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Después de una desgraciada guerra, el rey Wandrell tuvo que entregar a su enemigo la mejor de sus ciudades, y tanto dolor le causó aquella pérdida, que enfermó y murió a poco, y ocupó el trono su hija, la hermosa Indriana.
Docenas de príncipes, caballeros y famosos guerreros se apresuraron a pedir su mano, pero ella les ponía como condición que debían reconquistar la ciudad perdida y otras cien más. Ninguno se atrevió a emprender tan gran hazaña, y la reina se entristeció, viendo que jamás tendría esposo.
Pasó el tiempo, y sucedió que el hijo del rey de un país vecino creció y se hizo hombre, y, decidido a correr aventuras, tomó una pequeña escolta y salió a recorrer el mundo.
Al pasar por una ciudad, su príncipe retó a Ramurha, que así se llamaba el hijo del rey, y lucharon ante los ojos de todos los habitantes de la ciudad, venciendo Ramurha. El príncipe le ofreció su ciudad, pero él le contestó:
—No sabría qué hacer con ella. Consérvala.
Venció, uno tras otro, a todos los príncipes de las ciudades por las que pasaba, y todos le ofrecían sus ciudades, aunque Ramurha siempre contestaba:
—No sabría qué hacer con ella. Consérvala.
Cierto día, en un descanso, su trovador cantó la canción que se refería a la reina Indriana, que decía así:
—Ganará la mano de la bella Indriana y la hará feliz, el caballero que conquiste cien ciudades.
Ramurha se puso en pie con impaciencia y exclamó:
—¡Corramos al reino de Indriana!
Cabalgaron sin parar durante siete días y siete noches, y llegados ante la hermosa Indriana, le dijo Ramurha:
—¡Yo rendiré cien ciudades a tus pies!
Antes de partir, ordenó a su trovador que entretuviera a la reina con bellas canciones, por ver si sonreía. Y el valiente Ramurha viajó por cien ciudades, a cuyos príncipes venció, y a todos les ordenaba:
—Preséntate a la bella Indriana y dile que tu ciudad ya ha pasado a ser suya.
Los cien príncipes así lo hicieron, y la reina pudo gobernar sobre aquellas cien ciudades. Entonces llegó Ramurha y le dijo:
—He cumplido mi palabra. Ya tienes las cien ciudades.
—Has triunfado y me complace. Seré tu esposa.
Pero no por eso dejaba la reina de ofrecer en su rostro una sombra de tristeza.
Sobre el libro
Libro: Mis cuentos de hadas
Título: La princesa triste
Editorial: Cuenticolor