Sobredosis de protección

El amor por los hijos y el deseo de que nada malo les suceda hace que muchos padres se vuelvan sobreprotectores, y al involucrarse de lleno en la vida de sus pequeños no les permiten que se expresen, tomen decisiones mínimas o se sientan capaces de eliminar por sí solos el aburrimiento.

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Los niños necesitan que los padres los protejan, los cuiden y estén pendientes de ellos, pero cuando esta protección es excesiva crean problemas que se arrastran hasta la edad adulta.

La Lic. Melissa Rojas, psicopedagoga, refiere que los padres y madres sobreprotectores impiden a sus hijos realizar muchas actividades por miedo a que les pase algo. Así, no les dejan por ejemplo quedarse a dormir en casa de un amigo, ir de campamento, etc., y tratan de evitar que hagan actividades que les genere miedo, les resulten frustrantes, incómodas o no sepan hacer.

“Se trata de padres que suelen conceder demasiados caprichos a sus hijos para no causarles malestar, toman decisiones que los niños deberían tomar ya por sí solos (debido a la edad suficiente) y no les exigen ninguna obligación o responsabilidad, como ordenar su habitación”, acota.

La licenciada Rojas informa que “tampoco es raro que no ejerzan la disciplina suficiente con sus hijos cuando se portan mal, pasando por alto sus malos comportamientos o excusándolos. Todo esto acarrea consecuencias negativas en la vida de los niños sobreprotegidos”.

Por su parte, la magíster Joanna Muñoz, psicóloga clínica, afirma que “proteger a nuestros hijos de diferentes adversidades que se puedan presentar en la vida es nuestro deber y de hecho es necesario para que los infantes se desarrollen normalmente. El problema se presenta cuando nuestra dosis de protección es exagerada y con diferentes conductas pasamos a la sobreprotección: hacemos por ellos sus tareas, les damos todo lo que pide con la frase típica: ‘quiero que tengan todo lo que yo no tuve’ o ‘no quiero que a mis hijos les falte nada’”.

Este dar continuo y facilitarles las cosas, protegiéndolos de las mínimas dificultades, a la larga producirá individuos incapaces de lidiar con las dificultades y reveces del diario vivir.

Agrega que “los padres no los dejamos independizarse haciendo por ellos actividades de autovalimiento, como higiene, vestimenta etc., no les enseñamos a cooperar en casa con lo que es pertinente para su edad, con la excusa de ‘yo lo hago más rápido’ y hasta nos inmiscuimos a veces en su toma de decisiones y en sus conflictos sociales, interviniendo para solucionarlos por ellos”. Mamá y papá siempre están allí para justificar, completar, rehacer y hacer hasta las labores mínimas por ellos.

“También se incluyen en las conductas de sobreprotección ocultarles algunos acontecimientos en la experiencia familiar que pudieran alterar su estado emocional o frustrarlos. Todas estas conductas establecidas en la relación paterno-filial entorpecen el desarrollo saludable del menor, lo que provoca poca autoconfianza, puesto que no está basada en ellos mismos sino en el respaldo que le da su madre o padre”.

Resalta además la profesional que “el niño se vuelve demandante y exigente por una visión distorsionada de lo que los demás deben o no deben hacer por él, generando en el futuro los problemas, además de con los padres, con otras autoridades como docentes, directores y más adelante, con los jefes. También se vuelven poco serviciales y poco cooperativos, no saben compartir y son poco empáticos con sus pares, razón por la que luego son rechazados socialmente por los demás niños”.

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