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CIUDAD DEL ESTE (De nuestra redacción regional). “Yo quiero que mi hija sea profesional. Que estudie para poder enseñar”, dice Rosa Brevigi, primera directora aché de la escuela básica 5804 “Yamuchachugi”, de la comunidad de Puerto Barra.
Sus padres estuvieron entre los aché fundadores, y ella nació y estudió allí mismo. Ahora, con 37 años, la docente tiene cinco hijos. La mayor, Rosana Wachigi, acaba de terminar el colegio y fue de vacaciones a una comunidad indígena de Bolivia, para evangelizar.
Brevigi enseña castellano y aché y es responsable de los niños del preescolar.
La institución educativa “Yamuchachigi” tiene 55 alumnos hasta el noveno grado. También funciona el colegio “Kuembitagimari”, con 29 estudiantes del primero al tercer año de la media. Se trata de un bachillerato técnico en Informática, del cual se recibieron 11 jóvenes el año pasado.
Cuando Brevigi era estudiante de la escuela, según cuenta ella, era compañera de Lorenzo Puapirangi y de José Anegi. Ambos están estudiando derecho en la Universidad Nacional del Este, filial Santa Rita: Lorenzo cursa 3er. año, y José culminó el 1er. año.
“Nunca estudié tanto en mi vida”, bromea Lorenzo, y cuenta que en su clase eran 160 alumnos en el primer año, y ahora son 40. “Quiero ser abogado para defender mejor a mi comunidad”, puntualiza el joven.
Tanto Lorenzo como José fueron durante tres años a Lima, Perú, para ayudar en la Universidad Ricardo Palma, a traducir la biblia del castellano al aché, un trabajo en el cual colaboraron también integrantes de otras comunidades aché de nuestro país.
La comunidad de Puerto Barra está liderada por el cacique primero Ángel Tatunambia, y el segundo líder, Felipe Kajagi, con el acompañamiento del misionero Bjarne Fostervold. Su sistema de trabajo es comunitario, y así tienen, para el autoconsumo, 10.000 plantas frutales, 80 vacas lecheras que producen leche y queso, 100 chanchos y 130 cajas de abejas.
Además, en sus 850 hectáreas, los aché tienen 45 hectáreas plantadas con yerba mate, que pretenden explotar comercialmente en el futuro; y 230 hectáreas de soja producida de manera mecanizada. Todos estos proyectos cuentan con el apoyo de la Coordinadora Agrícola del Paraguay, que los apoyan porque la caza en el monte ya no son suficiente, y ellos tienen una deuda importante en la adquisición de alimentos y medicamentos.
La comunidad está conformada por 65 parejas, pero solo tienen 45 viviendas.