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Florentina es psicóloga forense y trabaja en el Poder Judicial, pero su tarea más importante en la vida es ser directora del Hogar Guadalupe y madre para sus hijos y para los hijos de otros, que por distintas circunstancias de la vida están hoy con ella.
En 1986 Florentina trabajaba como maestra de Jardín en escuelas particulares de Asunción, y se dio cuenta de la gran necesidad que tenían las personas con menos recursos de tener un lugar donde dejar a sus hijos mientras ellos trabajan.
Decidió por lo tanto abrir una guardería para hijos de madres y padres solteros, trabajadores de mandos medios como albañiles y empleadas domésticas, en la cual cobraban una mínima suma por el cuidado.
Unos años después una mujer que dejaba regularmente a sus hijas allí le dijo a Florentina que perdió su trabajo y pidió que las niñas durmieran en el lugar mientras ella encontraba algo; con la falta de trabajo perdió el alquiler donde vivía y pidió que las niñas se quedasen a cargo de Florentina mientras seguía su búsqueda. La madre se comprometió en un escrito a retirar a las niñas todos los miércoles y domingos para compartir con ellas, y así lo hizo, pero solamente un domingo y un miércoles, después de eso, desapareció.
Florentina consultó con una jueza y esta le dijo que se buscaría un lugar para las niñas pero que serían separadas, entonces ella prefirió hacerse cargo y tenerlas como si fueran sus hijas, sin imaginar que era solo el comienzo de una larga batalla que solo un amor desinteresado puede ganar.
Después de las niñas quedaron en sus manos otros niños más y llegaron a ser siete, entonces el sueldo del Poder Judicial y de Tacumbú dejó de ser suficiente, y se le ocurrió con otras colegas suyas abrir una fundación.
Constituida legalmente la Fundación dieron apertura al Hogar Guadalupe, en ese entonces en una casa rentada sobre la calle Chile, a media cuadra del Mall Excelsior, rememora Ramírez, hoy día directora del hogar donde la mayoría de los niños y niñas adolescentes van por orden judicial después de haber sido víctimas de todo tipo de violencia.
Las donaciones solidarias siempre fueron el medio de sustento de la Fundación, hasta que llegaron a ser unos 70 niños y la situación fue insostenible. Florentina buscó ayuda con Monseñor Mario Melanio Medina y este le derivó con el párroco de su zona. Así apareció Edmundo Rosa, cura párroco de Perpetuo Socorro, que jugó un papel fundamental en la subsistencia de este hogar, según cuenta Florentina.
Habló con Rosa, le contó la situación y este visitó el hogar en plena Semana Santa. Llegó y la encontró cocinando en un brasero, cuenta Florentina.
“Bueno pa’i, no está bien como tiene que estar, pero nunca va a ser como estar en la calle o donde se le maltrate”, le dijo ella ante la situación delicada. Al día siguiente el religioso le envió una cocina industrial y días después un lavarropas industrial. Fue solo el comienzo.
Los niños eran cada vez más y la casa que alquilaban ya no soportaba la cantidad, el sistema cloacal reventó y era hora, por necesidad, de conseguir otro lugar.
No tenían el dinero, pero no se rindieron. El padre Rosa fue a Italia y una española que conoció el hogar ayudó a conseguir unos G. 60 millones. Consiguieron además que la historia sea publicada en un importante medio de España y desde allá, llegaron unos 250 millones de guaraníes más.
La comunidad, los empresarios locales y especialmente el entonces Banco Lloyds Bank -que dio G. 130 millones- hicieron posible completar lo faltante y así adquierieron la casa ubicada en la esquina de Segunda Proyectada y Nuestra Señora de la Asunción, aquí en la capital.
Desde entonces han hecho todo lo posible para seguir y los milagros han tocado las puertas del hogar cuando más lo necesitaron, y es justamente ahora, 27 años después, cuando otra vez están en aprietos, por lo que buscan la solidaridad de la gente.
Como ya lo dijimos, el Hogar existió la mayor parte de su historia a través de donaciones, especialmente provenientes de España, pero la crisis que apaleó a los europeos tuvo sus consecuencias en los aportes para el Hogar Guadalupe. Hoy les siguen ayudando pero no es suficiente.
Por eso, en el 2011 pidieron ayuda al Gobierno que hasta el año pasado -tres años después de pedir- dio 100 millones de guaraníes cada año, pero desde este año recibirán solamente G. 50 millones, y conste que muchos niños están ahí por mandato del Estado.
Se prioriza el alimento -que nunca faltó acota Florentina-, los medicamentos, la escuela, porque todos los niños en edad escolar estudian y es Florentina quien se encarga de conseguirles los útiles y todas las necesidades.
Se deja entonces en segundo lugar el mantenimiento de la estructura edicilicia, que actualmente está sufriendo los embates de haber soportado por tanto años las historias de los miles de niños que ya pasaron por ahí, con sus cargadas líneas, no propias de lo que debería ser la vida de un niño/a.
Muchas paredes están tomadas por la humedad y hay pérdidas en los baños que afectan a una de las aulas en las que funcionaba el pre-escolar a cargo de dos profesoras rentadas, que por falta de rubros el año pasado ya no estuvieron. Faltan pintura y puertas nuevas, además de una revisión de la parte eléctrica.
Además son ahora 44 niños, niñas y adolescentes los que viven allí y con los G. 50 millones solamente se invertiría unos G. 3.150 guaraníes por día para cada uno.
Florentina no se queja, dice que siempre le ayudan con las necesidades básicas, pero ahora les falta un empujón con los ladrillos.