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La mayoría de los pacientes están dispersos en los patios, caminando entre los visitantes y funcionarios, pidiendo “mil’i” o iniciando cualquier conversación sin sentido, otros solo permanecen sentados cerca de sus habitaciones, tomando mate en silencio, casi todo el día. “Ese es su vicio”, cuenta el trabajador social Gerardo Ferreira al iniciar el recorrido por el Hospital Psiquiátrico, ubicado sobre la avenida Venezuela.
Un total de 220 pacientes llevan décadas olvidados por sus familiares, casi todos ellos ya recibieron su alta médica pero no pueden abandonar el hospital porque no tienen a dónde ir. “Preferimos que estén acá antes que deambulando por las calles”, añade Ferreira.
Esos pacientes prácticamente llevan toda su vida allí, distribuidos en 6 pabellones, con salas para 5 personas que tienen la total libertad de pasear por el patio, ir a los talleres de recreación o manejarse de manera independiente, dependiendo de en qué etapa del tratamiento se encuentre cada uno.
Solo un pequeño porcentaje está en las salas aisladas y cerradas, generalmente por lo difícil que resulta su contención y la existencia de algún tipo de riesgo de agresividad o suicidio, explican los encargados. Como presos por haber cometido algún delito, pasan los días tras las rejas. Aunque muchos estén en contra de esta medida, el “encierro salva vidas”, asevera el director del Hospital Psiquiátrico, Dr. Víctor Adorno.
¿En qué casos se internan?
El Dr. Adorno asegura que buscan, en todo momento, evitar las internaciones más allá de las temporales. “Evaluamos el caso, cuáles son los síntomas, la medicación, los tratamientos que hay que hacer. Calmamos los cuadros y después tratamos de que continúe el tratamiento en su comunidad, en su casa”, explica.
Generalmente las internaciones se realizan cuando se generan crisis de agitación y ansiedad, o existe peligro de suicidio o incluso agresividad hacia otras personas, descompensaciones o principios de cambios conductuales en pacientes primerizos. Básicamente, el criterio más importante es el riesgo en cualquier sentido.
“Se les interna cuando el cuadro de agresividad, ansiedad, cuando no van a ceder si no requiere una intervención mucho más dirigida. Si el paciente consultó varias veces y no está mejorando, cuando hay mucho riesgo de que esa persona pueda terminar lastimando a otra persona o haya indicios de un posible suicidio. Cuando no hay otra alternativa”, asevera.
“Encierro” que salva vidas
El director del “Neuro” admite que lo ideal es poder realizar el tratamiento en el hogar, “pero después nos encontramos con la realidad de que hay pacientes que necesitan algún tipo de dispositivo de internación”.
Acota que lo ideal es que el paciente no termine internado, que consulte ante el primer síntoma o signo y así evitar que empiece a empeorar. “Que sea contenido antes de llegar a la internación, pero cuando necesita una internación tenemos que tener un dispositivo disponible”, añade.
“Una internación psiquiátrica no tiene que ser vista como un castigo al paciente. A veces las internaciones salvan vidas, son necesarias”, reitera en varias ocasiones, a la par de destacar que los psiquiatras tienen criterios bien definidos para llegar a ese punto de un tratamiento.
Buscar ayuda no es “cosa de locos”
“Cuando una persona está pasando mal se maneja por su cuenta, se automedica, utiliza el alcohol o incluso drogas para aliviar su ansiedad, el bajón, o inclusive para poder dormir”, destaca el psiquiatra sobre algunos signos que presentan las personas que están sufriendo algún tipo de trastorno mental.
En ese mismo sentido, insta a las personas a buscar ayuda y no tener miedo, ni creer que consultar con un psiquiatra es “cosa de locos”. “Te dicen: ‘Qué pio vas a consultar con un psiquiatra, vos no estás loco’. Se tiene que romper un poco con ese estigma. La mayoría de los pacientes que vienen no están locos, solo necesitan un poco de ayuda”, asegura.
Asimismo, pide a los familiares y amigos no minimizar los signos de alarma y pedidos de ayuda. “Si la persona ya tuvo el coraje de decir que necesita ayuda es porque ya está pasando muy mal”, refiere
Pacientes abandonados
Los más de 200 internados de larga estadía llevan ya tantos años abandonados por sus familiares que ya incluso han perdido la cuenta. Durante muchos años, la Dirección de Trabajo Social de este hospital trabaja para contactar con los familiares, amigos o vecinos de los pacientes, y solo en muy pocos casos encuentran una luz. “A veces tenemos casos que creemos perdidos pero de repente aparece alguien después de 20 años”, destaca el Dr. Adorno.
