Hace 25 años

Eran las 06:00 del 3 de febrero de 1989, en la esquina de las calles Eduardo Víctor Haedo y Nuestra Señora de la Asunción, después de trabajar toda la noche del 2 y la madrugada del 3 del segundo mes de aquel año, como periodista del entonces Diario Hoy.

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El director del cotidiano en aquella época era Humberto Domínguez Dibb (HDD), yerno del Gral. Alfredo Stroessner, quien en la noche del 2 de febrero no podía creer lo que estaba ocurriendo. En esa fecha yo me desempeñaba como editor de la sección internacionales del diario y estaba en la redacción al igual que la mayoría de los jefes y periodistas del matutino.

Recuerdo que, después de la movilización y los ruidos que producían los cañonazos frente al Ministerio de Defensa, cuando eran alrededor de las 22:00, HDD había llegado a la redacción del diario para conversar con los jefes de secciones. Tras encender un cigarrillo y lanzar bocanadas de humo en la sala, HDD dijo que la situación "estaba controlada" porque "El Rubio" (su suegro Stroessner) ya había dado la orden para que las fuerzas de la Artillería, situadas en Paraguarí, unos 50 kilómetros al sur de Asunción, avancen contra los sublevados.

Stroessner, sus familiares y demás allegados cercanos ya sabían lo que pasaba pero estaban esperanzados en que la Artillería de Paraguarí podría anular a los alzados con certeros cañonazos que los batallones de los mismos poseían en los alrededores de la ciudad de Paraguarí.

Según comentarios de aquella fecha, la Artillería de Paraguarí era considerada la fuerza más poderosa, certera y leal que contaba Stroessner, con cañones capaces de destruir objetivos situados dentro de un radio de 100 kilómetros. HDD proyectó esa idea y tras mostrarse tranquilo, dijo que se debía esperar la pronta rendición de los sublevados. Recuerdo que mientras HDD fumaba y gesticulaba cuando hablaba con los jefes de turno del matutino, los periodistas seguían en sus puestos.

Yo, en mi sección, un habitáculo tipo pecera, pero sin agua, mantenía encendida y a todo volumen una radio en la que hacía permanente zapping entre radio Primero de Marzo y Radio Cáritas. En esta última me desempeñaba como editor de prensa en horas de la mañana.

Esa noche, radio Primero de Marzo reiteraba cada momento la grabación de la proclama del Gral. Andrés Rodríguez y a medida que avanzaba la noche, se anunciaban las adhesiones de regimientos militares a la causa libertaria.Por su parte, Radio Cáritas, transmitía en vivo lo que el entonces "volquitero" o periodista radial Celso Velázquez, hoy fallecido, relataba lo que observaba en las calles.

Cada momento salía corriendo de la redacción para ir hasta la calle con una grabadora grande, tipo radio portátil, para grabar ruidos del tableteo de metralletas, cañonazos y bombazos que hacían temblar la calle. Los bombazos se escuchaban tan bien que parecía que estábamos en el sitio de ataque, lazona del Ministerio de Defensa, y Regimiento Escolta Presidencial, donde se desarrollaba la verdadera guerra nocturna.

Con otros curiosos compañeros, seguíamos atentos, por minutos, aquellos disparos que también se confundían con aparentes gritos de pedidos de socorro, intimaciones o amenazas que se escuchaban en la zona del combate. Estábamos a menos de dos kilómetros del lugar, en la vereda del frente del cementerio La Recoleta.

En uno de esos momentos de regreso a la redacción, poco antes de la medianoche del 2 de febrero de 1989, recibí la orden de salir con un fotógrafo para tomar notas y preparar una crónica sobre lo que estaba sucediendo en las calles. Según la indicación recibida, debía de regresar a la redacción antes de la siete de la mañana del 3 de febrero de aquel año y escribir una crónica sobre lo visto o presenciado para una edición especial del diario.

Después de cumplir con la misión encomendada, entre la medianoche y la madrugada, llegamos con el fotógrafo hasta la calle Eduardo Victor Haedo y Nuestra Señora de la Asunción, en donde estaba tumbado un camión policial que fue utilizado por las fuerzas leales a Stroessner.

Me pareció interesante esa escena y le pedí al reportero gráfico compañero, cuyo nombre no recuerdo, que me retratara frente al cuatro ruedas tumbado que aparece detrás mío en la fotografía que acompaña a este escrito.

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