A 33 años del mayor atentado en Paraguay

El 17 de setiembre pasado se cumplieron 33 años del atentado contra el dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, en Asunción. El hecho ocurrido en 1980 desnudó el frágil sistema de seguridad e inteligencia del régimen stronista.

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El dictador nicaragüense, tras ser derrocado en 1979, comenzó a buscar un país que le dé asilo político. Nadie quiso tener en su suelo a Somoza, salvo Paraguay, donde otro tirano como Alfredo Stroessner se identificaba con el militar derrocado.

El día viernes 17 de agosto de 1979, Somoza salió de la ciudad de Guatemala con destino a Paraguay. Un avión de Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) trajo en forma directa hasta Luque al derrocado dictador y a su comitiva.

Somoza también conocido como “Tachito”, se sentía a gusto en tierra guaraní ya que el régimen dictatorial era parecido al que él instaló en Nicaragua. Sin embargo, eso no le iba a durar mucho tiempo, ya que mientras Somoza se acomodaba a su nueva vida, su cabeza ya tenía precio.

Un grupo guerrillero argentino llamado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) tenía la misión de llegar hasta Paraguay y matar al dictador nicaragüense. Ese plan se inició a poco del arribo de Anastasio Somoza a Asunción.

Enrique Gorriarán Merlo, líder del ERP, organizó la llegada de los integrantes del grupo que iba a instalarse en Asunción, hacer el seguimiento al objetivo y luego ejecutar el atentado.

Para ese efecto cuatro hombres y tres mujeres llegaron hasta la capital paraguaya. Alquilaron una casa ubicada sobre la avenida Generalísimo Franco (hoy avenida España) casi América y para no levantar sospechas de su llegada los argentinos engañaron al dueño de casa.

Los guerrilleros se hicieron pasar por productores musicales de Julio Iglesias, por entonces en la cúspide de su carrera y dijeron que el artista iba a venir a Paraguay de incógnito. Al dueño del inmueble le pagaron por adelantado tres meses. Todo esto sucedió en el mes de julio.

La única condición que pidió el dueño de la casa fue que una vez que Julio Iglesias viniera a la calurosa Asunción, él pudiera conocerlo. Ante la promesa de los supuestos productores, el dueño de la casa tomó el dinero y guardó silencio, sin saber lo que iba a ocurrir.

Los guerrilleros acondicionaron la casa para hacer sus ejercicios militares y también para guardar las armas y bombas que iban llegando en partes a través del río Paraguay.

Otro de los integrantes del comando se acercó al dueño de un kiosco ubicado en Sacramento y España, le dijo que era argentino, que tenía un dinero que quería invertir y le ofreció ser socio en el kiosco.

El dueño del pequeño local al escuchar la oferta del extranjero aceptó. El argentino se ofreció, no solo a poner dinero para surtir el kiosco, sino que también dijo que iba a atenderlo durante la mañana y parte de la tarde.

“Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”, dice el refrán. Al parecer, este compatriota tenía poco de santo y no sospechó nunca la verdadera intención del argentino, quien mientras atendía el negocio podía ver cuando Anastacio Somoza salía de su casa, y los días que tomaba la avenida España para ir al centro de Asunción.

Monitoreaba la cantidad de personas que lo acompañaban, si habían escoltas armados y hasta cuanto tiempo le tomaba llegar hasta la casa donde estaba el resto de la banda.

Somoza se instaló en una mansión ubicada en Mariscal López y Motta, desde ahí se manejó primero con una buena dotación de agentes policiales a su servicio. Pasados los meses y ya con más confianza, esa guardia se redujo a tres o cuatro policías.

Con la logística lista (fusiles M16 y bombas) y la inteligencia bien estudiada desde el kiosko, los guerrilleros tenían bien marcada la ruta que tomaba el exdictador nicaragüense todos los días para llegar al centro de Asunción.

El 17 de setiembre a las 9:30, Anastacio Somoza, subió raudamente a su automóvil Mercedes Benz, acompañado de su chofer César Gallardo y su asesor financiero Joseph Baittiner.

