Clases de WhatsApp y fotocopias

En el 2020, con la suspensión de las clases presenciales, la educación pasó a ser “virtual”. Lejos de la tecnología imaginada, para la mayoría de los estudiantes, esto significó recibir las tareas por WhatsApp o en fotocopias, sin apoyo. Las voces se repiten al unísono: los chicos fueron promovidos, pero nadie está seguro de cuánto aprendieron.

Los niños recibieron tareas mediante el celular o, en el mejor de los casos, una computadora, pero para realizarlas emplearon el cuaderno de siempre.
Los niños recibieron tareas mediante el celular o, en el mejor de los casos, una computadora, pero para realizarlas emplearon el cuaderno de siempre.

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Cuenta la historia que nunca antes, en tiempos de paz, había parado el desarrollo de las clases en Paraguay. El 11 de marzo esto cambió. El Gobierno decretó el cese de todas las actividades, incluidas las de enseñanza, para retrasar la propagación del covid-19 en el país.

Desde el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) debieron replantearse la forma de desarrollar contenido, cómo llegar a los estudiantes, definir qué materias era importante priorizar, cómo garantizar el proceso de aprendizaje, cómo evitar la deserción, entre otros problemas. Del ambiente pretendidamente homogéneo del aula, se pasó a la realidad del ambiente familiar de cada alumno, por demás distinto entre unos y otros estudiantes en un país con brechas demasiado amplias en cuanto a las necesidades básicas satisfechas.

Con la educación llamada “virtual”, porque el contenido del MEC se ubicó en dos plataformas web, se consiguió “salvar” el año lectivo con una educación “diferente”, según el ministro de Educación, Eduardo Petta, blanco de las más ácidas críticas de todos los estamentos de la comunidad educativa, por su personalidad avasallante y poco conciliadora. Para padres, docentes, directores, estudiantes, fue un 2020 estresante, agotador y hasta un fracaso.

Niños con voluntad de aprender, condenados a la mediocridad

Con la suspensión de actividades laborales y educativas, las poblaciones más vulnerables fueron las primeras golpeadas por la crisis económica. La solidaridad llevó a varias organizaciones sociales a organizar ollas populares en esos sectores, entre los que se encuentra el Bañado Sur. Cira Novara, educadora popular con muchos años de experiencia, cuenta que a finales de abril decidieron ayudar también a los estudiantes del lugar a realizar sus tareas. “Las mamás nos plantearon la dificultad que tenían de acompañar a sus hijos, porque algunas no sabían leer y escribir, otras no entendían las tareas y la mayoría no tenía celular. Iniciamos en la casa de una de las referenteS. Hoy tenemos 45 niños, desde el Jardín hasta el Noveno Grado y Primero de la Media”, relató Novara.

Al comenzar el acompañamiento, Novara y el equipo de voluntarios que la acompaña se dieron cuenta de que el problema era mayor. “La gravedad era que quienes estaban en Tercer Grado o Noveno Grado no sabían leer ni escribir. Vimos que teníamos que planificar un apoyo educativo más integral. También nos percatamos de que los niños, en su mayoría, tenían muchos problemas afectivos, de relacionamiento, había mucha violencia entre ellos. Así, abordamos un trabajo escolar en lectoescritura, apoyo psicoafectivo y apoyo escolar”, relató la educadora.

El equipo de educadoras acaba de terminar el apoyo a los estudiantes del Bañado, pero atendiendo la relevancia de esta asistencia, retomarán el proceso de enseñanza en enero y acompañarán a los niños y jóvenes durante todo el 2021.

“Vimos que solamente con tres veces a la semana y con seis horas, hemos conseguido muchísimos avances, lo que nos da la pauta que con una política educativa coherente y que atienda la verdaderas necesidades y realidades de los niños, es posible transformar el desarrollo integral de los niños y niñas”, afirmó Cira Novara.

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La educadora también trabajó este año con docentes de Lima, departamento de San Pedro. Desde allí, con pocos estudiantes, la comunidad educativa planteó al MEC retomar las clases presenciales con todas las medidas sanitarias. La respuesta fue negativa. Novara lo lamentó. Por más que los niños reciban los materiales impresos en sus casas, “si mi hijo de Tercer o Noveno Grado no sabe leer y escribir, igual no va a poder hacer la tarea”.

La educadora remarcó que “la voluntad de las familias, de ayudar a sus hijos en sus aprendizajes, se puso a prueba”, pero “esto no fue una educación a distancia, no se estructuró una educación virtual, sino que eran las mismas tareas que se hacían cotidianamente y que se les mandaba nomás por WhatsApp, pero faltaba la explicación para la comprensión. Era muy difícil para las mamás. Tampoco las maestras estaban capacitadas para tener educación a distancia”.

Novara afirma que para los educadores y docentes, este año fue de mucho aprendizaje, “pero es más importante que la institución ministerial aprenda que se viene arrastrando una crisis educativa que se va a agudizar más si no se toman las medidas necesarias. Los alumnos pasaron, pero el año que viene habrá la misma problemática, de niños que no saben leer y escribir y que no aprendieron absolutamente nada y eso es muy grave”.

