El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha Infantil (1)

Esta obra —publicada su primera parte con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a comienzos de 1605— es una de las obras más destacadas de la literatura española y la literatura universal, y una de las más traducidas.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2084

Cargando...

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, hace muchísimo tiempo vivía un señor que se pasaba el día leyendo. Era de buena familia, pero de muy modesta condición económica.

Lo único que leía eran historias de caballería, cierto es que en aquel tiempo no había tele, computadoras ni teléfonos celulares.

Lo que pasó con este señor, que se llamaba Alonso Quijano, es que no hacía otramás que leer —no hacía deportes, no charlaba con los amigos, había días que ni comía ni dormía por leer— y se volvió medio loco, creyéndose él mismo un caballero andante como los héroes de las novelas y cuentos que leía.

Se cambió de nombre y se llamó a sí mismo Don Quijote de la Mancha. Decidió salir a recorrer el mundo para hacer justicia a los pobres y desamparados y pelear contra gigantes, dragones y monstruos que encontrara.

Para eso necesitaba un caballo fabuloso, como los que tenían los héroes de las historias que leía. Pero como él creía que era un caballero andante de esas épocas pasadas, y ya estaba medio chiflado, tomó por caballo fabuloso a un rocín que tenía, viejo y muerto de hambre. Y le puso por nombre Rocinante.

Tomó un viejo escudo y una lanza que fueron de su bisabuelo. Su armadura y sus armas las hizo con latas y cartones.

Tenía una facha tan ridícula que, aquellos con quienes se encontraba, se reían de él y le tomaban el pelo, siguiéndole la corriente de su locura.

Un caballero andante debía tener además, una dama por quien luchar y por quien morir, si hacía falta. Se metió en la cabeza que su dama sería Dulcinea del Toboso, que en realidad era una pobre campesina llamada Aldonza Lorenzo, de quien él una vez estuvo enamorado, aunque ella nunca lo supo.

Don Quijote debía tener también un escudero, escogió y convenció para serlo, a un labrador vecino llamado Sancho Panza, gordo, petiso, ignorante y bruto. Pero vivo y muy gracioso.

En su primera salida en busca de aventura se fue solo.

Se acordó entonces que aún no había sido armado caballero; pero recordó también, que muchos caballeros habían sido armados tales por el camino, como premio de alguna hazaña que realizaron. Y pensó que, seguro, eso pasaría.

Cuando ya anochecía, llegó a una posada que había en el campo. Cuando apareció el dueño del albergue —que a don Quijote se le figuró el señor del castillo— le siguió la corriente y hasta le facilitó todo para que pudiera hacer la vela de armas.

Este rito consistía en pasar la noche haciendo oración en una capilla, junto a las armas del futuro caballero, depositadas al pie del altar.

Sobre el libro

Título: Don Quijote de la Mancha

Adaptación: Raúl Silva Alonso

Editorial: El Lector

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...