay otro que va "en franco aumento y asusta": el analfabetismo funcional, manifestó el Dr. Enrique Bendaña, presidente del Centro de Regulación, Normas y Estudios de la Comunicación (Cerneco) y rector de la Universidad Paraguayo-Alemana.

“Por ejemplo, hace poco, en el Ministerio de Educación hicieron un examen a los niños del tercer grado, y en matemáticas se aplazó el 72%. Yo pensé que era un examen muy difícil y averigüé, y apenas eran las cuatro operaciones fundamentales y su aplicación en problemas”, dijo.

Añadió que en lectura comprensiva se aplazó el 70%. Advirtió que estos niños de 10 años saben leer y escribir, pero no entienden lo que leen y escriben. “Entonces, esos son los analfabetos funcionales, aquellos que aparentemente están alfabetizados, pero no son capaces de pensar”, alertó.

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Consultado sobre las causas de este tipo de analfabetismo, afirmó que la primera de todas, sin lugar a dudas, es la formación docente. Lamentó que no se trabajó, ni se trabaja en forma en la preparación de los maestros.

Agregó que hace algún tiempo el Banco Mundial donó US$ 50 millones justamente para la formación docente, aunque no recuerda en cuál administración del MEC; pero finalmente se destinó toda esa cantidad a la edificación de 1.000 escuelas.

“Se hicieron las escuelas, pero se dejó la formación docente. Eso significa que perdimos entre 10 y 15 años, y tenemos hoy una formación docente deficiente, a tal punto que en la época de la ministra Marta Lafuente el 70% de los propios maestros se aplazaron en matemáticas y también en lectura comprensiva”, recordó.

Bendaña expresó que el país necesita de una política de Estado en educación, en el que ministro que viene mantenga las decisiones adoptadas dentro de esa política, porque lo que pasa normalmente es que llega un ministro nuevo y cambia toda la plana mayor, y el nuevo equipo pasa seis meses o más para entender de qué se trata todo.

“La sociedad tiene que convencer a las autoridades del Gobierno de turno que el Ministerio de Educación debe ser una institución eminentemente técnica y fuerte. Además, necesitamos lograr un gran ‘Acuerdo Nacional’ para mantener en el tiempo una política de Estado en esta materia”, enfatizó.

Por otra parte, el Dr. Bendaña manifestó que otro factor que incide mucho en la generación de “analfabetos funcionales” es el bajo salario del docente. “La gente puede decir que estoy loco, pero yo pienso que hay que pagar bien a los maestros, como se hace en otros países, donde la profesión de docente es casi sagrada, y la población les rinde pleitesías, porque son los que aseguran que las nuevas generaciones se hagan cargo de todo”, acotó.

Sin embargo, aclaró que ese mejoramiento salarial tiene que estar supeditado a la capacitación permanente de los maestros. Dijo, además, que ya no existe en ninguna profesión en la que uno recibe el título y puede trabajar 30 años sin una actualización constante, porque los conocimientos cambian cada vez más rápido.

No obstante, admitió que en los últimos años el MEC ha hecho esfuerzos importantes y ha mejorado en varios temas. “Por ejemplo, se logró la cobertura universal, para que todos los niños lleguen a la escuela, pero lo que no se logró es que ese crecimiento sea acompañado por la calidad”, expresó.

En cuanto a la falta de calidad de la educación, dijo que allí hay varios problemas, como el bilingüismo, que mucho tiene que ver con el analfabetismo. Sobre el punto, afirmó que 43% de niños llegan al primer grado hablando solamente el guaraní, a los -sin embargo- se enseña en castellano, que una “lengua extraña” para ellos, y el sistema los expulsa.

“Si no logramos resolver el problema del bilingüismo, el analfabegismo persistirá. A los niños que hablan solamente el guaraní hay que enseñarles solamente en ese idioma, y paulatinamente ir pasando al castellano, tal como lo hacen los suizos, donde los niños comienzan con el dialecto y luego van pasando al alemán, al francés o al inglés”, comentó.

Alertó que en la práctica estos niños dejan la escuela en el segundo o tercer grado y van a la vida, pero sin ninguna herramienta para defenderse y, evidentemente, fracasan. “El resultado de todo esto es que nuestros hijos y nietos van a tener que mantener a esta gente vía subsidios, porque no saben hacer nada”, advirtió.

En ese mismo contexto, Bendaña comentó que hoy día los colegios técnicos del país representan apenas el 25% de todos los centros educativos de secundaria del país, donde 75% constituyen bachilleres humanísticos que, a la hora de ir a buscar trabajo, no lo encuentran, porque tampoco saben hacer nada. “Por lo tanto, hay que invertir esa relación, y tener al menos 70% u 80% de colegios técnicos”, subrayó.

Por su parte, el licenciado Víctor Varela Allegretti, vicepresidente de Juntos por la Educación (JPE), dijo que el analfabetismo, en general, es el resultado de un rezago histórico en la calidad, pertinencia y relevancia de las políticas públicas, así como de la incapacidad del Estado en cumplir su rol de principal: ser garante de los derechos, entre ellos a una educación de calidad, y de cumplimiento de las metas nacionales de inclusión, de aprendizajes y de eficiencia del sistema.

Afirmó que el diseño de políticas de educación de calidad no solo implica el mejoramiento sustancial de las condiciones y procesos de enseñanza, curricular, pedagógico y didáctico, sino también, y por sobre, todo requiere del establecimiento de políticas públicas que, fundadas en los distintos contextos territoriales, se orienten a promover acceso y retención de aquellos sectores más vulnerables y colectivos más aislados para el sistema educativo, con el fin de garantizar equidad en las condiciones y oportunidades para todos los niños, niñas y jóvenes.

Ante ante la velocidad de los cambios tecnológicos y sociales, dijo que la realidad “nos interpela al cambio del paradigma”, de un modelo de educación basado en niveles a uno establecido sobre la base del aprendizaje de todos y a lo largo de la vida.

Afirmó que en un contexto de bono demográfico, que para muchos puede representar una gran oportunidad para el país para transformar una sociedad y su economía, las condiciones sociales, económicas y las profundas limitaciones del Estado para dar respuestas a las demandas desde la política publica, terminan por transformar esa gran oportunidad de desarrollo en una “gran amenaza” para el sostenimiento y legitimación de las instituciones democráticas del país.

Varela manifestó asimismo que la educación de calidad, además de ser un derecho irrenunciable y habilitante del ejercicio de los demás derechos, es y ha sido la “principal estrategia de desarrollo” de los países que han logrado mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. “Saber leer y escribir, así como el aprendizaje de las matemáticas y ciencias, son básicas y habilitantes para el desarrollo de las nuevas competencias que este Siglo XXI nos demanda”, alertó.

Añadió que el desarrollo del pensamiento crítico, razonamiento lógico, la capacidad de trabajo en equipo son a nivel mundial las principales competencias que un sistema educativo debe garantizar su desarrollo. “En función a esto, debemos de cambiar nuestro paradigma”, insistió.

Expresó igualmente que los rezagos, la pobreza, la exclusión frente a las nuevas demandas sociales y económicas representan uno de los “desafíos de mayor envergadura” en la historia de nuestra nación, y exige a esta generación asumir la responsabilidad y el liderazgo de inmediato, y sin pérdida de tiempo, para llevar adelante las transformaciones profundas al interior de las instituciones del Estado y hacer de la educación una “causa nacional”.

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