“El gran aprendizaje es que los niños tienen capacidades, tienen el potencial, lo que no tenemos es la metodología y la propuesta educativa adecuada para que ellos desarrollen sus capacidades. Estamos condenando a nuestros niños y jóvenes a la mediocridad, cuando sabemos que ellos tienen un potencial inmenso y las familias tienen la voluntad pero no tienen la capacidad de ayudar”, concluyó la educadora.

Sin señal, sin celular, sin folletos

Blanca González de Maidana es directora del colegio Elisa Alicia Lynch, a 30 kilómetros de la ciudad de Coronel Oviedo, en la zona rural, Arroyo Guasu. Ella, 23 docentes y 73 alumnos del Séptimo Grado hasta el Tercer Año de la Media, desarrollaron el año lectivo sin señal de internet, muchos de ellos sin celular y además sin los folletos que el MEC anunció. Trabajando la mayoría de los estudiantes en las chacras con sus familias, lo más difícil para Blanca fue evitar que los jóvenes desistieran.

“La gran dificultad que tuvimos fue que nuestra zona no tiene señal y los padres de muchos de los alumnos no poseen aparato celular sofisticado para el desarrollo de clases virtuales. Por eso utilizamos más la vía del Whatsapp y a los que no tenían teléfono, los profesores les hacíamos llegar semanalmente los trabajos a sus casas, para que completen los trabajos impresos. Los mismos docentes costearon la impresión”, contó la docente. “Yo, como directora, semanalmente hacía mi recorrida en la moto y les hacía llegar a los alumnos”, relató.

González consideró un logro que no hubiera deserciones escolares. “Tuvimos problemas con algunos padres, que decidían no continuar más por problema particulares. Nos acercamos a visitarles, sabíamos su realidad, y les convencimos para que no dejen a los hijos sin la escuela”, recordó.

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Las trabas de la educación virtual -contó Blanca González- se dieron “porque los docentes no tenían horario de trabajo, casi las 24 horas trabajaban. Y la falta de señal hacía más difícil todo. A veces los padres, los estudiantes hacían preguntas pero no había señal y las consultas llegaban mucho después al docente”.

La directora destacó la responsabilidad de los educadores, que se fueron adecuando a las exigencias. “No fue fácil, pero con gusto, con amor todos los docentes hicimos todo para que los chicos salgan adelante”, dijo.

Atendiendo la experiencia de este año, para el 2021, dijo la directora que la mayoría de los padres quiere volver a las clases presenciales. “Están dispuestos a ayudar y a enviar a sus chicos aunque sea para las materias más difíciles, porque ellos también destacaron que fue un año difícil en materias especializada, como matemática, física, química”.

Un 45% de aplazos y posibles deserciones

Pedro Alcides Galeano es docente de tres cátedras y director del colegio nacional Santa Rita, ubicado en el municipio del mismo nombre, al sur de Alto Paraná. Contó que en el séptimo y octavo grados, un 45% de los alumnos se aplazaron por no entregar las tareas a tiempo. Aunque cree que la mayoría va a pasar los exámenes complementarios, le preocupa que algunos de ellos acaben desertando.

En un colegio con 310 alumnos, Galeano contó que las clases fueron por WhatsApp. “La plataforma que facilitó el MEC sirvió para que docentes ingresásemos para trabajar en capacidades establecidas allí, pero el aprendizaje se dio por WhatsApp, mediante el envío de PDFs, audios y videos. La plataforma del MEC, Teams, es más pesada y es más cara de usar en megas en los teléfonos de los alumnos que el WhatsApp”, relató.

Galeano explicó que “en séptimo y octavo grados, 45% de los alumnos se aplazaron por no entregar tareas. Entre ellos hay algunos que van a recuperar en febrero, cuando rindan el examen complementario tras las clases de refuerzo, pero hay uno o dos alumnos por grado que van a abandonar el colegio porque no hicieron las tareas o porque decidieron desistir porque no aprendían”.

“Al no estar los padres en las casas porque salían a trabajar, el adolescente quedaba en la casa sin nadie que le oriente más allá del profesor, un video, una explicación y un PDF. Y por otro lado hubo padres que decidieron dejar. Fue una carga para los padres tener que trabajar, ocuparse de los adolescentes y cargar el saldo permanentemente”, indicó Galeano. Igualmente contó que en el Turno Noche fueron muy pocos los estudiantes que rindieron los exámenes finales.

Para el docente, lo positivo del año fue que “el docente que se preocupó, ganó experiencia en el uso de instrumentos en línea, porque tuvo que realizar informes cuantitativos, manejar planillas, elaborar exámenes y demás. Por otro lado, lo positivo sería que esta experiencia se puede utilizar para combinar clases presenciales con las virtuales para facilitar el trabajo ya sea del docente, los directores y también de los alumnos”.

Lo más difícil, señala Galeano en coincidencia con varios otros docentes, “fue que el alumno aprenda. Garantizar que el alumno haya aprendido más allá de una nota y un proceso cuantitativo y cualitativo, porque el informe se basa en la entrega de tareas, que fue copiar o responder una respuesta directa. No podemos decir que la calificación garantice que el estudiante haya aprendido o desarrollado las capacidades. Eso no sabemos si se logró o no”.

