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Como hiciera de forma muy lucrativa Titanic en 1997, la película de Paul W.S. Anderson Pompeya, que se estrena este viernes en cines de Paraguay, pone una historia ficticia de romance enmarcada en un desastre de la vida real, en este caso la erupción del monte Vesubio -en lo que ahora es Italia- en el año 79 d.C., un devastador evento que acabó con las vidas de unas 16.000 personas.
Regularmente las noticias de potenciales erupciones volcánicas nos recuerdan el potencial devastador de estos conductos de escape de las masivas fuerzas de presión y calor que se hallan bajo la superficie del planeta, y erupciones recientes sumieron el caos en aspectos de la vida diaria como el tráfico aéreo.
Sin embargo aún el letal Vesubio palidece al lado de lo que se denomina “supervolcanes”, versiones masivas capaces de erupciones explosivas colosales cuyo poder podría no solo devastar una ciudad, sino afectar el destino del mundo entero. Podrían hacerlo, y se estima que ya lo hicieron en el pasado.
Las erupciones volcánicas son clasificadas en el Índice de Explosividad Volcánica (VEI, por sus siglas en inglés), que sitúa a la erupción del Vesubio en VEI-5. El máximo rango en el índice es VEI-8, y hasta ahora solo existen unas diez erupciones conocidas en la historia del planeta en llegar a ese nivel, todas ocurridas decenas de miles o hasta millones de años atrás.
La erupción volcánica más masiva conocida de la historia de la Tierra fue la del supervolcán La Garita, ubicada en lo que actualmente es el estado de Colorado, Estados Unidos. Hace aproximadamente 27 millones de años, generó unos 5.000 kilómetros cúbicos de ceniza volcánica, con explosiones equivalentes a 240.000 megatoneladas de TNT.
Se sospecha que el área de cobertura de las cenizas volcánicas fue tal que, de ocurrir en la actualidad, llegaría hasta el Caribe.
Mucho más reciente fue la erupción supervolcánica ocurrida hace 74.000 años en lo que actualmente es el lago Toba, entre Indonesia y Sumatra, un evento que tuvo una cantidad de ejección con poco más de la mitad de magnitud que el de La Garita. Es la más reciente erupción supervolcánica, y cubrió a gran parte del sur de Asia en 145 centímetros de ceniza volcánica.
Una teoría popular es que el evento tuvo efectos catastróficos a nivel mundial, un invierno volcánico que redujo considerablemente la temperatura global, acelerando la última era glacial. El alcance exacto de estos efectos son objeto de debate -una teoría reza que la cantidad de dióxido de sulfuro disparado a la atmósfera por la erupción redujo la temperatura mundial en 15ºC durante los tres años que siguieron-, pero la mayoría de los científicos concuerdan en que un evento de tal magnitud hubiera tenido efectos de alteración mundiales en el clima.
Además, el incidente de Toba es considerado por algunos como un factor directo en la extinción masiva de vida en el planeta registrada hace unos 50.000 años, lo que se habría debido en parte a la destrucción del medio ambiente causada por los efectos directos de la erupción, incluyendo la muerte masiva de la vegetación y severas sequías en zonas húmedas como selvas, entre otros efectos.
De ser acertada la teoría, el supervolcán habría sido responsable de la extinción de cerca del 60% de la vida en la Tierra.