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El rendimiento de toneladas por hectárea disminuyó a consecuencia de la falta de asistencia técnica por parte del Estado, según refirieron los labriegos.
Uno de los productores de ka’a he’ê en la zona de Mandu’arã, Luis Cañete, refirió que en su primer momento el rubro fue bastante rentable. Pero ahora los resultados de las últimas cosechas están desalentando a los agricultores.
“Cada tanto uno debe cambiar de lugares para que pueda dar buen fruto y eso tiene su costo” (sic) refirió.
Afirmó que actualmente se pagan G. 8.000 por kilo y ese precio no compensa todos los gastos que demanda la producción, desde la compra de las semillas hasta el pago de ayudantes para la cosecha y el procesamiento del ka’a he’ê.
“Además, le está agarrando a los cultivos un virus, parece, que le convierte negra a las hojas, lo cual no sirve a la hora de comercializar” (sic) señaló el productor.
En la zona de Tapia Cuarta Línea varios cultivos ya fueron abandonados porque es más barato que cosecharlos. El joven agricultor Pelagio López Delvalle invirtió en su chacra más de G. 100 millones para plantar ka’a he’ê y ahora sus cultivos están prácticamente en dejadez.
El año pasado los agricultores de esta parte del país dejaron de lado los rubros tradicionales para dedicarse al cultivo masivo de ka’a he’ê y sésamo, pero al final salieron decepcionados ante el poco rendimiento y la falta de buen precio.