El director del colegio nacional Santa Rita contó que para las clases presenciales, previstas para el año próximo, ya están preparados. “Con el 30% del fondo de gratuidad que recibimos en junio, instalamos siete lavatorios en puntos estratégicos. Y con el aporte que con mucho esfuerzo entregaron los padres este fin de año, tenemos cubierto para al menos seis meses todo el equipo de limpieza, los jabones líquidos y demás. La voluntad de los docentes es espectacular para volver. La de los padres también, en un 70% yo diría”.

Para Galeano, las decisiones que tomó el Ministerio de Educación durante el año “no fueron del todo claras y oportunas”. “Si en julio se dieron cuenta que el 80% de las tareas se estaban desarrollando por WhatsApp y que habían algunos estudiantes que estaban abandonando, debían ver la forma de que el acceso a Internet sea a mitad de precio o gratuito. Esa decisión nunca tomaron. Y nuestros dirigentes gremiales tampoco nos dieron la solución más acertada. Más bien se echaron la culpa mutuamente el MEC y nuestros dirigentes y los docentes nos quedamos en el medio, haciendo todo sobre la marcha”.

“Costó separarnos de los niños”

Analiz Báez, docente del nivel inicial del Centro Educativo Ñanderóga (CEÑ), señala que la cuarentena llegó justo cuando el equipo de docentes se encontraba en plena fase de adaptación con los alumnos.

“Lo que más costó fue separarnos de los niños, pero entendimos que era una gran causa. Apenas nos indicaron que las clases se impartirían desde la casa, empezamos a ver la metodología de enseñanza para que los niños tengan un aprendizaje significativo”, contó la educadora.

Añadió que previo al arranque de las clases virtuales, las profesoras recibieron capacitación por parte de la coordinación, sobre todo en en el uso de las aplicaciones. “Empezamos a mirar a la tecnología con otros ojos, con mayor creatividad”, afirmó.

A esto agregó que el grupo de docentes buscó opciones y se ingenió para que las clases sean algo más que hacer tareas y mirar la pantalla. “Recordamos fechas especiales con acciones que tenían como objetivo sacar una sonrisa al niño. Pese a la distancia, los alumnos y las familias se conectaron a todos esos eventos. Esperamos que en el 2021 las cosas mejoren para todos”, manifestó.

A esto agregó que el grupo de docentes buscó opciones y se ingenió para que las clases fueran algo más que hacer tareas y mirar la pantalla. “Recordamos fechas especiales con acciones que tenían como objetivo sacar una sonrisa al niño. Pese a la distancia, los alumnos y las familias se conectaron a todos esos eventos. Esperamos que en el 2021 las cosas mejoren para todos”, manifestó.

“Mi hija no aprendió nada. Casi no sabe leer”

De humilde origen, Idalina Encina es trabajadora doméstica en Central y con eso saca adelante a su hija Diana Jazmín, de 10 años, que vive con la abuela en la compañía Vera Costa de Caraguatay, Cordillera. La niña este año hizo el sexto grado en la escuela de la zona, San Francisco de Asís.

Unos 15 a 20 días después de la suspensión de las clases presenciales, desde la escuela avisaron a la abuela, de 65 años, que debía ir a buscar las tareas para que la niña siguiera estudiando desde su casa. “Una vez a la semana, todos los viernes, le entregaban a mi mamá muchas fotocopias de tareas, muchísimas tareas. El profesor las entregaba sin explicar nada. Sólo daba las hojas y mi mamá se las llevaba a mi hija”, cuenta Idalina.

Sola, sin acompañamiento de ningún docente, Diana hizo lo que pudo. “Mi sobrina vive cerca y trató de ayudar. Ella terminó la escuela hace poco y con lo que podía, con lo que ella sabía, le ayudó a mi hija”, relató Encina.

Preocupada, la mamá afirma que luego de todo un año sin asistencia pedagógica, “mi hija casi no sabe leer. No sabe escribir. No aprendió nada. Pasó entregando las tareas que podía. Pasó al Sexto Grado, pero no sabe leer”.

Idalina considera que “los profesores pudieron ayudar más, pero ellos entregaban los folletos y no explicaban nada. Cada ocho días, los viernes, el profesor iba a la escuela y ahí recibía las tareas que ya estaban hechas y entregaba las nuevas fotocopias. Una vez al mes, entregaban víveres para 30 días”.

Para el 2021, la mamá espera que las clases vuelvan a ser presenciales. “Cuando vuelvan las clases, ojalá que sean presenciales para que le enseñen a mi hija. La verdad que así no aprende”, puntualizó.

Solidaridad en medio de la crisis

Marcia Saucedo es pastelera de profesión y reside en Presidente Franco. “Fue un año donde todos improvisamos, las escuelas y nosotros. Y en medio de quienes necesitábamos, se dio también la solidaridad”, afirma. En medio de la crisis económica, ella ayudó a su hija Olivia, de 10 años, a hacer las tareas, pero también se juntó con varios padres para adquirir una impresora y poder imprimir las tareas que llegaban por WhatsApp. Con amigas se juntaron para convencer a un niño de 13 años, sin celular y sin recursos económicos, pero con mucha voluntad, de no abandonar el colegio. También acompañó a una docente de su barrio, que salió a distribuir las tareas casa por casa a sus alumnos y también dio clases de refuerzo gratis.

