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En una aldea remota, la más pequeña que existía en todo el reino de la Fantasía, cuentan las leyendas que vivió hace muchísimos años un pobre leñador, el cual, gracias a sus dotes de ingenio, bondad y perseverancia, llegó a salir de su humilde condición para alcanzar en cambio uno de los puestos más preeminentes de la Corte.
No podemos menos de decir a nuestros lectores antes de seguir adelante, que en aquel reino de la Fantasía, eran sus habitantes bastantes tontos. Y por este motivo, como Fil, el leñador de este cuento era ingenioso, se valió de esta cualidad para alcanzar la meta de sus deseos.
Verán cómo sucedió.
Gil. Como ya sabemos, era leñador, y de los más pobres del lugar. Con decir que la mayor parte de los días se quedaba sin cenar porque no tenía ni una moneda para comprar un poco de queso, lo hemos dicho todo. Así que cuando iba al monte a cortar leña, se pasaba pensando muchas horas en la forma de salir de su pobreza. Y al final le pareció que había dado con la solución.
Aquel día, tenía mucha hambre y se dirigió a casa del tendero.
—¿Quién es? —preguntó este al oír que llamaban a la puerta.
—Soy Gil de las calzas verdes.
Salió el comerciante, y mirando las calzas de Gil, le dijo:
—¿Cómo dices que tienes las calzas verdes, si yo mismo las estoy viendo que son amarillas?
—Ahora tengo prisa —dijo Gil con misterio—. Pero dame un saco de garbanzos, y te lo explicaré a mi regreso.
El tendero se lo dio, y Gil se puso a andar carretera adelante.
—¡Aquí va Gil de las calzas verdes! —exclamaba.
—No es verdad —le atajó un hombre que llevaba su vaca atada con un cordel—. Tus calzas no son verdes, sino amarillas. Bien a la vista está.
Sobre el libro
Libro: Mis cuentos de hadas
Título: Gil de las calzas verdes
Editorial: Cuenticolor