Comenta que las propias leyes nacionales establecen que los familiares tienen la obligación de cuidar a los pacientes con cierta discapacidad intelectual y en algunos casos hay quienes intentan “depositar” allí a pacientes de ese tipo. El psiquiatra explica que muchas veces los familiares optan por intentar “depositarlos” ahí, cuando ya no pueden contenerlos en la casa o sienten mucho temor ante reacciones violentas. “Hay mucho miedo, mucho desconocimiento en cuanto a lo que es un trastorno mental y lo que implica”, destaca.
Menciona como ejemplo un caso de agresión de un joven hacia sus padres y destaca que estos difícilmente lo van a aceptar de vuelta, por temor a una reacción similar. “El paciente se va a internar, nosotros le vamos a mejorar pero después se le da el alta médica y no puedo retenerlo. Ahí se inicia el mecanismo para que la comunidad puede ayudar a esta persona”, añade.
Explica que el miedo y el desconocimiento hace que los vecinos y familiares crean que las reacciones violentas siempre van a existir. Sin embargo, con los tratamientos, eso se va a ir disminuyendo pero, sobre todo, se necesita contención y apoyo de los allegados.
Además, cabe destacar que en muchos casos los vecinos mismos los rechazan, lo cual dificulta la reinserción de las personas a sus comunidades. El Departamento de Trabajo Social del nosocomio se encarga de trabajar con las comisiones vecinales para crear consciencia y, a veces, logran cambiar sus mentalidades, pero en otros casos se ven obligados volver con el paciente al hospital.
Un puente a una nueva vida
Los pacientes internados que ya hayan pasado por toda la terapia recomendada por sus psicólogos y psiquiatras y estén en condiciones de salir de alta primeramente pasan por “El Puente”, que es administrado por el Servicio Voluntario Menonita. Esta dependencia está ubicada al fondo del Hospital Psiquiátrico, y allí se desarrolla todo tipo de talleres que tienen como objetivo el desarrollo de los usuarios, en todos los sentidos.
El trabajador social explicó que lleva ese nombre porque es considerado como un puente hacia una nueva vida y además de instruir al paciente, se logra motivarlos al tenerlos en contacto con quienes ya fueron dados de alta. Realizan musicoterapia, manualidades, carpintería, cultivo y costura.
Lilian León, una de las encargadas, explica que cuando llegan a su dependencia suben un nivel más en su tratamiento. “Sería como un escalón, una esperanza más para salir afuera”, añade. Allí reciben también entrenamiento básico para mejorar su calidad de vida, higiene diaria, cómo comer, entre otras cosas.
Sin embargo, también trabajan con los internados de larga estadía, quienes prácticamente no avanzan pero utilizan “El Puente” como un escape. Realizan juegos al aire libre, merienda, rondas de tereré y caminatas. “El simple hecho de darles unos minutos y conversar con ellos ya es mucho para ellos”, destaca.
Por su parte, el Hospital Psiquiátrico también administra un Centro de Rehabilitación, que su vez realiza distintos talleres terapéuticos similares al Puente, pero está más destinado a los pacientes internados. “El objetivo principal es lograr la reinserción de los usuarios internos del hospital. Para ello se necesita lograr varios objetivos, como la recuperación de habilidades, sociales, cognitivos, intelectuales y laborales”, explica la licenciada Sonia Delvalle, una de las encargadas de los talleres de esta dependencia.
“Camas calientes”
Este hospital se caracteriza por ser de “camas calientes”. Es decir que apenas sale de alta una persona, sin que siquiera se enfríe la cama, viene otra para ocuparla. “A veces tenemos muchas dificultades con la capacidad. Hay mucha rotación de pacientes. Siempre estamos trabajando al 110%. Constantemente estamos llenos”, añade el especialista.
¿Y qué pasa si llega alguien que, inevitablemente, requiere internación? “¿Siempre hacemos todos los movimientos necesarios para poder recibirlos, porque somos el único hospital psiquiátrico del Ministerio de Salud”, responde
El Estado cubre prácticamente todos los gastos de los pacientes internados, pero a veces los recursos no son suficientes, por lo cual van sorteando las dificultades con las donaciones que reciben de la ciudadanía. “Con donaciones hacemos arreglos en ciertas áreas, pintamos, tratamos de darle un poco más de confort a los pacientes”, añade.
Reciben un promedio de 45.000 pacientes por año, quienes pasan por los distintos consultorios y reciben terapia, medicación y todo lo necesario para cada caso. Además, 315 personas están a diario en las salas de internación, aproximadamente 100 de manera temporal (de una semana a un mes) y el resto ya se ha convertido en huésped permanente.
Libertad terapéutica
El psiquiatra Agustín Barúa Caffarena apunta hacia una modalidad distinta a la de los manicomios, la “libertad terapéutica”. Con el objetivo de conocer un poco más sobre esa corriente permaneció 11 días en una zona del noreste de Italia, en una ciudad llamada Trieste, conociendo las políticas de salud mental de la región.
