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Nos contó: “Tengo una hija con déficit de atención y uno no sabe cómo tratar a un niño hasta que no lo vives en carne propia, ya sea como profesor o como padre. Después de varias terapias; de aprendizaje, de autoestima, en el cuarto grado ingresó a una terapia que me habían aconsejado, es la Asociación Mexicana por el Déficit de Atención, Hiperactividad y Trastornos Asociados A.C. (http://www.deficitdeatencion.org/), una organización sin fines de lucro. Me dieron esta carta que cuando la leí, vi reflejada a mi hija y ahora que soy profesora me doy cuenta de la importancia de que todos los que estamos en contacto con niños con déficit de atención sepamos cómo tratarlos”. Ojalá sea útil para las familias y escuelas.
Enséñame cómo aprender y no qué aprender, enséñame a pensar y no tan solo que debo pensar. Así desarrollaré mi inteligencia y no solamente mi memoria.
No me retes delante de mis compañeros. Me haces sentir humillado y temeroso de ser rechazado por ellos, aceptaré mejor tus correcciones, si me las haces calmadamente y en privado.
Señálame mis cualidades y reconoce mis habilidades. La confianza que así desarrollo en mis capacidades me anima a esforzarme y me hace sentir valioso.
No me insultes con palabras, ni con gestos despectivos. Me haces sentir menospreciado y sin ánimo para corregir mis faltas y debilidades.
Ten en cuenta mi esfuerzo y mi progreso, no solo el resultado final. A veces con poco esfuerzo logro mucho, pero es más meritorio cuando pongo todo mi empeño, así logre poco.
Nota lo que hago bien y no solo lo que hago mal. Cuando subrayas mis éxitos y no mis fracasos, me siento motivado a seguir mejorando.
Cuando me corrijas o disciplines, hazlo sin maltratarme física o emocionalmente. Si atacas mi persona o mi personalidad, deterioras mi autoestima y no mejoras mi disciplina.
Confía en mí y demuéstrame tu confianza. Cuando me repites la misma cosa una y otra vez, me doy cuenta de tu desconfianza y esto me precipita a fracasar.
Trátame con cariño, cortesía y respeto. De esta forma te admiraré y, por lo tanto, desarrollaré un profundo respeto por ti.
No me amenaces, pero si lo haces, cúmplelo. Si no cumples lo prometido, aprenderé que, haga lo que haga, siempre puedo salir eximido.
No me ruegues, ni me implores que me porte bien. Te obedeceré cuando me lo exijas con firmeza y sin hostilidad.
Procura hacer clases amenas e interesantes, en las que yo pueda participar. Me aburro cuando todo es rutina, solo tú hablas y yo nada puedo aportar.