Olivia cursó este año el cuarto grado en una escuela privada subvencionada de la zona, contó Marcia. Explicó que para cuando se suspendieron las clases, los alumnos ya habían comprado algunos libros para el año escolar, como los de Guaraní y Castellano, per para las otras asignaturas, en la escuela decidieron utilizar contenido de la plataforma del MEC.

“Todo esto llegó de pronto. Primero los estudiantes se negaban a tener clases así, se creyó que iba a ser por poco tiempo lo de la cuarentena. Más o menos durante un mes y medio, las profesoras preparaban las tareas en un cuaderno y nos enviaban las fotos del cuaderno. Después ya mandaron en Word y luego en PDF. Luego nosotros, los padres, comenzamos a pedir también clases por Zoom. Y algunas clases dieron así, pero era más para dar la cara. También nos mandaban videos explicativos, pero los videos eran de las pizarras, porque las profes parecía que tenían vergüenza de aparecer. También a veces bajaban videos explicativos de Ciencias, Matemáticas, de YouTube y nos mandaban, pero ellos muy poco daban con nosotros la cara”, explicó la mamá.

¿Y cómo era el proceso de aprendizaje? “Yo imprimía el contenido y la niña estudiaba sola. Desde la cocina hacíamos la tarea. Yo trataba de explicarle, lo que yo no entendía, buscábamos. Pero fue mucho sacrificio, en la familia también hubo problemas de salud y no pudimos acompañarle siempre tan de cerca a la niña. Por suerte tuvimos la asistencia de una profesora particular de matemáticas, que se ofreció, y ella pasó Matemáticas por eso. De verdad, tenía más clases online con la docente voluntaria que con sus maestros de la escuela”, contó Saucedo.

Para la mamá, “lo peor es que mi nena tiene notas 4 y 5 en la libreta y yo sé que no es real, sino que producto del proceso de haber entregado las tareas en el año. Los chicos, por presentar el trabajo pasan con 2. Yo no estoy segura de que mi hija haya aprendido”.

En medio de la crisis, Marcia explicó que tiene una comadre con cuatro hijos en la escuela, que además, como psicóloga, trabajaba en dos colegios. “Ella tenía que cumplir con su trabajo y con el trabajo de sus hijos. Y entonces desempolvamos una vieja impresora y nos juntamos entre las madres. Colaborábamos para comprar el tóner, la tinta para imprimir las tareas que nos enviaban y que se habían bajado de la plataforma del MEC”.

La mamá rescata como positivo que “si tuviste la posibilidad de darle la mano a tu hijo, aprendió a ser autodidacta de cierta forma y entendió lo que es hacer el esfuerzo de aprender”.

En el barrio, Marcia también se juntó con otras vecinas para ayudar a un adolescente de 14 años, asistente de un vendedor de lomitos, sin celular ni recursos económicos. A punto de perder el séptimo grado, lo convencieron y le ayudaron a presentar todas las tareas a fin de año. Desafortunadamente no fue suficiente y resultó aplazado, pero en la zona tienen la esperanza de que él pueda rendir y pasarlas en los tests complementarios. “Él tiene muchas ganas de estudiar, tiene toda la voluntad, sólo necesita los recursos y una oportunidad”, indicó Marcia.

La mamá afirmó que el año “fue una improvisación total. Yo tuve que improvisar para sobrevivir. Desde el gobierno también improvisaron. Vi maestras imprimir las tareas y llevarlas puerta por puerta a sus alumnos y otras que dieron clases particulares sin cobrar nada. En medio de la necesidad, la solidaridad afloró, hubo compasión entre nosotros, que necesitamos, que vemos la necesidad de los que están al lado nuestro”.

Copiar y pegar, sin entender

Jesús Etcheverry terminó este año el tercer año de la Educación Media y se recibió como bachiller en administración de negocios en un colegio público de Asunción. “Las clases fueron por WhatsApp. Algunos compañeros no tenían las herramientas necesarias para conectarse por videollamada durante toda una mañana, entonces los docentes optaron por enviar tareas en PDF”, explicó.

“El tema del desarrollo en sí de las clases fue muy ambiguo, fue complicado. Uno quería consultar y preguntaba a los docentes, pero ellos respondían a la noche o a la madrugada recién, después de que haya pasado el plazo para entregar las tareas. La mayoría de los compañeros ponían las preguntas en Google, copiaban y pegaban las respuestas. Me arriesgaría a decir que el 80% de los estudiantes en el país hacían eso, porque no tenían interés. Incentivar el interés de los estudiantes fue lo que faltó. En sí la meta final era pasar a toda costa más que aprender. Las buenas notas que tuvimos no reflejan el aprendizaje, ni el mío ni el de mis compañeros”, indicó Jesús.

Para el estudiante, “el año perdido no fue, porque todos terminamos el colegio, pero fue un año fracasado, porque no aprendimos”.

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En Villarrica, Guairá, Melissa Giménez cursó este año el Primero de la Educación Media en un colegio público de la zona. Detalló que allí también, toda la enseñanza “fue por WhatsApp nomás, porque en el interior no hay buena recepción de señal y también viendo la parte económica de los compañeros, porque para acceder a las plataformas necesitaban de megas, de buena señal, un celular con buena capacidad y con espacio. Entonces todo se hacía por WhatsApp”.

