Cargando...
Una enfermedad mental es cualquier enfermedad que afecta la manera en que una persona piensa, actúa y siente: como la mayoría de las enfermedades, tiene un entrelazo de raíces biológicas, psicológicas y ambientales. En sus formas más severas, existen lesiones cerebrales o una mala función del complejo proceso electroquímico de la función del cerebro; capaz de producir una distorsión del pensamiento, el sentimiento o el comportamiento. Conceptualmente, ya no existe justificación alguna para la separación de mente y cuerpo. De la misma manera, ya es casi un absurdo separar las enfermedades físicas de las mentales, porque estas últimas son tan prevalentes como otras enfermedades médicas y constituyen un grave problema de salud pública. Lo interesante es que solamente 1 de cada 4 personas con una enfermedad mental busca tratamiento. Esto es una indicación clara de que muchas de estas enfermedades no llegan a impedir suficientemente la función y muchas personas se recuperan por sí solas o con la ayuda de familiares y amigos, tal como sucede con muchas condiciones médicas. El hallazgo también sugiere que el miedo y el estigma asociados a la falta de cobertura de salud para este tipo de enfermedades desalientan a muchas personas a buscar ayuda profesional.
Muchas personas se sorprenden de la alta prevalencia de las enfermedades mentales (21% de la población en año determinado); sin embargo, si lo consideramos dentro del contexto de todas las enfermedades médicas, no es que sea muy significativa. Por ejemplo, es posible que más del 50% de la población sufra enfermedades respiratorias debido a resfríos, gripe o neumonía en un año determinado y más del 20% sufra problemas cardiovasculares. Sin embargo, lo que tienen en común todas las enfermedades mentales entre sí es la gran capacidad de producir dolor y sufrimiento para la persona afectada y los familiares, además del significativo impedimento en la capacidad y la habilidad de trabajar, estudiar, de tener relaciones y mantener una familia estable.
Los crímenes violentos han aumentado considerablemente en el Paraguay en los últimos 22 años, y los costos ya han sobrepasado nuestra capacidad de absorberlos. La gran mayoría de estos crímenes violentos, sin embargo, no fueron cometidos por personas con enfermedades mentales. Las personas con enfermedades mentales cometen crímenes violentos generalmente contra miembros inmediatos de la familia u otras personas significativas, y muy raramente contra extrañas. No es parte de la naturaleza del ser humano matar a sus propios hijos como hemos visto de manera repetitiva recientemente entre nosotros. Por eso, en esos casos, debe seriamente ser sospechada, en primer lugar, la presencia de una enfermedad mental. Lo importante es recordar que estos tipos de crímenes violentos son los únicos totalmente prevenibles con un tratamiento oportuno de las personas con enfermedades mentales, para reducir de esta manera enormemente este tipo de crímenes. Por otro lado, la presencia frecuente de estos tipos de crímenes hablan del estado de la salud mental en nuestro país y, por ende, de la salud pública en el Paraguay.
Algunas enfermedades como los trastornos de la ansiedad y las depresiones no severas responden muy bien a los tratamientos. Otras como las adicciones, los trastornos de la personalidad bordeline, los trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia nerviosa, los trastornos bipolares y la esquizofrenia son más difíciles en su manejo y frecuentemente requieren tratamiento de muchos años y, a veces, de por vida.
El gran mensaje de esperanza, sin embargo, para aquellos que sufren enfermedades mentales es que el tratamiento apropiado sí tiene resultados exitosos, porque las personas tratadas adecuadamente claramente mejoran. La mayoría de las enfermedades mentales responden al tratamiento con un porcentaje de recuperación tan alto o más alto que el tratamiento de muchas otras condiciones médicas, como ha sido demostrado en pruebas clínicas controladas.
* Médico especialista diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología.