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En las primeras décadas del siglo pasado se creó el polietileno, el plástico más común que, por su bajo costo de fabricación, fue una invención que pronto se expandió a nivel mundial para reemplazar a las bolsas que anteriormente eran de tela.
Su producción en masa y uso global causaron un enorme impacto al medio ambiente, ya que su composición química lo hace prácticamente indestructible. La naturaleza demora por lo menos 150 años para eliminarlo.
A cuatro años de la promulgación de la Ley Nº 5.414 “que promueve la disminución del uso de polietileno", más conocida como “ley antihule”, hoy prácticamente es letra muerta. Paraguay, al igual que muchos otros países en vías de desarrollo, está infestado de bolsas y la poca cultura ambiental hace que el uso del polietileno siga siendo irracional.
Esta problemática inspiró a Yhara Ríos, estudiante del tercer año del colegio Santo Tomás de Paraguarí, quien desde hace dos años está en busca de láminas plásticas biodegradables a base de almidón de maíz, que pretende sean utilizadas para fabricar biobolsas capaces de descomponerse en apenas 180 días.
El proyecto nace en 2017, iniciativa de Yhara, quien ensaya el primer experimento con almidón de maíz, vinagre, glicerina y agua potable. Una masa suave poco factible fue el resultado del primer intento, que no fue más que una motivación a seguir.
Mientras avanzaba el proyecto, experimento tras experimento, se le unieron Alejandra Meza y Augusto Saracho, estudiantes de segundo año. La ciencia avanzaba, con cada experimento, pero no conseguían dar con la fórmula correcta, a pesar de que los avances en el proyecto y el esfuerzo eran premiados en cada feria de ciencias que participaban.
Los experimentos se sucedían al igual que las ferias y participar de ellas fue clave para dar el salto más significativo hacia la mezcla perfecta. Ximena Bogarín les sugirió a los jóvenes buscadores de ciencia reemplazar el vinagre por el ácido clorhídrico y el hidróxido de sodio.
Almidón de maíz, los dos ácidos, glicerina y cocción de un par de minutos componen la actual fórmula y la más cercana a sus pretensiones. Con esta combinación consiguieron una sustancia muy parecida a un plástico y además es capaz de ser usada como abono natural. El noveno experimento fue un paso clave para la biobolsa.
“Como vemos que se puede descomponer, queremos que estas bolsas luego se utilicen como abono orgánico. Nos centramos en el almidón de maíz, ya que los agricultores podrían plantar el maíz para la materia prima. Puede resultar un modelo de negocio que genere ingresos para agricultores, empresas que produzcan las bolsas y beneficio para el ambiente”, destaca Yhara.
El producto final sería una bolsa como las de supermercado, pero una vez que termine con su efímera misión de transportar las compras, podría formar parte de un compost. Es decir, en lugar de no solo contaminar, incluso puede ser beneficioso, naturalmente.
La biobolsa, este ambicioso proyecto, será presentado en una feria de ciencias a nivel regional que tendrá sede en Perú, a realizarse en el mes de noviembre; sin embargo, los estudiantes necesitan recursos económicos para el viaje, ya que todo el experimento lo realizan prácticamente a pulmón.
“Creo que las autoridades deben apoyar más. Lastimosamente en nuestra comunidad no se da eso”, reclama la profesora María Bochert, tutora del proyecto. Resalta que el club de ciencias de la institución es un espacio que usan para chicos interesados en la investigación científica. “Hay mucho entusiasmo incluso en los padres, pero los viajes son costosos y nos encantaría que sigan teniendo ese espacio”, expresó.