La estudiante contó que los docentes simplemente enviaban las tareas por PDF y también los videos que se bajaban de la plataforma del MEC; aunque estos audiovisuales solamente contenían “una simple lectura del PDF, no era una explicación”.

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“Lo más difícil para todos fue completar las tareas. Por más que nosotros no entendíamos, teníamos que ver la manera de ponernos al día, porque nos llegaban muchas tareas con muy poco tiempo para entregarlas, apenas unas horas. Para la materia de Matemática, yo tuve la posibilidad de ir a una profesora particular, entonces trataba de ayudarles a mis compañeros intentando explicarles lo que yo había aprendido en las clases particulares. Lo hacía mediante videollamadas principalmente. Nos ayudábamos, porque o sino ninguno iba a poder pasar. Tengo compañeros que tenían que salir a trabajar para ayudar en sus casas”, indicó Melissa.

La joven admite: “De mi parte, no aprendí nada. Simplemente era copiar hasta ponerme al día nada más. El aprendizaje se quedó muy escaso. El próximo año espero poder volver a clases presenciales e intentar recuperar todo lo que se perdió este año, recuperar el ritmo de ir a clases todos los días, recuperar las clases no se explicaron”.

Melissa afirma que los estudiantes no tenían mucho interés en aprender porque las clases no eran interesantes y que pudieron haber sido mucho más dinámicas, más didácticas “pero hay docentes a los que sabemos que les fuerza la tecnología. Entonces, algunos maestros intentaron hacer lo mejor que podían”, indicó.

“Extrañé a mis amigos”

Nathaly, de 5 años, estaba en el jardín de infantes cuando su rutina tuvo un giro radical. Con las restricciones impuestas, los docentes se encargaron de hacer entender al grupo que ya no irían a las aulas. Así le tocó usar la remera de la escuela todo el año, pero frente a cámaras. “Extrañé a mis amigos”, expresa a su corta edad. Logra contar que veía los videos de su profesora a través del celular de su mamá y luego hacía las tareas. Estas se evidenciaban por fotos. “Ojalá ya pase el coronavirus”, dijo ella.

Para otros niños, en la Escolar Básica lo que más gustó de la virtualidad fueron los exámenes, que con esta modalidad resultaron más fáciles y sin presión. Así piensa Santiago, que hizo el tercer grado y dice que volver a clases el año que viene estará bien, pero será “un poquito difícil”. A Ximena, que este año fue al primer grado, rendir fue lo que más le gustó de las clases virtuales. De la escuela lo que más extraña es el recreo. Cree que el año que viene las clases serán más difíciles, con más tareas.

La educación cambió para siempre

Para el viceministro de Educación, Robert Cano, este 2020 la educación cambió para siempre. “Tenemos previsto un plan de transición hacia la nueva presencialidad, porque cuando volvamos a las aulas ya no seremos los mismos. El sistema educativo, los estudiantes, los docentes, los padres, habremos cambiado. El sistema educativo será hibrido. Este año aportó a la educación paraguaya capacidades, nos obligó inclusive a asumir desafíos que en circunstancias normales no los hubiésemos tomado con tanta rapidez, como trabajar en la tecnología, descubrir talentos, porque en todo el país cerca de 800 docentes se sumaron al desafío”.

El viceministro Cano asumió que la malla curricular “fue de emergencia, vamos a mejorarla todavía”, pero afirmó que “esta pandemia consiguió que se reflexione sobre algo que se tomaba como definido. Estamos analizando esta educación por competencia, si el currículum se ajusta a lo que estamos buscando. Los debates dentro del proceso de transformación educativa van a ser definitorios, pero ahora podemos ir a esas mesas de trabajo con muchísimos insumos”.

Respecto a las quejas existentes por el alto esfuerzo que demandaron las clases mediante el celular y la ampliación de las inequidades que implicó el hecho de que la educación dependiese del acceso a la tecnología, Cano afirmó que “el sistema educativo es reflejo de las inequidades sociales. Vivemos en las aulas algo que ocurre a nivel social. Hoy, en pandemia, se notaron con mucha más crudeza esas inequidades, la realidad en los hogares es muy diversa. En el aula tenía uno un miramiento más homogéneo, eso no se pudo conseguir porque la escuela se trasladó a las casas y ahí las realidades son muy diversas”.

A diferencia de los docentes, padres y directores que dicen que el MEC no los escuchó, para Robert Cano “el Plan 2021 se logró hablando con estudiantes, padres y docentes sobre esa realidad, cada quien dio su punto de vista”. Como autocrítica señaló que faltó un modo de acompañar más a los padres en las casas, en el proceso de aprendizaje de sus hijos, algo que están previendo, afirmó, para el próximo año.

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“No tuvimos tiempo de prepararnos esta vez. Faltó el apoyo del ministerio a los padres, recomendaciones de autorregulación, de cómo los estudiantes pueden manejar su tiempo. Tenemos que tener un acercamiento mayor con estudiantes y padres respecto al uso de la tecnología y el uso del tiempo, en la casa hay muchos distractores”.

