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Más de 400 personas perdieron la vida en el “horno de fuego infernal” en el que se convirtió el supermercado Ycua Bolaños, ubicado sobre la avenida Artigas casi Santísima Trinidad, luego de que explotara un tanque de gas industrial en la cocina, y el fuego se propagara a velocidad meteórica. Así describieron testigos al lugar en el que sobrevivieron al horror, un domingo que se anunciaba como cualquier otro, en el que las familias hacían sus compras y disfrutaban del patio de comidas.
La impotencia y el dolor más grande que hasta hoy no olvidan los familiares de las víctimas es que el hijo del propietario, Daniel Paiva, ordenó a los guardias que cerrasen las puertas para “que nadie se fuera sin pagar”. A causa del cierre moriría una catastrófica cantidad de personas.
Las investigaciones posteriores coincidieron en que si las salidas no se hubieran cerrado, muchas personas hubieran podido escapar de la explosión. Hoy, a punto de cumplirse 18 años de la tragedia, sobrevivientes y familiares aún son víctimas de la mora judicial de este país, que sigue sin otorgarles la justicia que merecen.