Hace cuarenta años que Trieste no tiene manicomios y desde el 2014 ni siquiera manicomios judiciales. Su eslogan es “la libertad es terapéutica” y se trabaja a partir del acompañamiento comunitario, basándose en tres principales ejes: el trabajo digno, el acompañamiento terapéutico en el propio hogar y la socialización.
“No se puede entender el encierro como una medida terapéutica. El encierro manicomial puede ser físico, con la internación, o también químico, a partir del abuso de psicofármacos. Pero también puede ser simbólico, a través del rótulo a una persona con un diagnóstico psiquiátrico reduciendo a la persona a ese diagnóstico: ella es bipolar, él es depresivo”, explica Barúa.
En Trieste los acompañamientos se basan en el derecho al trabajo digno y a la formación para una profesión u oficio, para que la persona pueda tener autonomía económica. Tienen empresas sociales y cooperativas sociales, donde trabajan tanto los que tienen diagnósticos como los que no.
Para casos graves, el acompañamiento terapéutico puede darse una vez a la semana o incluso durante las 24 horas. La diferencia es que los especialistas se trasladan hasta la residencia del paciente y convive en él hasta pasada la crisis. La misma temática se mantiene para aquellos con problemas judiciales, quienes viven en residencias o casonas con ciertas medidas de seguridad. “Pero no hay armas ni rejas y quienes trabajan ahí son trabajadores de salud”, aclara Barúa.
“En nuestra cultura nacional, ante la crisis de salud mental lo primero que se suele plantear es: 'Llévenle al neuro. Es la lógica de depositación de la persona”, destaca Barúa, quien comenta que en dicha localidad italiana tuvieron que pasar por un proceso de muchos años para sustituir la lógica del encierro por una de base comunitaria.
Tienen un solo centro de salud mental por cada 60.000 habitantes pero ningún hospital. Sin embargo, dentro de dichos locales, hay camas habilitadas en caso de que el paciente quiera ir a pasa unos días, de manera totalmente voluntaria.
“Una persona por más que esté en un contexto de locura, no se convierte en una bestia, por lo cual no se tiene que encerrarla. Justamente cuando estamos en crisis es cuando más necesita compañía y ser desarraigada de su contexto. En general los hospitales psiquiátricos son vistos como depósitos humanos que alejan a la gente”, añade.
Poniendo en comparación con cómo se trabaja en nuestro país, asegura que en el Hospital Psiquiátrico las personas son traídas de todo el territorio nacional y es muy difícil que los enfermeros puedan manejar de manera correcta a tanta gente, teniendo en cuenta las particularidades de cada uno.
¿Cómo mejorar?
El Dr. Barúa destaca que este sistema de “encierro” en el país se instala desde la propia formación de los psiquiatras. “En general nosotros recibimos formación donde está muy naturalizado que ante ciertas situaciones de crisis el encierro es la solución”, añade al respecto. Además, dice que se debería trabajar con las escuelas desde un enfoque más emancipador y liberador y menos con el encierro y el castigo.
Por otro lado, mencionó que la problemática también radica desde la propia sociedad. “Existe una asignación colectiva de la sociedad de designar a los profesionales de psiquiatría como los responsables policiacos de la diferencia humana. De custodiar que supuestamente las personas tendríamos que ser de una sola forma, no diferentes como realmente somos”, añade.
Ley de salud mental
Una Comisión Técnica de Reforma y Atención en la Salud Mental, integrada por 14 instituciones, se encuentra trabajando desde el año pasado para la realización de una ley de salud mental que tendrá como principal objetivo proteger los derechos humanos del paciente.
El Dr. Adorno integra ese equipo de trabajo y explica que con la reforma se busca principalmente la descentralización, habilitación de más unidades de atención en el interior y una remodelación del Hospital Psiquiátrico. “Nos gustaría ser más adelante un hospital de pacientes agudos y ya no de larga estadía. (Los pacientes) pueden continuar el tratamiento en un lugar sustituto, un hogar albergue ya fuera del sistema hospitalario”, sugiere.
El mayor déficit de nuestro sistema de atención a la salud mental es precisamente la falta de hospitales en todo el país, ya que como mencionamos anteriormente solo contamos con un Hospital Psiquiátrico dentro del sistema público, que recibe a pacientes de distintas ciudades del Interior. El director destaca que es necesario que se habilite al menos una sala de 5 camas para internación de enfermos mentales en cada nosocomio regional o incluso hasta distrital, lo cual, según Adorno, no implica mucha inversión.
Destaca que el traslado hasta Asunción de los pacientes del interior del país representa un desarraigo importante incluso para toda la familia, que debido a la distancia y al costo que implica, tampoco puede venir de visita constantemente en caso de que se requiera una internación. “Tienen que movilizarse cientos de kilómetros. Va a ser más fácil para las personas continuar con sus vidas mientras sus familiares son atendidos cerca”, asegura.