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El doctor Derlis Aranda, psiquiatra, aborda la situación del paciente en cama y nos orienta.
–¿Qué ocurre con una persona que está en cama mucho tiempo, por alguna enfermedad?
–La presencia de un paciente encamado, en la casa o en un servicio hospitalario, despierta tanto en el propio paciente como en la familia una serie de “demandas” y cuestionamientos que suponen “una prueba” para todos ellos. Las reacciones dependerán del pronóstico a corto o largo plazo de la patología (posibilidades de recuperación o estado terminal), así como de las características propias del paciente y del entorno. En el propio paciente, el “procesamiento” de este nuevo estado, asumir que no podrá valerse por sí mismo por tiempo definido o indefinido, estará en función de cuestiones generales como sexo y edad. El rol que desempeñaba hasta antes de la aparición de las limitaciones en su movilidad, cuán autónomo era, los sentimientos que despertaba en los que a partir del encamamiento se encargarán de su cuidado (aceptación versus rechazo), incluso el nivel socioeconómico de la familia por los costes elevados. La presencia de esta situación pone a prueba incluso la propia cohesión familiar. Preguntas frecuentes son: ¿quién asume la responsabilidad del cuidado de este paciente? ¿Cómo incide todo esto en él, en la familia que lo albergará y en el futuro de todos?
–¿Cómo se da el proceso de un encamado?
–Pacientes encamados con limitaciones en la movilidad evolucionan presentando complicaciones múltiples, tanto médicas generales como psicológicas, las cuales a su vez inciden en su entorno inmediato. Sufren el paciente, la familia y los cuidadores. El presente se vive recordando la autonomía perdida, lo que genera tristeza, ansiedad, desesperanza, dependiendo de cuál sea el diagnóstico de la enfermedad que determina el “encamamiento”.
–¿Qué juegos hace la mente cuando se altera la rutina?
–Los pacientes se encuentran sometidos a gran tensión emocional. Las estrategias o la forma en que cada persona afronta este tipo de situaciones se encuentra determinada en gran medida por cómo se evalúa la situación. Si bien se trata de un “estado” complejo, hay quienes tienen una perspectiva positiva y encaran con “templanza” esta prueba. Reaccionan diciéndose “voy a luchar”, “tengo mucho por qué resistir”. Se alientan a sí mismos y a su familia a pesar del pronóstico adverso inclusive. Otros, en cambio, viven la situación como algo injusto, como castigo, con miedo, desesperanza y rabia.
–¿Qué sentimientos lo cubren?
–Tristeza, labilidad emocional, problemas para conciliar el sueño, pesadillas. La comida pierde el sabor, los días son todos iguales; si es de día o de noche, esto pierde importancia. El paciente puede sentirse una carga y lo expresa.
Según el cuadro, uno puede desorientarse en el tiempo, puede desorientarse también en el espacio y cuando hay compromiso del sistema nervioso, incluso confundir personas.
Las visitas dejan de ser bienvenidas. El paciente sufre mostrándose diferente a lo que fue. Se siente frágil y lee en los ojos de los demás tristeza, compasión a veces pena. Son conscientes de los cambios que se van dando en su funcionalidad y notan cómo van perdiendo su autonomía. Sufren si no reciben la ayuda apropiada para procesar todos estos cambios. Aquellos pacientes y familias que se apoyan en ciertas creencias religiosas se sostienen en su fe.
–¿Cómo debe actuar el entorno familiar y social?
–Cuidar a un paciente encamado es una “oportunidad” para acompañar, ofrecer soporte y afecto a quien nos necesita. La familia vive con angustia, tristeza anticipándose a un desenlace que nadie sabe con exactitud cuándo ocurrirá. Es importante el apoyo de los miembros de la familia, rodearlo, transmitir optimismo, y disfrutar de un día sin muchos dolores.
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