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El golpe de Estado del 2 y 3 de febrero de 1989 significó la salida del poder de uno de los mandatarios más dictatoriales que vio la nación paraguaya: Alfredo Stroessner.
Durante sus 35 años al frente del Ejecutivo (1954-1989), su séquito lo calificó como el “segundo constructor” de la República (el primero lugar es atribuido a Bernardino Caballero); sin embargo, el tiempo y sus actos también lo han hecho convertirse en uno de los más tenebrosos gobernantes de América Latina, por la sistemática violación a los Derechos Humanos.
Mediante la fusión Partido Colorado - Poder Ejecutivo - Fuerzas Armadas, Stroessner impuso sobre Paraguay un sistema verticalista, que, aunque muchos no lo perciban, ha dejado algunos “males” que la sociedad aún no pudo superar, pese a un cuarto de siglo transcurrido de transición democrática.
Antes y después de la gesta militar de febrero del 89, los actores del golpe coincidieron en la necesidad urgente de iniciar los primeros pasos hacia la democracia. Pero, ¿los paraguayos tenían la noción de qué era aquello y cómo aplicarlo?
Para el politólogo Alfredo Boccia, la sociedad paraguaya se vio obligada a diseñar la democracia como un niño dibujando garabatos, pues hasta entonces en Paraguay no se tenía conocimiento de las libertades cívicas como en otros países de la región.
“Cuando terminó la dictadura en otros países, su gente solo tuvo que colocarse el chip que ya conocía. Chile tenía 10 años de democracia, Uruguay toda una historia. Nosotros no teníamos ninguno. Por eso nuestra democracia es de baja calidad. Y eso es culpa del stronismo y pagamos por ello”, asegura el analista político.
Agrega que somos aún hijos de la dictadura y víctimas de ella, pese a no recibir torturas.
El precio de mantener la paz y fidelidad de las fuerzas militares y otras figuras importantes para el dictador eran los regalos, por ejemplo, los más de 8 millones de hectáreas distribuidas a una pequeña claque, todo en nombre de una supuesta reforma agraria.
Por ejemplo, el 45% de las tierras aptas para el cultivo y el pastoreo fue distribuido por el Instituto de Bienestar Rural (IBR) desde el 63 al 99 de la manera más prebendaria posible.
La lista de beneficiados es bastante larga, pero vale recordar algunos nombres como Mario Abdo Benítez, Alejandro Cáceres Almada, Julio César Frutos, Juan Manuel Frutos, el mismo Alfredo Stroessner, Francisco Feliciano Duarte, el Gral. Enrique Duarte Alder, el Gral. Otello Carpinelli Yegros y el Gral. Germán Martínez.
Esto ha generado con el correr de los años que un grupo minoritario de la población tenga en sus manos un gran porcentaje de las tierras del país, además de problemas de superposición de títulos de propiedad e invasiones por parte de campesinos que exigen un pedazo de tierra para trabajar.
Para Boccia es injusto culpar enteramente a Stroessner de la problemática de la tierra, siendo que desde el 89 el país fue administrado por ocho presidentes en 25 años de transición y este inconveniente continúa. Pero afirma que el problema inició en tiempos de la dictadura.
Sin embargo, la directora de la Comisión de Verdad, Justicia y Reparación, dependiente de la Defensoría del Pueblo, Yudith Rolón, es categórica en afirmar que la lucha campesina con terratenientes es consecuencia de la mala distribución de la tierra en la era Stroessner, y que ello ha causado desgracias como la masacre de Curuguaty en junio de 2012.
En los años de militarización de la política, la sociedad de la época se acostumbró a mantener la boca cerrada. El gobierno se dedicó a perseguir las actividades en el campo del pensamiento cultural y artístico. Varios intelectuales, como Augusto Roa Bastos, se vieron obligados a partir al exilio.
Otros no sabían lo que realmente pasaba en el país debido a que las informaciones sobre actos atroces del Gobierno no eran dadas a conocer. Varios medios de comunicación fueron clausurados por orden de Stroessner, pues no se alineaban a la política del mandatario.
Se introdujeron reformas educativas en los años 1957 y 1973, pero estas tenían un estricto control del Gobierno, pues la educación podría ser una peligrosa arma ideológica contra su mandato. Todo ello llevó a que la gente se sumiera más en la mediocridad y sumisión.