Lea más: Viceministro no se arriesga a calificar la calidad de la educación impartida en 2020

Para Robert Cano, este año “cada quien hizo como pudo su mejor esfuerzo”, pero para el año próximo “que será muy complejo”, “habrá figuras nuevas”, aunque para poder llegar a la mayor cantidad de estudiantes, será el celular el mejor camino tecnológico. En las zonas donde no hay señal y se carece de celulares, principalmente en los entornos rurales, que también son las áreas con menor cantidad de estudiantes por aula, habrá una fuerte campaña para que los alumnos vayan a las clases presenciales, prometió.

Educación superior se vio forzada a migrar a la virtualidad

Finalmente este 2020, con la suspensión de clases presenciales en marzo para retrasar la propagación del covid-19 en el país, las universidades debieron perder el miedo a la educación virtual. En el país existen 55 universidades, entre públicas y privadas. En el mes en que la cuarentena total se decretó, solamente 9 de esas casas de estudios tenían ofertas académicas virtuales habilitadas por el Consejo Nacional de Educación Superior (Cones). El organismo debió autorizar la inclusión del componente virtual en las carreras que en principio estaban habilitadas como presenciales, que eran más del 80%.

Además del desafío de adaptar las clases a la virtualidad, utilizando principalmente para ello herramientas como Zoom, Google Meet, Microsoft Teams e igualmente el WhatsApp, las universidades –principalmente las privadas- debieron adecuar sus cuotas y matrículas, ya que la crisis económica golpeó a los estudiantes, varios de los cuales perdieron sus empleos o pasaron a percibir menos ingresos.

Junto con el argumento de la situación económica, los alumnos también demandaron que los aranceles se ajustasen a la calidad de la educación impartida. En algunos casos, los estudiantes cuestionaron que los docentes no tenían la didáctica ni el manejo tecnológico necesarios para garantizar la calidad de la enseñanza superior por la que estaban pagando.

La Asociación de Universidades Privadas pidió con insistencia a los distintos estamentos del Gobierno Nacional que autorice créditos blandos para las casas de estudio y subsidios para sus estudiantes, pero no hubo respuesta de las autoridades en este sentido. En consecuencia, hubo dimisión de personal administrativo y de docentes en varias universidades, también se recortó el monto pagado a los maestros, pero ninguna universidad llegó a notificar al Cones la necesidad de cerrarse.

Clamando una deserción de más del 40% de los alumnos debido a problemas económicos, centros de estudiantes de las universidades nacionales salieron a las calles a exigir la aprobación en el Congreso de la Ley de Arancel Cero, planteando la gratuidad de las carreras de grado y los cursillos de ingreso para todos los alumnos de universidades públicas. El Congreso aprobó el requerimiento y en octubre el Poder Ejecutivo promulgó la normativa, que acabó autorizando la gratuidad para los alumnos egresados de colegios públicos y privados subvencionados -que son más del 80% de los estudiantes- y un sistema de becas y la posibilidad de presentar una declaración jurada de situación de vulnerabilidad como herramientas a las que podrían recurrir egresados de colegios privados o extranjeros.

Para mediados de año, el Gobierno autorizó un protocolo para clases prácticas presenciales, lo que benefició principalmente a estudiantes de carreras en las que la presencialidad es esencial, como las de Ciencias Médicas.

En esencia, la suspensión de las clases presenciales no afectaron en demasía el desarrollo del año lectivo universitario, sector que más bien se rige por semestres. Lo que sí hubo en algunas facultades fue la decisión de posponer exámenes de ingreso, el inicio de los semestres y la metodología de enseñanza. Hubo finalmente presentaciones de tesis completamente virtuales y aprovechando la cantidad de habitantes que se quedaron a trabajar en sus casas, con sus computadoras, varias universidades también ofrecieron una variedad de cursos breves, tipo diplomados, en diversas especialidades.

Reinventarse

Estudiantes de la Facultad de Enfermería y Obstetricia de la Universidad Nacional de Asunción tuvieron serios problemas este año, ya que la parte práctica en los hospitales se suspendió debido a la pandemia y la carrera se declaró inactiva en el primer semestre. Muchos docentes y alumnos tuvieron inconvenientes con el uso de la tecnología, señaló Johana Bittar, ex presidenta del Centro de Estudiantes y quien cursa el último semestre de la carrera de Obstetricia.

La estudiante explicó que muchos estudiantes son del interior del país y en sus localidades no tenían buena señal de interne. Además la mayoría de sus compañeros, al ser de escasos recursos, no tenían una computadora o un celular acorde. Señaló que a la ansiedad e incertidumbre generadas por el covid-19 se sumó el estrés de tener que enfrentar cortes de energía eléctrica durante las clases online.

A los problemas con la capacitación virtual, se sumaron los inconvenientes con el internado rotatorio en los hospitales. Bittar contó que desde marzo ya no pudieron hacer las prácticas, que debían de haber terminado en julio, pero recién ahora van a retomar con la firma de un contrato, asumiendo el riesgo de contraer covid-19. La joven contó que le tocó la tutoría de tesina online y que le resultó una experiencia mucho más grata de lo que era anteriormente.

