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La Dra. María Lorena Re Domínguez, especialista en dermatología y venereología, habla sobre la rosácea, que curiosamente se produce en mayor número en mujeres y entre los 30 y 50 años. Si bien no se puede curar, hay algunas pautas a seguir.
–Es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, que conlleva un impacto psicosocial importante y que se presenta con enrojecimiento permanente centrofacial (mejillas, dorso nasal, mentón, frente) y con episodios transitorios de intensificación asociados a factores desencadenantes y otros síntomas y signos variados. También puede afectar los ojos y áreas extrafaciales como cuero cabelludo, cuello o el pabellón auricular.
–¿Por qué se produce y cómo se diagnostica?
–Se plantean múltiples mecanismos implicados, tales como una respuesta exagerada del sistema inmune y la alteración de la función de barrera de la piel, que son exacerbados por estímulos del medio ambiente. El diagnóstico se basa en los hallazgos clínicos y en ocasiones se precisa una pequeña biopsia de piel.
–¿Cómo se presenta?
–Se caracteriza por la presencia de eritema (enrojecimiento) persistente, que cursa con episodios de “flushing” o intensificación del enrojecimiento y ardor, telangiectasias –vasos sanguíneos superficiales dilatados–, pápulas eritematosas o granos rojos, y hasta pústulas (granos con pus) y con edema de la cara.
–¿Cómo se trata la rosácea?
–El objetivo es mejorar la calidad de vida y evitar la progresión de la enfermedad a etapas más graves. El tratamiento medicamentoso dependerá del tipo clínico y de la severidad del cuadro. Contamos con tratamientos tópicos en cremas o geles, como el metronidazol, el ácido azeláico o los retinoides, entre otros. Entre los tratamientos vía oral están las tetraciclinas o la isotretinoína (prescripta y supervisada por el médico, acompañándose de anticoncepción por capacidad de provocar malformaciones en el feto). Además contamos con los láseres vasculares que se utilizan para el tratamiento de las telangiectasias, o la luz pulsada intensa, que se utiliza para tratar el enrojecimiento y demás alteraciones vasculares en la rosácea.
Comer bien mejora nuestro aspecto
La licenciada Adriana Vargas, nutricionista, informa sobre los alimentos y su incidencia en la piel.
–Nuestra alimentación está ligada a todo nuestro organismo y la piel no es una excepción. En la medida en la que nos alimentamos bien la piel está bien.
–¿Qué alimentos nos aconseja para el invierno?
–Las frutas y verduras de estación que tienen alto contenido de vitamina C son ideales para consumir. También legumbres y grasas de buena calidad, como la del aguacate y el aceite de oliva.
–¿Qué ocurre si la persona tiene una enfermedad como la rosácea o dermatitis?
–Se aconseja tomar mucha agua, alimentos ricos en fibra a partir de frutas, vegetales y alimentos integrales como arroz, avena, etc.
–¿Qué deberíamos incentivar en esta temporada de tentaciones?
–Tenemos que aprender a moderar y reforzar el consumo de alimentos que nos generan beneficios en esta época, como los ricos en vitamina C, proteínas, grasas de buena calidad y agua. Nuestras defensas se forman de los alimentos que consumimos.
En invierno la piel sufre
Podemos prevenir la exacerbación de la rosácea en invierno con ciertos cuidados, informa la Dra. Re Domínguez, ya que “existen cuidados que se deben realizar diariamente a fin de mejorar la calidad de la piel, tales como: evitar los factores desencadenantes, sobre todo los ambientes con calefacción y los cambios bruscos de temperaturas. Utilizar limpiadores faciales suaves con agentes hidratantes, sin detergentes, libres de aceites y de exfoliantes. Se aconseja hidratar la piel con productos hipoalergénicos, ligeros y sin perfumes; y aplicar protectores solares con filtros para la radiación UVA y UVB, que se deben retocar cada tres horas, inclusive en esta época de invierno”.
La Lic. Vargas señala que la hidratación es clave, además el consumo de frutas y vegetales también nos aportan líquido y agua. Al considerar la edad destaca que “a los 30 años comenzamos a perder masa muscular y es importante practicar la actividad física que nos ayude a mantenernos activas, sumada una alimentación equilibrada y completa. A los 40 y a los 50 es importante seguir incorporando actividad física, el consumo adecuado de frutas y verduras y además no debe faltar al menos una porción de grasa insaturada al día”. Son recomendados los aceites de oliva, girasol, maíz y soja, así como las nueces, las aceitunas, las almendras y el aguacate.