Para Yudith Rolón esta realidad no fue superada por la sociedad en los 25 años transcurridos después del golpe. Por ejemplo, cuenta que muchas personas, principalmente en el interior del país, aún temen declarar sobre brutalidades del stronismo por miedo a represalias.
“Yo le puedo llegar a perdonar a las personas por la desaparición de mi padre, pero lo que no puedo perdonar es la incultura en la que sumió al pueblo. Nuestra gente no quería dar testimonios por temor a lo que sucediera, y eso que ya era en el gobierno de Nicanor Duarte Frutos (2003-2008)”, relata.
Esta palabra no nos sorprende hoy en día. Hace unos meses nos vimos sacudidos por una gran cantidad de familiares dentro de la función pública. Esposos, hijos, amigos, sobrinos, tíos, amantes, niñeras, cocineros e incluso caseros salieron a flote tras la liberación de la nómina de funcionarios de algunas instituciones del Estado, con millonarios salarios en la mayoría de los casos.
Esto no es novedad. Boccia recuerda que el Paraguay siempre estuvo manejado por un reducido grupo familiar, ya desde la era de la dictadura.
“Si te ponés a escarbar el origen de las grandes fortunas en el Paraguay, esas familias están siempre vinculadas al Estado y al poder. Notablemente muy poca gente se ha hecho rica en el país sin estar vinculado a estas dos esferas”, nos indica.
Uno puede saltar de rama en rama dentro del árbol genealógico –siempre según el analista político- y puede observar que hay incluso hasta cinco generaciones de familias que están “prendidas” al Estado, sean cargos electivos o no. “Eso se agudizó con el stronismo”, asevera Boccia.
Finalmente, una de las herencias más negras de la era de la dictadura: la corrupción. De acuerdo con Boccia, en los años 70 en el país eran poco comunes los actos de corrupción. Entonces, ¿cuál fue la detonante?.
Según nos cuenta el politólogo, la corrupción en Paraguay se fortalece y agudiza desde la construcción de la represa Itaipú Binacional, y posteriormente Yacyretá.
“Desde los 80 se crea una clase súper rica, que necesitaba su propio club e hicieron el Yacht y Golf Club Paraguayo, eran los varones de Itaipú y las personas conexas con esa obra, Yacyreta después”, señala.
Desde entonces la corrupción floreció. “Si antes robaban solamente una pequeña claque de civiles y militares, esto se democratizó, expandió y nunca más se fue. Paraguay atravesó el último cuarto de siglo con el título del país más corrupto de la región, y eso inició con el stronismo”, subraya.
Yudith Rolón, directora de la Comisión de Verdad y Justicia, no tiene dudas de que el stronismo tiene nuevos rostros. Citó nombres como el de Cristóbal Sánchez, alto funcionario de Itaipú, quien era juez durante la dictadura.
Otro de los mencionados fue Darío Filártiga, actual asesor político del presidente Horacio Cartes. Así como ahora es fiel a Cartes, lo fue al exministro del Interior de Alfredo Stroessner, Sabino Augusto Montanaro -a quien se le atribuyen graves violaciones a los Derechos Humanos-, cuando se desempeñaba como su secretario.
Agrega que existen además políticos como Alfredo “Goli” Stroessner, nieto del dictador, que reivindican abiertamente la figura de su abuelo.
Al mismo tiempo, persisten en las sombras totalmente impunes varios militares autores de actos macabros. Para Rolón, la propia justicia da pasos lentos para atender los reclamos de la Comisión, que, en muchos casos, terminan encajonados.
“Sabino Montanaro vino a Paraguay y ni siquiera fue imputado ni fue condenado y todo lo que se hizo en ese tiempo fue blanquear a la familia. Se dejó que venga, que muera en el país, para hacer una sucesión de sus bienes malhabidos a sus herederos”, repudió.
Por su parte, Boccia manifiesta que actualmente hay apellidos que se hicieron famosos en la época dictatorial, y que siguen en la sociedad, pero no con la fuerza que tenían en aquellos años.
“Ahora los colorados más antiguos tiene un poco de vergüenza para hablar de Stroessner. El stronismo significa poco actualmente en la política. Nadie podría hacer campaña interna en el Partido Colorado con la bandera del neostronismo, por ejemplo”, explica.
Sin embargo, cree que en el silencio de sus hogares y en la oscuridad de sus habitaciones, algunos colorados todavía prenden una vela y guardan respeto al dictador Alfredo Stroessner.