Memorias de pasado de terror

Asentado en el antiguo local de “La Técnica”, sobre Chile 1.072, el Museo de las Memorias revive los momentos de tortura y represión que caracterizaron al régimen instalado entre 1954 y 1989.

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Abierto en el 2005 como una ventana de exhibición a aquel pasado que no debe olvidarse, guarda algunos objetos que retratan parte de la crueldad de la dictadura.

Picanas, cachiporras, grilletes, pinzas y otros elementos se presentan a solo metros de fotografías y pertenencias de víctimas que sufrieron persecución y los hechos más deleznables.

El edificio funcionó como un centro de interrogatorios y torturas desde el 3 de mayo de 1956 hasta el 23 de diciembre de 1992, año en que la ciudadanía forzó su clausura, un día después del descubrimiento de los Archivos del Terror, en Lambaré.

La Dirección Nacional de Asuntos Técnicos (DNAT), más conocido como “La Ténica”, había sido habilitada en cooperación con los EE.UU. para combatir el comunismo y cualquier ideología que desafiara al régimen.

Inclusive en el lugar aún se encuentra intacta la oficina del coronel Robert K. Thierry, enviado por el gobierno norteamericano para “capacitar” a los agentes de Paraguay y otros países vinculados al operativo Cóndor.

El edificio sufrió algunas modificaciones, cuando el Ministerio del Interior decidió instalar -tras la caída de la dictadura- la Dirección de Derechos Humanos, que funcionó desde 1992 hasta el 2005.

Posteriormente, algunas víctimas del stronismo se organizaron para ocupar el lugar y establecerlo como un lugar de recordatorio de uno de los periodos más nefastos de la historia paraguaya.

“Había que hacer un museo. Era tal el dolor, aunque la gente iba recuperando sus vidas de alguna manera”, relata María Stella Cáceres, fundadora y directora del Museo de las Memorias “Dictadura y Derechos Humanos”.

La iniciativa se gestó con la recolección de los primeros elementos de víctimas y represores, que inicialmente eran exhibidas en las plazas, antes de albergarlos en el local de “La Técnica”.

“Este museo es un circuito del terror de la dictadura”, señala Cáceres, quien reconoce que la idea inicialmente despertó el rechazo de varias víctimas que no querían mantener un lugar que les recordase tantas décadas de horror.

Inclusive actualmente, algunos torturados que acuden al lugar no pueden evitar recordar las formas en que fueron sometidos a todo tipo de vejaciones.

Algunos incluso hasta hoy día se niegan a acudir al museo, debido al temor que les producen las imágenes de aquella época.

Al ingresar a “La Técnica”, una polca a todo volumen desde una vieja radio servía para “camuflar” los gritos de dolor de los torturados.

Mientras sonaban las melodías, un hombre era sumergido en una pileta mientras otro recibía golpes de alguna picana o era sometido a una sesión donde le retiraban las uñas con unas pinzas.

Las víctimas incluso eran recluidas en celdas de “castigo”, sin ventanas, donde recibían dos latas, una para comer y otra para sus necesidades fisiológicas.

Cáceres recuerda que inclusive un hombre que residía a media cuadra del lugar comentó que su familia había decidido mudarse, debido a que se podían escuchar los gritos de dolor de aquellos que eran ingresados a los calabozos.

“Contó que vivía allí hasta los seis años y luego tuvieron que mudarse porque sus padres ya no podían aguantar los gritos de las torturas”, relata.

Otro testimonio lo dio un hombre que era el encargado de limpiar el lugar, luego de los interrogatorios. Se trataba de un prisionero, que era obligado a limpiar las piletas de tortura, donde “sacaba las cosas que le hacían a mis compañeros”.

El hombre había visitado el museo tiempo atrás y al ver las rejas y la vieja pileta simplemente corrió del lugar, en medio de gritos de desesperación, según cuentan los actuales encargados del lugar.

“Acá la persona era reducida a lo más bajo. La Técnica funcionaba a mil por hora. Traían y llevaban torturados. Acá estaban los tipos más violentos”, expresa la directora del museo.

El museo, que abre de 09:00 a 16:00, de lunes a viernes, pudo ser reacondicionado de manera más próxima a su estado original gracias a las imágenes descubiertas en los Archivos del Terror.

Algunos elementos, como las rejas de las celdas de castigo, fueron encontrados en el actual edificio de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), donde hacían de mesas y se escondían bajo algunos víveres.

Otros objetos fueron ubicados en otras dependencias, donde se los intentó ocultar. Igualmente, algunas víctimas fueron donando algunos enseres para enriquecer el museo.

Stella Cáceres reconoce que a ella misma le genera terror el solo imaginar todos los crímenes cometidos tras esos barrotes o en algunos de los salones.

Pese a que recoge y revive numerosas experiencias de horror, el Museo de las Memorias se constituye en un agente de conciencia y un recordatorio de algunas de las páginas más sangrientas de la historia paraguaya, un recordatorio que apunta a que esto no se repita nunca más.

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