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Rosalba Peralta Domínguez Caballero, una visitadora médica de 38 años, Celina Domínguez Caballero, nutricionista de 41 años, y el pequeño hijo de cuatro años de esa última, Leonardo José, fueron al Ycuá Bolaños esa mañana. La imagen de los tres fue la última que vieron los padres de las hermanas, pero no Teresa.
Desde su casa en barrio Jara de Asunción, pudo ver el humo negro elevándose a metros y confundiéndose con el cielo azul y los fuertes rayos de sol de ese domingo. “Nos dijeron que se estaba incendiando”, recuerda Teresa, quebrándose. Junto con su marido, Óscar Segovia, fueron a la casa familiar a preguntar dónde estaban sus hermanas menores, ya que ella sabía que tenían planeado ir al supermercado.
Y así fue. Teresa y Óscar fueron luego al Ycuá Bolaños, donde solamente se veía desesperación, muerte, heridos… pero no encontraban a ninguna de sus hermanas menores y tampoco a su pequeño sobrino. Horas de búsqueda en hospitales y otros lugares que se convirtieron en alfombras de cuerpos. A la 01:00 del lunes 2 de agosto, encontraron el cuerpo de Rosalba en una camioneta, y lograron reconocerla gracias a su ropa.
A Celina la encontraron en la Caballería, con su hijo. “No sé como hice todo lo que hice (la búsqueda). No quiero recordar a mis hermanas como les encontré. Les quiero recordar como hermosas, buenas, trabajadoras”, dice Teresa.
Ese día fue difícil, al igual que los siguientes. El tiempo no alivió el dolor de las muertes, a tal punto de que esto repercutió en la salud del padre de Teresa. Se deprimió, tuvo otros problemas físicos, hasta que finalmente falleció a los 79 años.
Lo que sucedió aquel día, cambió a Teresa para siempre. Ella siguió de cerca el proceso judicial contra los Paiva, dueños del supermercado, en cuyas espaldas pesan las casi 400 muertes, desde el momento en que ordenaron que se cierren las puertas.
“No voy a olvidar lo que pasó”, dice Teresa, antes de referirse a cómo actuó la justicia en este caso. Contó que no faltó ni un solo día hasta la lectura de la sentencia del caso. “Estar ahí, el día de la sentencia… Éramos capaces de matarles a todos. La justicia es corrupta y criminal”, dijo, recordando que ese día se calificó el homicidio como “culposo”, lo que implica menos años de cárcel.
Para ella, la justicia está determinada simplemente por el dinero. “El dinero es de ellos. Todo lo hacen por dinero. Si abrían las puertas iban a poder salir corriendo mis hermanas, las dos eran atletas, iban a correr”, lamentó.
Así también su marido, Óscar cuestiona el actuar de la justicia durante todos estos diez años que pasaron desde el día de la tragedia. Se refirió específicamente al pedido de libertad condicional que se plantearía desde la defensa de los Paiva, diciendo que no es posible que los dejen salir, ya que evidentemente no están bien psicológicamente.
“Una persona que no está bien no puede salir a la sociedad. Una persona en su sano juicio no va a ordenar a cerrar las puertas de un edificio que se está incendiando. La avaricia cerró las puertas”, reflexionó Segovia.
“Quiero que sepan que nunca se hizo justicia”, concluye Teresa.