Cargando...
La educación física contribuye al desarrollo de las competencias de interacción social y aprender a aprender. La estrategia más idónea para conseguirlo es convirtiendo al alumnado en protagonista de la acción a través de métodos basados en la construcción del propio aprendizaje. La realidad actual exige a las comunidades de aprendizaje el dominio de las competencias necesarias para solventar con éxito las situaciones y problemas a las que se va a enfrentar a lo largo de su vida.
Por eso mismo, la educación física, entre otras áreas, debe proporcionar al proceso de enseñanza-aprendizaje unas metodologías y planteamientos educativos que doten a los alumnos y alumnas de esas competencias.
De ahí la preocupación de contar con espacios de aventuras; un recurso metodológico idóneo para la puesta en acción de una gran cantidad de competencias que van a permitir al alumnado desenvolverse con eficacia. Los espacios van encaminados a la mejora de aprender a aprender, competencia social y ciudadana, interacción con el medio, autonomía e iniciativa personal y competencia emocional, entre otros.
En educación física, consideramos imprescindible el desarrollo del ámbito cognitivo, el ámbito motor y el socioafectivo. La estrategia más idónea para conseguirlo es convirtiendo al alumnado en protagonista de la acción a través de métodos basados en la construcción del propio aprendizaje.
Los espacios de aventuras dan respuesta a estas exigencias presididas por las competencias básicas, además de ser una estrategia con “capacidad pedagógica”, personalizada y que utiliza el ensayo-error y la investigación como principales herramientas.
Recordemos que “un espacio de aventuras es una situación o ambiente de acción motivador en el cual los alumnos y alumnas, utilizando la exploración y la experimentación, construyen su propio aprendizaje a través de una búsqueda guiada por parte del docente”.
En definitiva, la opción del maestro o profesor sobre la estrategia metodológica a aplicar en su proceso de enseñanza, marcará sobremanera los aportes y beneficios tanto de los conocimientos y habilidades como de las actitudes del alumnado. Estos tres elementos serán los que nos permitan el desarrollo más o menos intenso de las competencias básicas dentro de nuestra labor docente.