Para Bittar, este año y el desafío de adaptarse a un nuevo sistema educativo demostró que “uno debe estar actualizado siempre, estar preparado para reinventarse y hacer frente a los desafíos”.

Y a veces... una sorpresa positiva

Roxie Aquino, estudiante del Tercer Año de Ingeniería Geográfica y Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción, señaló que quedó gratamente sorprendida en lo académico, porque no tenía altas expectativas. Ella temía que las malas prácticas que se venían arrastrando en la enseñanza se profundizaran con la modalidad virtual. “Por dar un ejemplo, el atraso en correcciones de exámenes por parte de los docentes y por ello la ausencia de notas o revisiones a tiempo, especialmente porque el reglamento cambió y hubo más exámenes de corrido. Sin embargo en mi carrera y experiencia, la mayoría de los profesores se esforzaron en hacer lo mejor para cumplir con lo previsto”, resaltó.

La estudiante señaló que sin embargo sabe que otros estudiantes, de otras materias y sobre todo en el ciclo básico de la carrera, no tuvieron la misma suerte. Cree que lo más complicado fue el miedo a que se vaya la energía eléctrica durante un examen, porque no había muchas alternativas en ese caso para recuperarlo.

“Lo positivo que rescato es el tiempo que ahorré en el transporte a la facultad, que diariamente que me sacaba casi cuatro horas en promedio. Además pude tener la tranquilidad de estar en mi casa para rendir. Algo que sí creo que nos faltó un poco más fueron las prácticas en materias que necesitan más campo”, resaltó la joven. Dijo que aprendió mucho porque pudo organizar mejor su tiempo e incluso pudo realizar cursos extras en la web. Para el próximo año espera que puedan seguir usando las herramientas virtuales, como clases grabadas, aunque también le gustaría volver al formato presencial por las facilidades en el acceso del contenido a desarrollar en los exámenes.

“Este año no aprendí nada nuevo”

Katerine Miranda, de 21 años, cursó este 2020 el cuarto año de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional del Este (UNE), en Ciudad del Este. “Fue un poquito desorganizado. En principio bien que se entiende, pero a la mitad del año muchos profesores no entienden la plataforma que estamos utilizando. Los más jóvenes ya entienden, pero a los demás les cuesta”, señaló.

“Los ejercicios estaban bastante mal planteados. Eran todos copiados y pegados por los profesores así mismo, como está en Internet. Y nosotros podemos googlear nomás, encontrar y pegar las respuestas. Los profesores hicieron sus test calcados de internet. En los exámenes no pusieron ningún ejercicio para aplicar los conceptos de forma práctica, sino que ponían la pregunta y la respuesta otra vez, tal cual se encuentra googleando”, añadió Miranda.

“Este año no aprendí, fue un año perdido, porque no absorbí conocimiento nuevo”, sentenció la joven. “En Cuarto Año se suponía que era todo práctico, pero incluso en las materias que eran prácticas, estudiamos teoría. El plan de la universidad era que setiembre volveríamos a clases presenciales y tendríamos prácticas, pero eso no ocurrió. En algunas materias, como prensa televisiva y audiovisual, nos mandaban hacer videos, pero no nos daban instrucciones de cómo hacerlos”, cuestionó Katerine.

Miranda destacó que de todos modos hubo docentes que intentaron hacer más amenas las clases, pero lo más positivo del año, para ella, fue que las clases virtuales ayudó a los estudiantes a aprender a utilizar herramientas tecnológicas. “Muchos de nosotros no sabíamos de software para edición y corrección de textos, por ejemplo. Ahora, al no tener el acompañamiento del profesor, aprendimos a usar esas herramientas, a ser más independientes, consultar cursos online, ser más autodidactas”, puntualizó.

La joven comentó que ante la imposibilidad de seguir las clases online por no contar con acceso suficiente a internet, muchos estudiantes de su facultad abandonaron el año lectivo. Así también dejaron de asistir, congelaron sus matrículas, quienes decidieron esperar el retorno a las clases presenciales para desarrollar las prácticas de la profesión.

Se perdió el miedo a la educación a distancia

El padre Narciso Velázquez, rector de la Universidad Católica, es presidente del Consejo Nacional de Educación Superior (Cones). Él considera que forzados por la suspensión de clases presenciales, “se perdió el miedo de ambos lados, de parte del docente y del estudiante, de esto que ya se viene hablando de hace buen tiempo, que se llama la educación a distancia. La circunstancia forzó en todo sentido a buscar la mejor alternativa. Me pongo en lugar del maestro, que en principio tal vez tenía miedo, con una reacción contraria a esa posibilidad, pero al no haber alternativa buscó el camino para amigarse con las herramientas digitales y ese es hoy un plus en la vida de todos los docentes. Hay incluso personas que ni tan solo eran muy amigas del celular y hoy en día descubren que a través del celular, desde cualquier punto pueden comunicarse con sus estudiantes de una manera simultánea”.

