La ingesta y el diagnóstico

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–¿Cómo se hace el diagnóstico de la intolerancia a la lactosa?

–El diagnóstico es esencialmente clínico asociando los síntomas con la ingesta de leche. La técnica más utilizada es la prueba del hidrógeno espirado que es muy simple y no invasiva, por lo que puede ser aplicada en niños pequeños, embarazadas y adultos. Permite confirmar la sospecha clínica de malabsorción de lactosa de forma objetiva, siendo un apoyo más para el clínico, a la hora de recomendar la retirada de productos lácteos de la dieta de un paciente susceptible de padecer la enfermedad. Esta prueba tiene una alta sensibilidad y especificidad.

–¿En qué consiste la prueba del hidrógeno espirado?

–Al paciente se le suministra una solución con lactosa (25-50 g de lactosa en 200-400 ml de agua) y a intervalos posteriores de tiempo de 15 minutos se le hace soplar en un dispositivo, que detecta la cantidad de hidrógeno exhalado. Cuando los azúcares no digeridos son transportados al intestino grueso, las bacterias presentes allí lo utilizarán como alimento y crearán hidrógeno como producto de desecho. El hidrógeno es absorbido por el caudal de sangre y expedido en la respiración. El hidrógeno detectado en la respiración indica que el azúcar ha entrado en el intestino grueso no habiendo sido bien absorbido en el intestino delgado.

El test sanguíneo

-El otro método disponible es el test sanguíneo de sobrecarga de lactosa, que valora la actividad de la lactasa midiendo la elevación de la glucemia, con extracción de sangre cada 20 o 30 minutos durante 2 horas, tras la ingestión de 50 o 100 g de lactosa. Este método tiene una alta tasa de falsos positivos (hasta 30%), principalmente a consecuencia de la rápida respuesta insulínica de algunos individuos y debiera reservarse para aquellas situaciones en que no es posible realizar la prueba del aire espirado.

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