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Corrían las décadas de 1960 y 1970. La represión por parte del gobierno de Alfredo Stroessner se recrudecía. Los encarcelamientos, con la posterior desaparición de ciudadanos, sucedían en diversos puntos del territorio paraguayo.
Lejanos a ello porque la situación estaba fuera de su entendimiento, un grupo de niños –hijos de militares y policías- disfrutaban sus tardes libres jugando dentro del predio de más de 20 hectáreas de la entonces conocida como Guardia de Seguridad.
El sitio se encuentra ubicado sobre 24 proyectadas (Avenida Acosta Ñu) y Fulgencio Yegros, en el barrio Tacumbú. Con el tiempo, el predio fue dividido en dos y ahora funcionan ahí la Agrupación Especializada y las Fuerzas Especiales de la Policía.
Fue durante una de esas tardes de juegos mientras esperaban que sus padres terminaran su guardia cuando los niños observaron movimientos inusuales en el lugar. Un grupo de soldados cavaban trincheras como si fueran a realizar alguna práctica.
Guiados por su infantil curiosidad, al día siguiente apenas llegaron todos se dirigieron al lugar donde se habían cavado las trincheras con la intención de organizar un juego entre ellos. Gran sorpresa se llevaron al encontrarse con que los grandes agujeros habían sido nuevamente tapados con meticuloso cuidado.
No comprendían que podría ser lo que había pasado. Crecieron escuchando historias de la tiranía del gobierno de un hombre que llevaba años siendo el único con poder de decisión en el país. Alguna vez escucharon historias de hombres que desaparecían de sus casas y nunca más volvían. Pero no entendían mucho.
Hasta que llegó febrero de 1989, cuando un grupo de los militares -esos aliados feroces del régimen- decidieron sacar a Stroessner del poder. Tiempo después, algunos de estos niños -ya crecidos- decidieron contar lo que habían visto alguna vez.
El relato sirvió para darle mayor veracidad a lo que durante mucho tiempo habían sido rumores, secretos guardados por los hombres de confianza. El predio de la Guardia de Seguridad se había de convertido en la última morada de varias personas cuyo único pecado había sido pensar diferente.
Fue por eso que un grupo de personas, muchas de ellas víctimas de la dictadura o parientes de desaparecidos, dieron inicio a la búsqueda de esos restos que hasta hoy siguen sin aparecer. Entre ellos estaba el Dr. Rogelio Goiburú, hijo de Agustín Goiburú, referente del disidente MOPOCO.
La primera vez que se comenzaron las excavaciones en el lugar fue en 1993, recuerda Goiburú, quien actualmente es director de Reparación y Memoria Histórica. En aquella oportunidad se contó con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento.
“En ese entonces estaban Francisco José de Vargas y Sandino Gil Oporto en esa comisión”, relata Goiburú mientras nos hacemos paso dentro del predio que actualmente pertenece a la Agrupación Especializada y donde están encerrados varios de los criminales más peligrosos del país.
La primera incursión no tuvo éxito.
No se encontró nada.
Pero la investigación no se detuvo ahí. Se siguieron buscando datos, documentos y testimonios que permitieran avanzar en la lucha por encontrar y dar un descanso a los restos de quiénes fueran víctimas del terrorismo de Estado.
Fue así que en 16 años después, en 2009, se decidió volver a ingresar a la Agrupación Especializada para empezar con una nueva excavación. Hoy el sitio vuelve a encontrarse lleno de trincheras, así como lo había visto aquel grupo de niños décadas antes.
Solo que esta vez para intentar revelar su terrible contenido.
En estos cuatro años y medio que lleva la segunda etapa de excavaciones en la Especializada, los esfuerzos han permitido encontrar varios restos.
De acuerdo al testimonio de Goiburú, se han encontrado hasta el momento 15 cuerpos y ocho tumbas vaciadas. Es decir que los restos enterrados en las últimas fueron movidos alguna vez a un sitio que por ahora se desconoce.
A los hallados en el lugar, se suman otros 12 cuerpos encontrados en diversos puntos del interior del país. Es decir que hasta el momento son 27 los restos hallados de personas desaparecidas durante la dictadura.
Una cantidad todavía pequeña considerando que son 500 las denuncias presentadas por desapariciones durante los 35 años de dictadura. A eso habría que sumarle además los casos que nunca fueron denunciados.
Además de la gran cantidad de documentos registrados durante el tiempo de relevamiento de datos, se le agregó un hecho que resultó de vital importancia para la localización de los restos humanos: el testimonio de quienes fueron testigos primarios de lo ocurrido en el lugar.
Cuando en 2009 el equipo encabezado por Goiburú volvió a ingresar contó con el acompañamiento de quienes estuvieron ahí varios años antes.
“A este lugar ingresaron conmigo 34 expersonales (sic) de lo que entonces se llamaba verde mate. Treinta y cuatro de esas personas que estuvieron aquí durante muchísimos años, desde el inicio de la dictadura hasta el ‘89 brindaron sus testimonios y gracias a ellos empezamos los trabajos”, manifiesta Goiburú mientras muestra el sitio de las excavaciones.
Para poder realizar los trabajos, los paraguayos contaron con el asesoramiento del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), un grupo que empezó buscando restos de víctimas de la dictadura en el vecino país y que ahora apoya a otros en varios lugares del mundo.
La excavación y exhumación llegan luego de un largo proceso de investigación, pero siguen sin ser el último paso antes de que las familias puedan recuperar los restos de sus seres queridos.
Acompañados de varios custodios, los restos exhumados son llevados al laboratorio forense del Ministerio Público, donde se encuentran a la espera de ser identificados. Lo que se puede conseguir únicamente con perfiles genéticos, debido al paso del tiempo.
Para ello, de los fragmentos óseos encontrados se sacan pequeños trozos que son enviados a un laboratorio en Argentina, el laboratorio Lidmo en Córdoba, donde se procesan las muestras.
“Hasta ahora tenemos unas 80 muestras pero necesitamos 400 para poder empezar con los trabajos de identificación”, indica Goiburú.
Para que esos trabajos sean realizados el Estado paraguayo aportó hasta el momento 75.000 dólares.
“Pero falta la otra mitad que son otros 75.000 dólares para firmar el contrato con el EAAF e iniciar de inmediato los trabajos de identificación de los cuerpos que ya encontramos”, reconoce Goiburú.
Una vez obtenido el perfil genético de los restos, las muestras serán comparadas con la sangre de los familiares que denunciaron la desaparición de sus seres queridos.
Pero todavía queda mucho por trabajar en la búsqueda de los restos de las personas desaparecidas durante los años más oscuros de la historia paraguaya.
Hasta el momento se han realizado excavaciones en una extensión de 3 hectáreas en la Agrupación Especializada, pero los datos colectados indican que todavía hay mucho por remover.
Goiburú relata que de acuerdo a las investigaciones, bajo algunas de las construcciones del lugar y en la zona del fondo, actualmente cargada de basura, se podrían encontrar varias tumbas más.
La búsqueda se extiende además a casi todo el país. Siguiendo el curso del río Paraná, desde Carlos Antonio López hasta Encarnación se estima que se realizaron entierros de cuerpos de perseguidos políticos.
“Prácticamente en todos los departamentos hay casos de compatriotas desaparecidos como consecuencia de la represión del terrorismo de Estado”, agrega Goiburú.
“Este plan de desaparición forzada no fue un accidente durante la dictadura, no fue un daño colateral, no fue una versión desmedida sino que fue algo planificado minuciosamente, financiado para hacer desaparecer a esa persona, para eliminar al adversario político pero además para sembrar el terror en la sociedad”, puntualiza.
Goiburú reconoce que actualmente los trabajos de excavación se encuentran parados debido a la falta de fondos y que esperan que el Ministerio de Hacienda libere el dinero a fin de que la dirección de Reparación y Memoria Histórica pueda continuar con los trabajos y la identificación de los restos.
De acuerdo a lo que prometieron, las carteras estatales apoyarán y seguirán con interés los trabajos. Los fondos serían liberados en marzo.
Pero él se muestra optimista y espera que durante enero y febrero se puedan realizar trabajos menores de investigación acompañados por la Fiscalía. Además se podrían realizar algunas excavaciones cuando se tengan datos precisos sobre tumbas en las que se encuentran uno o dos cuerpos.
“Si son fosas comunes de 10 o 15, se esperará contar con esos fondos”, sentencia.
Por ahora, unos carteles blancos de señalización en el lugar son la única identificación de estos cuerpos que esperan encontrar la paz.