“Los docentes jóvenes tienen la gran ventaja de estar un poco más pertrechados de tecnología. En esa línea, los jóvenes son en su mayoría los estudiantes nuestros. Incluso este año 2020 ya teníamos preanunciado que ingresaban a la universidad los millenials, los que ya nacieron bajo el régimen de la tecnología. Desde esa perspectiva, los estudiantes de por sí eran los primeros que solicitaban la oportunidad de utilizar las opciones digitales para disminuir los instrumentos físicos. Eso ya se da desde hace unos cuatro años”, indicó Velázquez.

Otro punto que el presidente del Cones resalta como positivo es que la metodología utilizada para el desarrollo de clases y para las evaluaciones debió mejorar. “Las herramientas digitales te exigen que tengas contenido, pero no que vayas hablando como un disco grabado, sino que el docente saque a la luz su propia creatividad para utilizar nuevos métodos en la pedagogía de enseñanza para que su desarrollo áulico obtenga el resultado esperado. En la misma línea, las evaluaciones tuvieron que aplicar en gran parte un esquema mucho más práctico que un esquema solamente teórico. No puede buscarse una simple memorización en el estudiante, sino en muchos casos una respuesta más razonada, lo que finalmente es el objetivo del estudio”, indicó.

Según Velázquez, pese a la crisis económica que también golpeó a las instituciones de educación superior, el Cones no recibió ninguna notificación de una universidad que haya decidido por propia iniciativa dejar de desarrollar clases. Sin embargo, las instituciones debieron ponerse en condiciones de llevar adelante las clases presenciales, en la modalidad virtual.

“Salvo algunas instituciones y carreras, eran en un 98% las carreras y universidades que estaban habilitadas para la modalidad presencial. Entonces el Cones resolvió que todas las carreras que están habilitadas como presenciales, puedan tener la opción de continuar con la modalidad digital. Tienen permiso, pero tienen que decirnos qué van a hacer, cómo lo van a hacer y en qué medio o plataforma lo van a hacer. A partir de allí el Cones dio el permiso, pero condicionado, y estableció un registro que puso a disposición del público. Eso se hizo al comienzo de la pandemia y se reiteró en el segundo semestre y ahora, antes de noviembre. También regirá para el primer semestre del año 2021”, detalló el presidente del consejo. “Las instituciones tienen que declarar cómo lo van a hacer y el Cones evalúa si aquello es adecuado o le pide que haga unos ajustes y finalmente se aloja en un stand de información para que la ciudadanía pueda tener un mecanismo de verificación”, puntualizó.

Con autorización del Cones, durante todo el primer semestre del año próximo, o sea, hasta fines de julio, las carreras pueden seguir en la modalidad virtual.

Como consecuencia de la crisis educativa ocasionada por la pandemia, Velázquez resaltó que “ahora ya los estudiantes son más exigentes y los profesores están más preparados. Esto va a exigir de las instituciones tener la doble modalidad, es decir, ofrecer el mismo curso en la modalidad a distancia y en la modalidad presencial. Y evidentemente la tecnología, con sus opciones, se vuelve un compañero de camino también para el mundo académico”.

“<b>No todas las instituciones pudieron responder a tiempo”</b>

El presidente de la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes), Raúl Aguilera, considera que la crisis demostró que “tenemos una frágil estructura, no todas las instituciones pudieron responder en tiempo y forma. A nivel universitario este año nos exige un replanteo total de nuestro paradigma de gestión académica”.

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“Habrá una altísima migración de las ofertas presenciales al entorno virtual y esa será una realidad que exigirá a toda las instituciones a invertir en capacitación docente, no sólo en el manejo de herramientas, sino en cómo conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje, cómo conducir las clases. Si bien hubo instituciones de educación superior que tuvieron la plataforma e hicieron capacitación, tenemos que seguir haciendo ajustes a lo largo del 2021”, indicó Aguilera.

“En el proceso virtual de enseñanza-aprendizaje, necesitamos aplicar un filtro, porque el currículum presencial tiene muchos contenidos que son obsoletos y que no sirven absolutamente para nada. Deberá existir un enfoque hacia un currículum más concentrado. Si queremos currículums más pertinente, tiene que haber en la forma de trabajar y en el contenido un cambio radical, porque básicamente todo contenido está en la web. Hay que determinar cómo encararlo para que los estudiantes lo aprovechen”, añadió Aguilera.

Para el presidente de la Aneaes, que anteriormente fue ministro de Educación, la migración forzosa del formato educativo presencial al formato virtual no se puede dar íntegramente porque el contexto es diferente, así como lo es la interacción. “Pensar que podíamos hacer forzosamente como hacíamos en las clases presenciales fue uno de los errores de este año. Tiene otro tipo de realidad el trabajo de la educación a distancia”, sentenció.

En noviembre, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, o Unicef, urgió a los gobiernos a acelerar la apertura de las escuelas ante el riesgo de que los alumnos en situación vulnerable ya no vuelvan a estudiar. Según el reporte de la organización, con el covid-19 se ampliaron más las brechas educativas entre las familias ricas y las pobres en América Latina y el Caribe. En todos los niveles de la educación paraguaya, el 2021 demanda inúmeros desafíos. Uno de ellos será garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes del país sean incluidos en el sistema educativo nacional con la apertura segura de la mayor cantidad de escuelas posibles. El otro desafío, también primordial, será garantizar que los estudiantes, en todos los estamentos, además de copiar y pasar, aprendan.

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