En los Archivos del Terror se encontró una nota del jefe de la Escolta Policial, comisario Francisco Rubén González, quien el 27 de setiembre de 1980 relató lo ocurrido el día del atentado.

“El día del atentado yo había llegado un poco más tarde de lo habitual (…) un poco después de llegar a la residencia, se me acercó el chofer César Gallardo manifestándome que el Gral. estaba saliendo como para ir al Banco. Como el Gral. parecía tener prisa e hizo marchar inmediatamente su automóvil y no lo ví al Ofic 1ª Frutos, corrí hacía mi automóvil particular que era el que se hallaba más cerca y ordené al oficial 2º Esteban Marino Venialgo, componente del Grupo escolta de ese día, que me acompañara. Ordené a viva voz que me siguiera el resto de la escolta y salimos tras el General de la Residencia sin notar ninguna anormalidad hasta que llegamos en el lugar donde se produciría el hecho (...)” (sic). Tal es el informe del comisario González.

El grupo de Gorriarán Merlo tenía bien planificado el atentado. Sería el mismo líder del grupo quien se plantaría en el patio de la casa con una potente ametralladora M16, para disparar al móvil de Somoza, luego de que le dispararan con la bazuca. Los miembros del grupo criminal pensaron en todo momento que el Mercedes Benz en el que iba el exdictador era blindado.

Sin embargo, cuando la bomba falló en un primer intento hecho por Hugo Irurzun y como el rodado ya estaba a tiro, Gorriarán Merlo abrió fuego, para darle tiempo a su compañero a cargar otra bomba.

Los disparos desde la M16 dieron de pleno en el chofer quien murió y perdió el control del vehículo. Los vidrios del vehículo se rompieron y la chapería quedó perforada, en ese momento los asesinos se dieron cuenta que el móvil no era blindado.

Sin embargo, para asegurar la muerte de Anastacio Somoza, vino el disparo de la bazuca que destruyó el Mercedes Benz.

El chofer, César Gallardo, salió despedido del rodado y cayó a varios metros del lugar, mientras que los cuerpos de Anastacio Somoza y Joseph Baittiner quedaron destrozados en el asiento trasero del móvil.

El atentado fue exitoso. Se había cumplido con el mortal objetivo. Ahora restaba poner en marcha la tercera parte del plan: la huida.

El río fue una vez más la vía de escape del grupo. La zona elegida fue Itá Enramada, todos huyeron por ahí, a excepción de Hugo Irurzun.

Irurzun fue primero hasta el barrio San Vicente a una casa ubicada en 18 de Julio e Ingavi, donde tenía que recoger dinero y parte de las armas.

Ese desvío en el plan de huida le costó a Irurzun ser herido en el tobillo y poder ser capturado por la policía stronista y luego asesinado en una sesión de tortura.

Luego de varias horas del atentado todavía nada estaba claro. La inteligencia del stronismo fue burlada por tres meses, tiempo en que los terroristas se pasearon por Asunción, hicieron ingresar armas que para la época no se tenían en Paraguay y cometieron un atentado de resonancia internacional.

Por esa razón Irurzun fue llevado al temido Departamento de Investigaciones donde fue sometido a horas de interminables de torturas. Al día siguiente del atentado la policía informaba que el capturado contó que un grupo terrorista ingresó al país y mató a Somoza.

El informe de la Policía decía: “Poco después de este breve interrogatorio, Hugo Alfredo Yrurzun falleció, pues como posteriormente se comprobara, el proyectil interesó órganos vitales que causaron su deceso (...)”(sic).

Luego de este atentado, en el cual el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner se vio burlado, se inició una cacería de personas, en especial de extranjeros y argentinos.

Un rastrillaje en busca de los autores del atentado se dio en todas partes, cuando los asesinos ya no estaban en el país.

Se detuvo en particular a los argentinos, ya que según las investigaciones fue un grupo de argentinos el que cometió el atentado.

Años después se supo la verdadera historia del atentado contra Anastasio Somoza, pero el régimen dictatorial de Paraguay ya estaba debatiéndose en otras persecuciones y crímenes sin saber que también se acercaba el fin de Alfredo Stroessner y su camarilla.

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