Veinte mil leguas de viaje submarino (2) (adaptación)

Seguimos leyendo atentamente este gran clásico de la literatura universal.

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Capítulo 2

El capitán Nemo

Nada había cambiado cuando desperté. Seguíamos los tres en nuestra celda.

Nos hacíamos preguntas acerca de nuestro destino cuando entró un camarero, y Ned saltó sobre él. En eso llegó el capitán de la nave, nos llamó por nuestros nombres y nos pidió que le escuchemos.

Nos dijo que no podía permitir que dejáramos la nave, pero me propuso ser su compañero de estudios en un viaje alrededor del mundo submarino. Se presentó como el capitán Nemo y nos dijo que estábamos en el Nautilus.

El interior de la nave era increíble: contaba con una biblioteca de 12 000 libros, un museo privado, camarotes, la cocina y la sala de máquinas. El capitán me explicó que todo en el Nautilus funcionaba con energía eléctrica que provenía del mar. La energía era acumulada en baterías de sodio, que no es otra cosa que la sal marina, lo que más abunda en los océanos.

Unos días después el capitán Nemo nos llevó a una partida de caza.

Con gruesos trajes impermeables de caucho, escafandras de metal y tubos de oxígeno cargados a nuestras espaldas, salimos al fondo del mar.

El bosque tenía unas plantas muy grandes, que formaban arcos sobre nuestras cabezas.

Capítulo 3

Un encuentro con los salvajes

Estábamos en los peligrosos parajes del Mar de Coral, en la costa noreste de Australia. Dos semanas después, entramos en el estrecho de Torres. De pronto, un fuerte impacto me derribó: el Nautilus acababa de chocar contra un arrecife y quedó inmóvil.

Mis compañeros y yo salimos armados con hachas y fusiles en cuanto el mar nos permitió bajar un bote. Al día siguiente, volvimos a desembarcar en la isla. De pronto, una piedra cayó a nuestros pies. Entonces vimos una veintena de salvajes que salía de la espesura con arcos y hondas. Una lluvia de piedras y flechas cayó sobre nosotros. Llegamos al bote y remamos hasta alcanzar el Nautilus. A la mañana siguiente, los salvajes comenzaron a disparar sus flechas contra la nave, pero no causaron ningún daño.

Minutos después, los indígenas que se acercaron a la nave huyeron dando gritos de espanto: la barandilla estaba electrificada. Era una barrera infranqueable.

Continuamos nuestro viaje por las profundidades del océano y volvimos a maravillarnos por las especies que el submarino mostraba a su paso. La existencia a bordo se nos había vuelto cómoda y agradable, hasta que un día el capitán Nemo apareció con cara de preocupación. Nos mandó encerrar toda la noche.

Nos liberó a la mañana siguiente y me preguntó si era doctor; cuando le dije que sí, me condujo a la popa del Nautilus y me hizo entrar en un camarote. Un hombre de unos cuarenta años yacía en la cama con una herida grande: el cráneo había sido fracturado con un objeto contundente. El capitán dijo que fue un accidente.

Nada se pudo hacer por él. Al día siguiente, asistimos al funeral del tripulante. En un claro, sobre un pedestal de rocas amontonadas, se alzaba una cruz. El capitán dio una señal y uno de sus hombres cavó un hoyo. El lugar era un cementerio, y el agujero, una tumba. Allí, en el inaccesible fondo marino, el capitán Nemo y los suyos sepultaban a sus compañeros, fuera del alcance de los tiburones y los hombres.

Actividades

1. Redacta un resumen de la historia leída.

2. Escribe cómo crees que continúa la historia.

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