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Esta enfermedad se desarrolla lentamente, y en ocasiones sin que se advierta la pérdida de visión por muchos años.
La mayoría de las personas que tienen glaucoma de ángulo abierto se sienten bien y, al principio, no demuestran cambio alguno en la visión, porque la pérdida inicial se produce en la visión periférica o lateral. La agudeza visual y la nitidez de la visión se conservan hasta que la enfermedad está avanzada.
La buena noticia es que si se realiza una consulta oftalmológica, se puede detectar el daño estructural del nervio óptico, mediante la biomicroscopía haciendo el fondo del ojo, o analizando la capa de fibras nerviosas del nervio óptico con una tomografía de coherencia óptica OCT. Se evalúa el daño funcional con el campo visual, que nos permite identificar el grado de compromiso y hacer el seguimiento.
La presión del ojo
El factor de riesgo más importante es la presión intraocular elevada (aunque se sabe que en un 30% puede ser normal).
La realización de una curva de presión (tomar la presión intraocular durante ocho horas desde las siete de la mañana, con intervalos de una hora) nos daría la presión basal, para luego poder definir la presión intraocular meta, de acuerdo al daño estructural que tenga el nervio óptico.
La gonioscopía permite evaluar el ángulo iridocorneal.
La paquimetría es el estudio del espesor corneal central, que permite dar un valor de corrección al valor de la presión intraocular.
Existen varios tipos de glaucomas y cada uno tiene un enfoque diferente.
Cuándo se diagnostica
Una vez diagnosticado, debemos explicar sobre la importancia de la patología crónica y la adherencia al tratamiento, así como los efectos colaterales de los medicamentos.
En cuanto al tratamiento para evitar la progresión, tenemos tres líneas: el médico con colirios hipotensores oculares, neuroprotectores, de uso crónico.
Tratamiento con láser, para glaucoma de ángulo abierto y glaucoma de ángulo cerrado.
Y por último el tratamiento quirúrgico.
(*) (Oftalmólogo, de Fundación Visión).