Esteroides anabólicos

Mostrar un cuerpo saludable y atlético implica un gran trabajo, cuidar la alimentación, practicar deportes o realizar ejercicios. Entre la ansiedad y el afán de mejorar el aspecto físico algunas personas recurren a los esteroides anabólicos, sin conocer los alcances de su uso y los efectos adversos que pueden producir en mujeres y varones que se someten a ellos.

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La doctora Jazmín Vera de Ruffinelli, especialista en endocrinología, expresa que algunos jóvenes, con la creencia de que estas sustancias pueden promover mayor competitividad y rendimiento, ya sea por desinformación o recomendaciones de otros atletas, “abusan de las hormonas con la finalidad de lograr mayor masa muscular, agresividad o más peso”.

Con frecuencia –dice– consumen dos o más esteroides anabólicos de forma oral o inyectable. “Además combinan con otras drogas: estimulantes, analgésicos o directamente se inyectan hormona de crecimiento conocida como GH, convencidos de que estos diferentes químicos les generarán mayor fuerza y medidas musculares, que si tomaran una sola”.

Los esteroides anabólicos son sustancias químicas derivadas de la testosterona (hormona del sexo masculino), define la experta. “Son unos medicamentos muy potentes y están señalados dentro de las sustancias clasificadas como controladas, pero la gente suele abusar con las dosis para mejorar el rendimiento atlético”, señala.

Según comenta la doctora, la testosterona y otros esteroides anabólicos son utilizados para el tratamiento de una serie de enfermedades como la inmadurez sexual, disfunción eréctil, osteoporosis, fatiga y debilidad en los hombres con niveles bajos de testosterona a causa de problemas congénitos o adquiridos. “Pero sus indicaciones están limitadas a prescripciones médicas”, señala. La profesional sostiene que “abusar de estas sustancias o consumirlas sin la supervisión de un médico puede ocasionar náuseas y vómitos, riesgos de incrementos de lesiones musculares, dolor de cabeza y articulares, trastorno del sueño y acné severo. Además, puede provocar hipertensión arterial y enfermedades del corazón y del hígado, accidente cerebrovascular (ACV) y cáncer”.

En ellos

“En los varones puede causar infertilidad o esterilidad, erecciones dolorosas –reversibles–, alteración sexual, riesgos de cáncer prostático, aumento de los niveles circulantes de la hormona femenina (estrógeno), aumento del tamaño de la mama –irreversible–”.

En las mujeres

“En las mujeres también se han observado alteración sexual, riesgo de cáncer de cuello uterino, voz ronca, aumento del tamaño del clítoris e irregularidad menstrual”, acota la doctora Jazmín Vera de Ruffinelli.

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